La agricultura tradicional practicada por la gran mayoría de sus habitantes, más que un modo de subsistencia, era una oportunidad de vida y de ilusión; los cultivos más generalizados eran la yuca, el maíz, ajonjolí, ahuyama, patilla y otros productos de pancoger, fundamento del sostenimiento de los hogares, de la economía local y la comercialización con comunidades vecinas.
Se desarrolló también la agricultura comercial tecnificada a mayor escala como el algodón y el sorgo; el primero, tuvo su auge en los años setenta y fue considerado como el “oro blanco” en razón a que su cultivo permitió a muchos hogares mejorar su calidad de vida dada la alta capacidad de absorción de mano de obra en todas sus labores. También predominó por décadas el cultivo de café promovido por inmigrantes del interior del país. Era cultivado en la parte alta de la sierra especialmente en las veredas de Sacramento y Santa Clara. Una vez recolectado y despulpado, era transportado en camionetas que bajaban todos los días para luego ser secado en los patios de las casas acondicionadas para tal fin; su comercialización se realizaba a través de la cooperativa de caficultores, cuyas bodegas de almacenamiento y sede administrativa quedaban ubicadas en el barrio el Congreso diagonal al cementerio.
Otra actividad fundamental fue la ganadería de grandes extensiones que circundaba su entorno llegando a estereotipar, en cierto sentido, diferencia de clases y otras de poder, sin embargo, fue un pueblo donde todos convivían en armonía y tranquilidad. Los grandes ganaderos eran considerados los ricos del pueblo, dentro de los cuales estaban: Gonzalo Gutiérrez, Génito Andrade Olaya y Sinforiano Restrepo; la leche que producían sus hatos generalmente se vendía a empresas procesadoras como COOLECHERA y CICOLAC.
En su área de influencia hubo también medianos ganaderos que vendían la leche a estas empresas, aun cuando en menor escala; su capacidad de producción no superaba las cuatro cantinas o "calambucos" diarios como el caso de Roque Argüello, Mauricio Fuminaya, José Martin Rada y Félix Rodríguez. Sin embargo, la gran mayoría de productores se concentraban en la pequeña ganadería o de subsistencia, tenían pocos animales con o sin tierra y eran los únicos productores de queso de la región para abastecimiento del pueblo y vendedores ocasionales; las pequeñas cantidades producidas de leche no eran atractivas ni rentables para estas compañías, de igual manera, su producción estaba ubicada en sitios de difícil acceso para los camiones recolectores, e ese sentido, les quedaba solo la alternativa de la transformación en queso de manera artesanal con cuajo de vaca, en pequeñas empletas o envuelto en franelas que lo hacía más natural y demandado; como un derivado de la producción de queso se obtenía un suero que para la época le denominaban mantequilla de color amarillento dada su alta concentración de grasa, ese producto era poco comercializado y dedicado más bien al autoconsumo. En esa dinámica de la pequeña producción se encontraban curiosidades como aquellos que teniendo ganado no tenían finca, como el caso de José Patiño que utilizaba la finca más larga de la región, la orilla de la carretera que de Bellavista conducía al El Copey; por su naturaleza era la explotación ganadera más rentable dado que no tenía costos de mantenimiento, no pagaba desmonte como tampoco se preocupaba por pagar impuesto predial; todos los días “jardeaba” las vacas desde su casa hasta la carretera donde se alimentaban del abundante pasto que había en sus orillas; por las tardes las traía, las dejaba en la plaza donde dormían y al día siguiente en la madrugada las llevaba al patio de su casa para el ordeño; su producción la destinaba para el consumo familiar y el excelente lo vendida por litros a los vecinos.
El comercio era abundante y muy dinámico, estaba representado en tiendas y almacenes que abastecían, además del área urbana, las comunidades veredales vecinas arraigadas en la Sierra Nevada y poblaciones a su alrededor como Santa Rosa, el 25, la Loma del Bálsamo, Río Mar, Algarrobo, las Colonias de Chimila, entre otras. Allí se destacaron almacenes como el de Jesús Quijano, Secundino Olivero, Calixto y Eusebio de la Hoz y el Centavo Menos, así como las tiendas de María Ricardo, Manuel María y Juana Villero, Ramón Betancourt, Carmito Castro “Muerto Parao”, Lucía Jaraba, la señora Emilia, Wilson Castaño, Pepa Jaraba, entre las más destacadas. También tenían gran relevancia las ventas ambulantes, estacionarias y móviles especialmente en la estación o plaza de mercado de las cuales dependía la subsistencia de muchas personas y familias. Allí se observaba a diario jóvenes que con sus poncheras y en sana competencia ofrecían al pasajero de buses de Brasilia, Copetrán o camiones de carga, productos típicos como el guarapo de piña, “quequi”, piña en torrejas, caballitos, almojábanas, cucas, cocadas, bolas de chocolate de maíz cariaco, bollos de mazorca con anís en grano, buñuelos y otras delicias producidas por las manos laboriosas de sus habitantes entre los que se puede destacar a Norca Barrios, la familia Fontalvo, Nieve Feria, entre otros. Era raro el visitante que no se bajaba a tomar un sabroso y refrescante guarapo de piña que ofrecían Ruth Mary, Luz Marina y Andreita Marimón, Marina, Dalgis y Beatriz “la nena” Fontalvo, Dilia y Miladis Vizcaino Rosellón, allí también eran muy conocidas la avenas de Grimildo Mendoza.
Otros negocios populares fueron: la venta de queso de Lucía Rada y Victoria Ospino; de leche donde Jesús Quijano, Roque Argüello, Finca Manizales y José Patiño; la venta de yuca de Andrea de la Rosa, Eucaris Bolaño y Toño Altahona; los bollos de Petrona Cantillo y Nieve Feria; la panadería de Víctor Vargas y los raspaos de Adalberto Patiño.
En el mercado se expendía carne de res por las madrugadas y hasta las primeras horas de la mañana; generalmente se sacrificaba una res por día y en épocas de cosecha de algodón se mataba una adicional dada la alta demanda. Los expendedores más reconocidos eran Lorenzo Yaneth, Joaquín Cortina y Eulogio Cantillo los cuales muy temprano, entre la una y dos de la mañana, iniciaban su labor de sacrificio en el matadero para luego transportar la carne al mercado en el carro e' mula de Adalberto Patiño; el que quería comprar carne debía madrugar y esperar que Lorenzo Yanet o Joaquín Cortina lo atendieran; la espera a veces se hacía interminable cuando había bastante gente esperando su turno y solo se escuchaba el pregón del día de los que allí rodeaban el puesto de venta: "Despácheme media libra de carne", "a mi libra y media de hueso", "para mi media libra de hígado", "yo quiero una libra de sobrebarriga"; todos al unísono gritando lo que a veces les hacía salir de casillas, pero como ya venían entonados con Ron Caña del matadero, podían soportar la presión. Tenían una calculadora en la cabeza, poco se equivocaban sumando, aun cuando la compra fuera variada y en diferentes cantidades. Por lo general, la mejor carne se la llevaban los restaurantes y las fincas aledañas y si contábamos con suerte, se podía conseguir un poco de hueso blanco con carne de pecho o asadura. En el pesaje de la carne se utilizaban pesos de reloj donde la mano del cortador ayudaba a mover la aguja, de aquí que la carne por lo general tenía unos cuantos gramos menos y el que se atrevía a devolverla lo castigaban posteriormente dejándolo de último cuando ya quedaba solo hueso y pellejo o no venderle carne.
