EL DESTELLO DEL FUROR Y EL OCASO DE UN IDILIO

EL DESTELLO DEL FUROR Y EL OCASO DE UN IDILIO

Manuel José Montero Vizcaino

* Foto tomada de Internet

Como el amanecer mágico que con sus rayos de luz fresca irradia la imaginación en el horizonte enigmático de la ilusión, sorprendentemente floreció el jardín de azucenas y jazmines en medio de un infame escenario de ausencia y confinamiento.

El fuego ardiente del pensamiento fue activando cada rincón del cuerpo hasta inundarlo de magnetismo. Su luz espléndida hizo vibrar el corazón desde la lejanía, alimentando la esperanza y el deseo servil del frenesí, sin que el calor natural de la cercanía mitigara el frágil goce de una verdad incierta. 

Pero más allá de la ilusión, el fuego perdió su fuerza como un agónico atardecer de invierno; el combustible de la emoción escaseo en momentos de esa realidad indolente, debilitando el fervor de la alegría y convirtiendo cada momento cenit y de fantasía espiritual en una declinante añoranza en la que no pudo coexistir el sosiego de una construcción imaginaria, con el disfrute del aroma primaveral de ese campo recién florecido y menos, el deleite del elixir embriagador de la proximidad.

Fue el amanecer y anochecer en un mismo instante, trasladando hacia la eternidad la ilusión agridulce en medio de una estampa colorida irreal, quedando para el confín de la existencia la imagen grabada en el pensamiento del iluso que mantuvo por un instante viva la llama de la pasión.

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decir las cosas de una manera hermosa y describir la vida sin límites ni medida.