Los Matarifes o compradores de ganado más reconocidos fueron Jaime Meriño, Braulio Echeverría, Andrés Marimón, Saul Bravo, Víctor Vizcaino, Eulogio Cantillo (también picador de hueso), Julio Vizcaino, Toribio Jaraba, Mamerto Cera, José Mendoza, Juan Manuel Jaraba y Ramón de la Hoz. También llevaban al mercado carne de cerdo: Torreye Ternera, Heriberto Villa y Pablo Rojano.
En el mercado se vendía también pescado fresco o salado traído generalmente del sur del departamento del Magdalena. Los vendedores más reconocidos fueron Miguel Palmera y Paulina Barrios, Felipe "Pata de Ponche" y María Charris, siendo el más popular el bocachico abierto o arrollado; también distribuían pescado en poncheras por las calles del pueblo María Charris y Paulina Barrios.
Muy cerca del mercado hubo también, durante muchos años, el expendio de carne y pescado de Luis Barbosa en la casa contigua a cantina "Las Tres Marías" de Pepa Jaraba.
El comercio de verduras se realizaba también en el mercado público; su principal fuente de abastecimiento eran los camiones que llegaban de Bucaramanga cargados con papa, cebolla, tomate, cebollín, zanahoria, remolacha, ajo y otras verduras; con ellas se fabricaba el popular revuelto verde un producto muy demandado porque tenía todo lo que necesitaba un sancocho y más económico; también se vendía yuca y ñame. Desde muy temprano en la mañana y hasta transcurridas algunas horas de la tarde se podía encontrar verduras en el mercado. Entre las vendedoras más reconocidas recordamos a Rosa Rosellón, Manuela Fontalvo y María de la Hoz.
La libra era la unidad de medida utilizada en el comercio al por menor para transacciones pequeñas, para ello se usaban pesos de madera de carreto generalmente construidos artesanalmente con pequeñas ranuras perfectamente talladas y calibradas que marcaban las libras; los espacios entre ranura y ranura disminuían en la medida en que aumentaba el peso; en las ranuras se colgaba una pita que permitía el equilibrio entre el peso de la porra en un extremo y el producto a vender en el otro lado, donde se colgaba una ponchera de aluminio o de calabazo con de tres pitas de curricán. Posteriormente llegaron al pueblo pesos o balanzas más avanzados con las cuales se buscaba mayor precisión, sin embargo, tenían sus desajustes a favor del vendedor.
En las madrugadas, por las tardes y hasta ciertas horas de la noche se podía encontrar en la estación la venta de fritos como: arepas de huevo, arepas dulces o de sal empojadas, empanadas, bofe frito, chinchurria y el tinto que no podía faltar; difícilmente el que iba a comprar carne por las madrugadas al mercado podía escapar de esa tentación. Las más recordadas fueron: Argénida Ramos, la cachaca Carmela, Manuela Medina, Vitalita Feria, Manuela y Marquesa Fontalvo.
Los restaurantes también hicieron parte de la dinámica comercial ubicados en su gran mayoría en la Estación; los carros que pasaban por Bellavista paraban en ese punto por la buena sazón de su comida y por ser un punto obligado de paraje; allí se destacaron los restaurantes de Juan Llanera, los sierritas, Portela, Belarmino Peña y Cecilia.
También en Bellavista se destacaron otras actividades económicas de especial importancia como el TRANSPORTE DE CARGA Y/O PASAJEROS, que se realizaba en camiones mixtos para la movilización de personas y toda clase de mercancías; entre los conductores más recordados de estos camiones podemos mencionar a Marcial Patiño, Julián y Nicolás Mercado en la ruta de las Colonias de Chimila a Fundación y Mingo Cuello que viajaba de Algarrobo a Fundación; también existieron los camiones de carga que transportaban especialmente maíz como los de Jaco y Ricardo Scott; en el caso de los buses o vehículos para el transporte de pasajeros fueron muy populares los de Eliécer “el cachaco Rolo”, Carlos Cachete, Lara, Camencho, Juan Batata, Eduardo Echeverría, Ramírez “la verguita”, Nelson el “Compaito”, Julio y Argemiro Vizcaino, Evaldo Vizcaino, entre otros. También prestó el servicio de transporte de pasajeros, aun cuando no vivía en Bellavista, el bus "La Morena" de José Isaza, más conocido como "el loco Isaza". Cubría la ruta Algarrobo - Fundación, pasando por Bellavista. Se recuerda su rutina diaria porque cuando aparecía por la vuelta de la finca de Roque Argüello o por la Loma de Gaspar, todo el pueblo se percataba con el sonido estrambótico del pito que tenía el bus el cual retumbaba en todo el pueblo; también era muy conocido por las altas velocidades con que manejaba su bus y tal vez por eso se ganó el remoquete de "el loco", ni siquiera el paso por siete vueltas lugar de alto riesgo de accidentalidad, le hacía bajar la velocidad. En el TRANSPORTE DE MATERIALES PARA LA CONSTRUCCIÓN, hubo dos personas muy reconocidas: Elio Perea el cual tenía el único volteo en Bellavista con sistema hidráulico para el vaciado automático de piedras y arena traídas del río con destino a las construcciones de material en el pueblo; era rara la casa en Bellavista que no tuviera en sus cimientos piedras traídas por Elio Perea; en esta actividad también prestó el servicio de transporte de materiales Gabriel Hernández “Pochola”, con su camión convertible en el cual transportaba cemento y arena para la venta y complementaba su actividad con una fábrica de bloques para construcción que tenía en el patio de su casa.
Hubo otras actividades económicas como la SASTRERÍA Y COSTURA en la cual se destacaron personajes como Libardo Barbosa, Eucaris Bolaño, Brigida Vizcaino y Serafina de la Hoz. En CONSTRUCCIÓN Y ALBAÑILERÍA, los más reconocidos fueron Emilio Reyes y su hijo Ángel, Martín Meza, Wilfrido Camacho (marido de Esther la hija de Leovigilda) y Manuel Pertuz. PELUQUERÍAS, las más conocidas fueron las de José Hilario Díaz, Emilio Reyes, Ciro “el mudo” y Alfonso Gutiérrez. TRACTORISTAS, Francisco "Pelé" y Nazario Gutiérrez. REPARACIÓN DE RADIOS Y ELECTRODOMÉSTICOS, Alfonso Gutiérrez, también relojero, Landine Calvo y José Isabel Valencia (radiotécnicos). LLANTERIAS: Elmer Vega en el Congreso y Alberto Regalao. FOTOGRAFÍA, Evangelista Serpa. ZAPATERÍA: Carmelo Argüello. ASERRADEROS, está actividad se desarrollaba en zonas montañosas de la sierra con la tumba de árboles y la transformación de los troncos de madera en tablas y alfajías, allí sobresalieron: los Hermanos Cantillo (Geño, Catalino, Julio), la familia Gazabon (Julio y Peyo), Gaspar Vanegas. CARPINTERÍA Y EBANISTERÍA, aquí se destacaron José Hilario Díaz, Nicolasa Vega "la carpintera" y Elías Mandón. FABRICACIÓN DE TABACO, la más conocida fue la familia Borja.
Existió también otra actividad emergente en Bellavista como la huaquería de cementerios indígenas que habitaron es región y que marcó transitoriamente un hito en su historia; el precursor de esta actividad fue Miguel Mata que silenciosamente sacó muchos tesoros enterrados en los cementerios antes que se volviera viral en el pueblo.
Nunca se llegó a valorar ni a saber el potencial arqueológico que hubo en esa región por la práctica inadecuada como realizaban la extracción de esa riqueza; algunos objetos encontrados fueron destruidos por el desconocimiento de su valor arqueológico o por la inadecuada práctica de extracción, es el caso, por ejemplo, de las tinajas. Posteriormente fue popularizándose en el pueblo esa actividad debido a los buenos resultados obtenidos en sus inicios hasta el punto que todos querían ser guaqueros; se encontraron guacas con ollas fabricadas en barro, también se hallaron objetos tallados en oro como narigueras, tigres, mariposas y una variedad de cuentas misteriosamente talladas, entre otras. Estos elementos eran comercializados en el pueblo a través de Raimundo Blanchar un inmigrante guajiro que los compraba a los guaqueros para luego venderlos en las grandes ciudades.
También se dio a mediados de la década de los años 70 un fenómeno que marcó parte de su historia, muchos pobladores con tierra o sin ella se dejaron seducir por la siembra del cultivo de Marihuana que más que beneficio para el pueblo trajo consigo muchos factores desfavorables de convivencia como la violencia, aumento de precios de los productos, parrandas pomposas. Aun cuando fue transitoria esta etapa, dejó muchas secuelas en la población más negativas que positivas dado que los exuberantes ingresos obtenidos por su venta eran malgastados en excentricidades y gastos improductivos.
La caza de animales de monte era una ocupación complementaria y usual en algunos hogares especialmente los que tenían por tradición esta práctica. En esa actividad, uno de los personajes más destacados fue José de la Hoz, más conocido como “Joselito Cura”; fue un cazador experto que no utilizaba armas de fuego, solo lo acompañaban su machete y sus perros hábiles y sabuesos entrenados para encerrar el animal hasta cuando Joselito llegará y los matara; los zainos, conejos, guartinajas, ñeques, armadillos, venados y otros eran los animales silvestres más cazados en la época; era una carne sana sin aditivos contaminantes que complementaba la alimentación diaria.
También la caza con escopeta fue otra modalidad popular; era rara la finca donde no hubiera una. Salían por las noches con potentes lámparas para la cacería. En esta actividad podemos destacar a Ramón Montero Calvo y Luis "el vive" su hijo, eran tan expertos en la cacería que con un leve sonido de las hojas en la penumbra de la noche ya sabían que clase animal era; por lo general, pasaban largas horas en esa actividad y pocas veces regresaban con las manos vacías rayando el amanecer. También fue un reconocido experto en el tema de la montería Eusebio Feria, tuvo además la inclinación y la experticia en la cacería de tigres u otros felinos; los dueños de fincas lo buscaban para sacrificarlos cuando les estaban haciendo daño con el ganado. Para ello, armaba trojas encima de los árboles donde se montaba a esperar y abajo colocaba trampas con la carnada. La espera se hacía muchas veces larga de días o meses y a veces infructuosa. Su premio, además de la recompensa recibida, era la venta del cuero muy apetecida por los compradores.
Para determinadas épocas del año niños, niñas, adolescentes y hasta los adultos se recreaban con juegos especialmente construidos por ellos mismos que desafiaban la creatividad y que la tecnología hoy ha remplazado inexplicablemente; entre los más destacados se encontraban: el trompo, la cometa, el cuco, la "cucurubá", la bolita de uñita, el yoyo, la carrucha, la coca, la rayuela, el triqui, el "quinbol", la lleva, la escondida, el congelado, la gallina ciega, el salto de la cuerda, el tribilin y la olleta; algunos de los cuales se acostumbraba realizarlos bajo la luz incandescente de luna llena cuando arropaba las legendarias y recordadas calles, intensificando su magia y atractivo.
Una forma de hacer más competitivos y atractivos algunos juegos, especialmente el cuco y la cucurubá, era remplazando en las apuestas el valor los billetes o moneda legal con cajetillas de cigarrillo abiertas que botaban los fumadores de las marcas más populares que se vendían en la época; cada cajetilla tenía un valor estándar reconocido por todos; así por ejemplo, la cajetilla de Piel Roja equivalía a 1 peso, Lucky a 5 pesos, Parliament a 10 pesos, Hidalgo a 50 pesos, Kent a 100 pesos y Marlboro a 500 pesos.
Para los meses de agosto y septiembre, aprovechando las brisas que venían del norte, llegaba al pueblo la fiebre de las cometas. Había de todas clases y de todos los tamaños. Las más comunes eras las construidas con varillas de hojas de palma amarga o de lata, papel fino que vendían especialmente para ello y pegado con uvita o Colbón, un rollo de hilo curricán y con el mismo papel le colocaban zumbadores para hacer más atractiva la volada. La plaza era el sitio más concurrido para volar estás cometas por el espacio amplio y con pocos obstáculos. Allí se destacaron por su creatividad: Juancito Rodríguez Charris, Edrulfo Feria, "Pata e' Hierro" y Alfonso Gutiérrez. Además de la diversión que producía volar la cometa, algunos colocaban cuchillas en la cola para cortar en el aire los hilo de otras cometas.
En la diversión de los jóvenes también hubo modas, algunas llegaron al pueblo traídos de otros lugares y tuvieron poca permanencia en el tiempo; fue caso de los zancos que consistía en dos palos altos con unas horquillas donde se apoyaban los pies quedando la persona a tres o cuatro metros de altura. Con ellos se andaba varios metros demostrando con este juego agilidad y equilibrio. Eran juegos sanos y divertidos que tenían un alto contenido de enseñanzas y permitían el desarrollo de habilidades para el fortalecimiento del ser.
El lugar histórico para la práctica del deporte de jóvenes y adultos en la Bellavista de antaño fue la Plaza, allí se jugaba fútbol a diario y en alguna época de su historia también béisbol, deporte promovido y practicado por personajes destacados como Julio, Antonio y Luis Alejandro Vizcaíno y el “Nía”; años más tarde, se crearon nuevos escenarios para la práctica del fútbol en el barrio el Congreso y posteriormente en un lote ubicado en la finca de Sinforiano Restrepo donde hoy funciona la nueva escuela rural de Bellavista, sin embargo, el sitio más emblemático de todos fue la Plaza. Este lugar igualmente sirvió durante muchos años para la construcción de corralejas en las fiestas de octubre.
Se dio también en esa época, de una manera efímera, la intención de fomentar la práctica del boxeo aun cuando no tuvo un escenario específico para su práctica ni la relevancia esperada, a pesar que para esa época había muchos aficionados por la destacada actuación de boxeadores nivel nacional e internacional. Los impulsores fueron David Llanera hermano de Juan Llanera y el profesor Gregorio Sanjuanelo.
Pero indudablemente, el fútbol fue el deporte preferido de la juventud masculina bellavistera; por las tardes, una vez se terminaba la jornada de trabajo, se dirigían a la Plaza para jugar a pesar del desgaste físico de las jornadas de trabajo diario; su afición por este deporte hacía que apenas se colocaban el uniforme y los tacos se les olvidara el cansancio. Allí surgieron y se destacaron grandes jugadores de una primera generación como: Jorge y "Chichi" Valdés, Isidorito y Rafael Polo, Ángel Reyes, Víctor Medina, Juancho y Chichi Pabón, Euclides Acuña "Pata e' palo", Abel Meza, Manuel Pertuz, Eduardo Argüello, Francisco "Pele", Alfonso Gutiérrez "La Charúa", Roberto Ramírez "La Pelúa", Eliecer Borja, Jorge Vizcaino "Copete", Roberto Yance, Guillermo Hernández "El Secre" y otros muy conocidos. Entre los equipos de fútbol recordados en esa primera generación, se puede mencionar a Juventud Bellavista, Húngaros del dorado y al Unión Magdalena.
Posteriormente llegaron nuevas generaciones de buenos futbolistas como Ramón Vanegas, Juvenal Meza, los hermanos Vizcaino Bolaño, Jorge Feria, Tulio Vizcaino, José Vizcaino De La Hoz "Jicho", el "Negrito Pabón", Rafael "Rula", Eduardo Echeverría, Teobaldo Medina, entre otros. En esta nueva era se destacaron los equipos San Luis Beltrán, Nacional, los millonarios, Holanda y Pescaíto.
Teniendo en cuenta que para esa época no existía la televisión, aquellos que no jugaban futbol, acostumbraban reunirse en la estación para actualizarse de los últimos acontecimientos, referir o escuchar cuentos, jugar en el billar de Zabaleta o tomarse unas cervezas en las cantinas de Juana Villero, "Las tres Marías" de Pepa Jaraba o la cantina de María Ricardo.
Los bailes en principio solo se hacían en las casas cuando eventualmente se celebraba un matrimonio, por lo tanto, no eran muy frecuentes; el acontecimiento matrimonial duraba tres días: primero se celebraba la boda, el día siguiente el matrimonio y la fiesta seguía hasta el tercer día; estos bailes eran amenizados con los primeros picós de la época conocidos en Bellavista, los cuales estaban compuestos por tres bocinas colocadas: una en la puerta de entrada de la casa, otra en la sala de baile y otra en la puerta de salida al patio, la energía eléctrica la suministraba una pequeña planta con un motor a gasolina que prendía halando fuertemente una cabuya enrollada en su eje externo. Los pioneros en prestar este servicio de música en los bailes fueron José Isabel Valencia y Francisco Fontalvo.
Posteriormente los bailes se extendieron a las casetas que funcionaban exclusivamente en épocas decembrinas de finales y principios de año, en las fiestas de octubre y en los carnavales en las cuales no podían faltar los reinados. Estas casetas se constituían en un punto de encuentro para bailar, algunos conversar y otros a tomarse unos tragos; las que más se destacaron en su momento fueron: la caseta El Cafetal, la caseta de Manuel María Villero, la Central de Juana Villero, también administrada en algún momento por Isabel la mujer de Erasmo Vega, allí se escuchaba el gran sonido del picó el "San Martin No. 1"; para los carnavales, en una época se montó una caseta en el barrio el Congreso organizada por Elena Meza con el respectivo reinado de "Martha Primera". Los "picoteros" o animadores más destacados fueron Tulio Vizcaino y Olguer Patiño.
Esas casetas, en ocasiones, no tenían un desarrollo feliz porque algunos aprovechaban el momento, al calor de unos tragos, para hacer reclamos que terminaban a veces en riñas, donde las sillas y los puños marcaban la diferencia; después de la trifulca llegaba la calma y todos a bailar nuevamente.
En esas fiestas se usó durante muchos años el “barato” como medio para bailar con la pareja deseada, especialmente aquellos que por timidez no se atrevían a sacarla del sitio donde estaba sentada temiendo ser despreciados; esperaban el momento apropiado cuando el disco estaba terminando para rodear la pareja y quitársela al que si se había atrevido a sacarla; era una práctica poco elegante y riesgosa pero muy utilizaba. Algunas veces se formaban enfrentamientos cuando la pareja que estaba bailando no estaba de acuerdo, su negativa era interpretada como desprecio. Los “barateros” generalmente se ubicaban en la orilla de la pista, sitio que más posibilidades les brindaba para lograr su objetivo, por lo tanto, para bailar más de dos piezas era necesario ubicarse en el centro de la pista de la caseta.
Otro icono de la diversión fue el teatro Bellavista de Manuel María Villero diagonal al mercado público. Su gestor fue un personaje de grandes iniciativas que llevó novedosos e importantes eventos y espectáculos de entretención, entre ellos el cine; era músico y conformó una banda papayera o música de viento que acostumbraba sacar en las fiestas; fundó también una escuela de música para jóvenes. Al teatro llevaba películas especialmente mexicanas en blanco y negro, las cuales eran proyectadas con la ingeniosidad de Grimildo Mendoza el popular "Grimi". Algunas de esas películas de lo vieja, se veían opacas con deficiente sonido y con rayones. Ese lugar también sirvió para la realización de casetas y reinados en carnaval.
Los bellavisteros también tuvieron la oportunidad de apreciar cine en ciertas temporadas, traído por gitanos que llegaban al pueblo de forma inesperada, allí construían la carpa principal y las tribunas donde se sentaba el público; la proyección de las películas la hacían sobre un telón blanco. El sitio preferido para el montaje de esa infraestructura era la Plaza por la amplitud del espacio, también en cierta ocasión se instalaron en el patio de la casa de Héctor Venera y alguna vez en el patio donde funcionó por años la caseta El Cafetal frente a la vivienda de la Pabón. Aparecían por temporadas sin que se pudiera predecir su llegada, como tampoco su regreso una vez se marchaban. Había la creencia que tenían el poder para que durante el tiempo que permanecían en el pueblo no lloviera, por eso para algunos agricultores la llegada de esos gitanos no les era de mucho agrado Llegaban por espacios muy cortos y en los últimos días de su estadía hacían promociones de dos personas con una sola boleta; los que no teníamos para la entrada, por lo general, encontrábamos una forma ingeniosa para volarnos; el más recordado para evadir la vigilancia de la entrada era Ramiro Vizcaino el cual no había cine o circo en Bellavista que no se volara. Cuando les iba bien con la taquilla, postergaban su ida anunciando todos los días su última función y con ella la promoción.
Los circos también llegaron en algunas ocasiones al pueblo y se ubicaban en la plaza. Traían maromeros y payasos los cuales muy poco se relacionaban con la gente del pueblo. Sin embargo, hubo un personaje muy conocido y recordado entre aquellos visitantes de circos el payaso "Mandoquita", porque por las tardes se pegaba una escapada y se iba a jugar fútbol en la plaza.
Otro tipo de entretención en el pueblo, también reconocido y famoso especialmente para mayores de edad, era el mítico bar el Mechón Rojo que quedaba a la salida del pueblo en la carretera que conduce de Bellavista a Fundación por el sector de la finca El Jordán, allí muchos iban a buscar amor por un rato, sacar los estragos de la soledad o encontrar refugio a la implacable soltería; sin embargo, de ahí salieron historias de amor con final feliz donde algunos se quedaron a vivir con mujeres que trabajaron allí.
Después de la jornada académica diaria, las jóvenes tenían la obligación de ayudar en las tareas de las casas a sus madres y los varones a buscar agua en burro para el llenado de las albercas o tanques de hierro que no faltaban en cada casa, a cortar hierba para los burros, salir a coger pájaros con jaulas, con pegante de uvita o con hondas fabricada por ellos mismos, también a nadar en las tapas que quedaban cerca del pueblo o hacer los "mandaos" que a diario no podían faltar, entre ellos, ir a comprar lo necesario para el desayuno, almuerzo o comida.
Una de las preferidas para comprar por muchos era la tienda de María Ricardo a pesar de que vendía más caro y fallo que en otra parte; la razón de esa preferencia era la ñapa en panela que acostumbraba dar para atraer compradores especialmente niños y jóvenes; aún a pesar de la advertencia de los padres de no comprar allá, la tentación de la ñapa hacía desobedecer ese mandato; otros más osados, aprovechaban cuando María Ricardo iba a buscar los vueltos, para robarle cocadas de un armario viejo con malla de anjeo podrida.
Era una especie de tienda-cantina donde además de vender víveres y abarrotes, los fines de semana por las tardes prendía su picó; allí se reunía con su clientela favorita para embriagarse con Ron Caña, cerveza y con su música preferida de Antonio Aguilar, élla acompañaba a los tomadores y terminaba borracha también; repetía hasta el cansancio canciones como: “Por el amor a mi madre”, “Siete mares”, “Sonaron cuatro balazos” y “Ya viene amaneciendo”. Dentro sus clientes preferidos se encontraban "Geño" Cantillo y Aurelio Villa.
Otra costumbre legendaria era que, sobre sus hermosos y alegres atardeceres, la gran mayoría de sus habitantes solían sentarse en la puerta de la casa en taburetes recostados a la pared a esperar que las horas de la noche devoraran los últimos rayos del sol. Era un momento de frenesí, donde se desplegaba con intensidad emotivos saludos que podía escucharse a dos cuadras a aquellos que a diario acostumbraban a pasar hacia la estación en busca de diversión o del que regresaba de la tienda con el desayuno del día siguiente.
Eran auténticos conversatorios sobre la cotidianeidad en el cual los hombres hablaban de cosechas, de la llegada de las lluvias o a veces de boxeo y las mujeres aprovechaban para ponerse al día sobre los últimos aconteceres o chismes como decían en el pueblo; en ese momento no podía faltar el trapo para espantar los mosquitos que atacaban ferozmente entre las 6 y las 8 de la noche, la bomba para fumigar Kankil o Baygón, la encendida del tabaco o cigarrillo como excusa para ahuyentarlos o el humo de matarratón para apaciguar su ataque.
Otra costumbre tradicional era que en los velorios no faltaban los cuenta chistes que animaban cada noche; allí se formaban dos grupos: los que se ubicaban en el cuarto o en la sala acompañando a los familiares del difunto y los que se reunían en el patio para referir o escuchar cuentos o jugar una partida de dominó; no faltaba allí los cigarrillos, el tinto o el "calentillo" bebida aromática fabricada con hierba limón y con toque de picante. Los velorios duraban nueve noches, en cada una, las rezanderas hacían la oración, la más conocida y buscada fue Victoria Cantillo que vivía en el Congreso; a las 5 de la mañana del noveno día se levantaba la mesa. Generalmente para las nueve noches, llegaban familiares y amigos de otras partes, por lo que era necesario matar cerdo o gallinas para la comida de los visitantes.
Desde sus inicios y por mucho tiempo, los conflictos entre sus habitantes eran escasos y se resolvían, a lo sumo, entre hombres a puños y en el caso de las mujeres el cabello o el moño eran el flanco favorito; algunas se destacaron por su habilidad con el manejo de la lengua; su vocabulario era castizo, no convencional, fluido y con un repertorio de palabras autóctonas para agredir a su contrincante que muchos recatados preferían taparse los oídos cuando estaban peleando. Ahí se enteraba todo el pueblo de algunas infidencias como también se divertía con algunas exageraciones o inventos producto del calor del combate.
En ese sentido, un solo policía o máximo dos, eran suficientes para atender los requerimientos de orden público; no se requería arma distinta al revólver como símbolo de respeto y autoridad en sus habitantes. Algunas diferencias se resolvían con armas contundentes como machete, especialmente en la parte alta de la sierra nevada, pero no era la generalidad en el comportamiento de sus pobladores. Alfonso Ordóñez fue la figura más representativa de los policías que tuvo Bellavista, además, vivió muchos años en el pueblo y tuvo su familia ahí. Un personaje que aunque no fue policía oficial, se creía como tal, fue Miguelito Fontalvo, aquellos forasteros que no lo conocían quedaban convencidos porque vestía como tal con su gorra y bolillo. Para inicios de la década de los años 70 con el advenimiento del bum de la marihuana y de movimientos insurgentes, fue necesario incrementar la fuerza policial con armas más sofisticadas y de largo alcance.
En ese sentido, no se requería de grandes celdas o prisión, en su gran mayoría los conflictos se resolvían amigablemente o a través del pago de fianzas. Sin embrago, existió una cárcel o calabozo que tuvo inicialmente su ubicación en la Plaza en el sitio donde posteriormente se construyera la iglesia católica, luego fue trasladada a una casa contigua al billar de Zabaleta y posteriormente al barrio El Congreso después del cementerio.
Una de las anécdotas más recordadas fue cuando Alfonso Ordoñez llevó detenido a Alberto Regalao al calabozo del Congreso como consecuencia de una actuación fuera de la ley; lo metió en una de las celdas y le puso un par de candados grandes y suficientemente seguros que tenía para esos menesteres; una vez encerrado, Alfonso se dirigió a la plaza principal para continuar con sus labores como policía; cuando iba llegando al mercado fue alcanzado por Alberto Regalao que venía detrás de él y quien muy generosamente le hizo entrega de los candados en la mano. Alfonso se quedó estupefacto sin encontrar explicación alguna a ese suceso, le dio un abrazo y le preguntó "eche" Alberto como lo abriste y él le respondió, - averígualo -; no se supo cómo hizo para quitarlos y porque los candados estaban en buen estado. Por hechos como ese, se fue creando en el pueblo un mito alrededor de su personalidad, se le atribuía el poder del “secreto” para aparecer y desaparecer y que desafortunadamente no utilizaba para bien.
Fue un pueblo que durante décadas inscribió su leyenda en medio de las limitaciones de los servicios esenciales; no había energía eléctrica en gran parte de su recorrido histórico, solo se disfrutaba la luz en las noches de luna llena cuando en cada ciclo se asomaba por los picos de los cerros hasta su apuesta al amanecer. Allí se apreciaba en su majestuosidad el hermoso "cerro del sillón" ubicado al oriente. Curiosamente sus habitantes caminaban las calles en medio de la oscuridad sin tropezarse, porque ya se conocía donde estaba cada piedra, hueco o zanja. Inicialmente la única luz eléctrica que había la tenía el billar de Zabaleta alimentada por un motor Diesel que prendía todas las tardes hasta la madrugada y que suministraba la energía suficiente para la iluminación del negocio y los enfriadores. Solo hasta principios de la década de los años 90s fue cuando llegó el servicio de luz eléctrica.
El agua era un tesoro, solo tres fuetes abastecían al pueblo: el agua lluvia recogida de canales ubicados en los alares de las casas destinada en su gran mayoría al consumo humano y la preparación de alimentos; la otra forma de abastecerse era comprando agua de los pozos profundos que existían en las casas de la familia Barbosa y “Toro” así como en las fincas de Roque Argüello y Manizales, la cual llegaba a las casas a través de dos medios: el servicio puerta a puerta en “burro-tanques” y vendido por latas, era proporcionado por personajes como Pablo Polo, los hermanos José, Rafael y Adalberto Patiño; esta agua era utilizada para otros menesteres del hogar como el baño, el lavado de ropa o el regado de matas y la otra forma de abastecimiento fue la arriada en burro; era tan salada el agua de pozo que el que se bañaba con ella salía con el pelo tieso y enroscado. Una tercera fuente de agua, menos utilizada por la distancia, era la que provenía de la quebrada traída también en burros con calambucos o tanques plásticos.
El agua que provenía de la lluvia era depositada en tinajas de barro fabricadas por indígenas que habitaron el territorio y extraídas por guaqueros; era difícil encontrar una vivienda que no tuviera una tinaja; mantenían el agua fresca y agradable por eso eran consideradas las neveras de la época; hasta los más ricos tenían una en su hogar. Cuando el verano era extenso y se acababa el agua lluvia, tocaba tomar la salada de pozo.
Las aguas residuales del lavado de ropa o del baño, salían del patio de las casas y surcaban las calles como culebrillas. Los residuos sólidos de árboles o desperdicio de cocina se amontonaban en los patios de las casas o en la puerta de la calle, generalmente en las primeras horas de la mañana con escobas de fabricación casera hechas con varillas extraídas de hojas de palma amarga y tejida por manos expertas o se hacían también con una especie de mata que proliferaba en esa época denominada Escoba. La acumulación de basura amontonada en pilas era mitigada con fuego dado que no existía otra alternativa para eliminación de residuos. También era común en las casas, en ausencia de alcantarillado, las legendarias letrinas en el fondo del patio, el que no tenía una, le tocaba salir a las fincas vecinas, allí fueron muy famosas y útiles las maretiras (tusa) o el papel periódico. De igual manera, para las mujeres, las vasenillas se construyeron en elemento fundamental para suplir la ausencia de baños internos, especialmente por las noches.
Avanzada en telecomunicaciones ..
En su rápido crecimiento, fueron muchos los avances que tuvo Bellavista en aspectos claves que facilitaron su desarrollo. En primera instancia se puede mencionar su posición estratégica en razón que poseía el privilegio que muy pocos tenían en la región, lo que yo llamo "la cruz del progreso". Por ella pasaban dos vías que formaban una Cruz, de ahí se generaban cuatro salidas o entradas que dinamizaban su economía: la vía Copey - Fundación y la vía Algarrobo - Sacramento, lo que permitía un flujo de comercio muy activo. La estación era el punto de encuentro de estas dos vías y eje comercial. Por esa razón Bellavista, a pesar de ser un pueblo joven, alcanzó un nivel de desarrollo por encima de los pueblos vecinos y a ella llegaban con mucha frecuencia personas de diferentes partes del país, algunos de los cuales se quedaban a vivir allá.
Otro aspecto fundamental fueron las telecomunicaciones que colocó al pueblo a la vanguardia en la región por encima de otras poblaciones. Desde muy temprano, en postrimerías de los años 50s y gran parte de los años 60s, se creó el servicio de telegrafía, la tecnología más avanzada en comunicaciones para la época, que consistía en la recepción y envío de mensajes por medio de señales eléctricas transmitidas a través de hilos, decodificada y traducida a texto para la comprensión del usuario destinatario del mensaje.
Este importante servicio de comunicaciones tuvo su sede inicial al lado de la casa Gregorio Campo en la vía que conducía a El Copey. El primer telegrafista que tuvo Bellavista fue Juan Valle Villafañe el cual trabajaba en la empresa TELECOM y prestó ese servicio hasta el año 1968 cuando se trasladó al Barranquilla. En la historia y en el ideario de la población quedó registrada la trascendencia de este componente en medio de las limitaciones de la época.
Posteriormente llegó una tecnología más avanzada donde la señal para la transmisibilidad de mensajes se hacía a través de ondas radiofónicas, es decir inalámbrica. Los mensajes recibidos se entregaban en un medio denominado Marconi o Telegrama, muy utilizado en la época y se caracterizaba por textos con contenidos muy reducidos dado que su valor estaba determinado por el número de palabas donde el punto y la como se cobraban como palabas; su contenido era tan resumido que en ocasiones no se contextualizaba la información enviada y en otras no se entendía mucho lo que se comunicaba: “Necesito presencia urgente en casa. Saludos”; “Favor alistar maletas. Viaje mañana. Saludos”.
Con la ida de Juan Valle de Bellavista, se dejó de prestar el servicio de mensajes telegráficos o de comunicación radiofónica, sin embargo, se continuó solo con el servicio de recepción y envío de cartas a través de la extinta empresa ADPOSTAL en la casa del señor Gregorio Campo a través de la señora Carmen Orozco Solano esposa de Gregorio Campo y por Hernando Campo su hijo que aprendió radiotelegrafía en Bellavista y luego ingresó a Telecom en 1982. Allí llegaban las cartas enviadas de otros lugares y eran repartidas a los destinatarios por mensajeros generalmente menores de edad sin remuneración, solo las propinas que daban por llevar las cartas a sus casas. También se prestó este importante servicio en la casa de Carmen Mercado diagonal a Manuela Medina.
Más tarde llegó la telefonía fija a Bellavista, un sistema más avanzado dado que permitía la comunicación sincrónica entre las personas, es decir, en correspondencia temporal o simultánea, sin las limitaciones de tiempo y espacio. Fue prestado inicialmente por Serafina De La Hoz y posteriormente por Hortensia Álvarez. A pesar que era un servicio más avanzado, tenía ciertas limitaciones dado que cuando llegaba una llamada externa, la encargada debía enviar un informante a la casa del solicitado y esperar que la persona llegara para recibir la llamada, el que llamaba generalmente colocaba la hora para volver a llamar.
La atención médica primaria de pacientes se prestaba con medicina natural y en menor proporción medicina farmacéutica; en sus inicios la atención médica la ofrecía Doctor Beleño, médico naturista y botánico muy famoso en la región por sus conocimientos en la materia; curaba con plantas naturales medicinales en su consultorio que quedaba entre las casas de Julio Pabón y la de Elvirita al inicio del barrio el Congreso; la arquitectura de la casa era moderna y muy llamativa con dos estatuas de perro construidas en cemento y ubicadas en la terraza por lo que fue muy recordada por los habitantes especialmente los más antiguos. El reconocimiento a sus saberes era tan generalizado que el músico y cantante Calixto Ochoa le compuso una canción dedicada a su trayectoria y fama, titulada "El doctor Beleño". En el siguiente link se puede escuchar la canción:
https://youtu.be/ap6vXwA0ftA?si=psLPb_w8TZzdRXz6.
También brindó atención médica, especialmente naturista, Héctor Venera, muy reconocido también poque a pesar de no tener título profesional de médico, sus conocimientos y experiencias eran tan reconocidos que muchos confiaban en él con fe y devoción; para cada enfermedad tenía una solución, botellas con liquido de colores que recetaba preparadas por él a los que acudían a su consulta, es decir, tenía un laboratorio de medicina natural en su casa; los líquidos que recetaba no tenían restricción de edad ni contraindicaciones.
Eventualmente se acudía a médicos de afuera cuando se necesitaba una atención médica más especializada, los cuales llegaban solamente cuando eran solicitados.
Solo algún tiempo antes del desplazamiento se construyó un puesto de salud en la plaza donde el médico iba, a lo sumo, una vez a la semana para la atención de consulta externa; en esa época ya Bellavista contaba con el servicio de promoción en salud, allí recordamos a Marlene Osorio Milian y Hortensia Álvarez enfermeras que realizaron una labor destacable. También prestó los servicios como promotora de salud Serafina de la Hoz.
El primer nivel de atención en salud lo prestaban predominantemente personas con experiencia y tradición en la tratamiento de algunos trastornos o afecciones que no requerían atención especializada; en este nivel podemos mencionar a Jesús Quijano, que recetaba y también aplicaba inyecciones cuando era necesario; en su almacén, ubicado en una esquina de la estación, tenía una sección de droguería con los medicamentos más comúnmente usados. En el apoyo asistencial para los tratamientos médicos es importante destacar la labor que desarrolló empíricamente como enfermera Olivia Camacho la cual buscaban cuando se requería el servicio de inyección o en casos de suturar y curar heridas. Con relación al suministro de medicamentos, además de la tienda de Quijano, hubo posteriormente la única droguería especializada que tuvo el pueblo, la de Ramón Carrascal que quedaba ubicada cerca del mercado público frente al billar de Zabaleta.
Los partos en aquella época eran atendidos por comadronas o parteras con experiencia y conocimiento adquirido de manera ancestral y transmitidos a través de muchas generaciones; se destacaron allí Julia Santana residente en el Congreso; la señora Amparo de la Cruz mamá de Elvirita, Alicia Castiblanco y Hortensia Álvarez. Fueron muchos los niños que recibieron y gracias a su sabiduría fueron nacimientos exitosos.
Cuando una persona sufría una picadura de culebra, el más idóneo para su tratamiento era Temístocles Feria conocido como "Termo", su conocimiento ancestral en ese tema era tan profundo que difícilmente se le moría una persona cuando lo llevaban a tiempo. Esos saberes los heredó su hija Cleotilde Concepción "La Chongo" quién continuó con esa loable tradición curativa.
Sin embargo, para la época predominaba la atención familiar, tratamientos caseros con remedios preparados de plantas cultivadas en los patios de las casas; las más comunes fueron: el orégano para los dolores de oído, hierbabuena para el dolor de barriga, la fiebre la bajaban con baños de hojas de guarumo; para el parásito le colocaban un collar de ajo en el cuello; cuando se trataba de picaduras de alacrán le untaban ron con contra y le aplicaba una “mascá” de tabaco en la herida. En esta labor hubo en Bellavista personas que se destacaron por tener un amplio conocimiento ancestral sobre tratamientos con plantas curativas como el caso de Nora Torres Santana; cuando alguien se enfermaba la buscaban para la cura.
Otros remedios de auto receta en casa eran: el Emulsión de Scott y el jarabe de totumo para la gripa; el aceite Laxol para limpiar los pulmones; Piperacina para expulsar los parásitos, si la persona estaba debilucha le daban a tomar Forzan; para los nacidos o forúnculos le aplicaban ungüento Caraña; Sal de Frutas Lúa para combatir las agrieras o la indigestión y Alkaseltzer para el dolor de cabeza o el guayabo. También eran comunes el Veramón y el Mejoral y árnica para los golpes. Estos medicamentos no tenían contraindicaciones y las personas las consumían sin medicación.
Era tan exuberante la magia de ese pueblo que se constituyó en atractivo para músicos famosos del momento; allí solían llegar con frecuencia artistas como Julio de la Osa, Luis Enrique Martínez, Juancho Polo Valencia y Andrés Landero, un sanjacintero que se enamoró y se casó con Ana Lucila Ternera Pabón hija de Torreye. También fueron frecuentes las llegadas al pueblo de Julio de la Osa a tocar en parrandas, allí se enamoró de Chave Andrade a la cual le compuso y grabó una canción titulada “La Flor de Bellavista”, la cual se puede escuchar en la dirección: - https://youtu.be/SaenxZQ0nUw?si=-7epFZhzQSdDoxis -. Otros protagonistas de la música llegaban ocasionalmente al pueblo como el caso de los Hermanos López y Alejandro Durán.
Los artistas oriundos de Bellavista también jugaron un papel fundamental en el auge de la música que se escuchaba en el pueblo, especialmente la vallenata, marcando un hito en la historia; algunos llegaron a hacer parte de grandes agrupaciones musicales o grabaron álbumes en formato LP comunes en la época.
La ejecución del acordeón, tuvo como máximos exponentes a los músicos Erasmo y Manuel Vega conocidos como “los Pata Pelá” con estilos diferentes en ritmo y notas, siendo este último más notable por la rapidez con que ejecutaba las melodías; otros como Alejandro y Uldarico Pedroza; Juan Camacho y Miguel Fontalvo “Miguelito” hicieron parte de esta historia musical de Bellavista.
También es importante resaltar otros artistas de la música muy talentosos como el cantante y corista Blas Vuelvas que además de grabar un álbum con Abel Fuentes llamado "la Trilogía Vallenata", por muchos años hizo coro en segunda voz al conjunto de Daniel Celedón e Ismael Rudas; en la siguiente dirección se puede apreciar haciendo coro en la canción "Un día muy triste": https://youtu.be/J5ofUN7RW5Q?si=7qt-pleO1Sxx41ro. Podemos destacar también, como compositor y cantante a Víctor Medina, al grabar un álbum de música vallenata. Cómo coristas se destacaron Emildo Yance y Alberto Meza, en la caja Edrulfo y Eusebio Feria y en la guacharaca Luis Vuelvas "churupita".
Es loable destacar, también, en la música a Manuel María Villero, faceta que desarrolló el pueblo y que posiblemente algunos no tienen relacionado en su imaginario; logró conformar una agrupación de música papayera especialmente para épocas de fiesta y, además, daba clases de música.
Dentro de las nuevas generaciones oriundos de Bellavista que se han destacado posteriormente, podemos mencionar a Wilfrido Vizcaino Bolaño compositor, intérprete y cantante, con tres álbumes grabados ("Los hijos de la Nevada", "A otro nivel" y "Vizcaya Mix") y más de 100 canciones compuestas, además, es el único compositor bellavistero que aparece en los registros de SAYCO como socio activo. También se ha destacado en la música Andrés Landero Jr. siguiendo el legado de su padre como gran expositor e impulsor de la cumbia con mucho éxito en México. Han sido notorios también en el canto Mileida Vizcaino Bolaño grabando un álbum con un grupo de Fundación llamado “Fantasía 2000”, además, de tres canciones en las producciones de Wilfrido Vizcaino; otra artista destacada ha sido Maribel Rodríguez logrando grabar un sencillo dedicado a las fiestas del Mar en el cual está la canción "Para Santa Marta".
En la composición de canciones se hizo visible Antonio Vizcaino con la canción "Mañanitas Perfumadas" en el álbum Trilogía Vallenata y recientemente la canción "Hombre desdichado" en el álbum a "Otro Nivel". También alcanzó a destacarse José Vizcaino Bolaño como compositor de canciones vallenatas.
En el arte de la representación gráfica específicamente la pintura, a pesar que no fue una actividad generalizada y popular, hubo quienes se destacaron por su talento y habilidad como el caso de Edrulfo Feria y Grimildo Molina. En la elaboración de artesanías con contenido artístico se ha destacado Miguel Medina Blanquiceth.
Su fiesta patronal se celebra tradicionalmente del 9 al 12 de octubre; era la época más esperada del año para propios y visitantes que gozaban y bailaban los cuatro días. Sus habitantes se pavoneaban orgullos cuando por la radio más escuchada de la época Radio Libertad, se hacía el despliegue publicitario de sus fiestas en el espacio radial la "Rapsodia Vallenata" que dirigía Rafael Xiqués Montes con su recordado anuncio que a diario por las mañanas todos escuchaban: - “Toros, toros, toros en Bellavista Magdalena, con hermosos ejemplares de la hacienda de Sinforiano Restrepo; Bellavista los espera del 9 al 12 de octubre” -. Era una emisora de amplia sintonía en toda la costa lo que atraía a personas de muchos lugares.
Algunos de los toros que llegaron a Bellavista dejaron leyenda por su casta y bravura como el recordado "Mata siete", el cual los manteros respetaban por lo que las recompensas eran altas para el que lograra sacarle unos mantazos; otros fueron anecdóticos como los toros que para una fiesta envío Orozquito el hermano de Anays Orozco, tan mansos y sin bravura que la gente entraba a la corraleja y los agarraban por los cachos o por la cola sin que se inmutaran, esa corrida fue un fiasco y hubo que mandar a buscar otros.
La corraleja fue parte fundamental de la fiesta de octubre, complementaria al fervor religioso, cultural y también a la dinámica económica que generaba para los del pueblo y algunos visitantes; era uno de los espectáculos más esperados de las fiestas; por las tarde todos se arreglaban para ir a verlos. El escenario natural para las corralejas era la plaza, sin embargo, en algunas épocas se construyeron en otros sitios como el año que hizo en la vía de salida a la Loma del Bálsamo frente a las casas de Serafina y de la familia Orozco; era un espectáculo que unía a todo un pueblo.
Los toros eran suministrados por algunos ganaderos de la región que tenían vínculo comercial o sentimental con el pueblo como Sinforiano Restrepo, los hermanos Toño y Granito Andrade, Domingo Rueda, entre los más recordados; allí llegaban de otras zonas manteros y garrocheros que realizaban su labor a caballo o a pie atraídos por los premios que ofrecían por las arriesgadas faenas que hicieron historia; en todo caso al pueblo llegaron manteros de mucha experiencia, algunos se decía tenían secreto para enfrentar al toro y también no faltaban los borrachos perniciosos que se metían a la corraleja y, por lo general, salían mal librados. También llegaban banderilleros o garrocheros y especialistas en esquivar y saltar los toros lo que hacía llamativo cada corrida.
Además de las corralejas, se podía encontrar en la fiesta, atractivos juegos pirotécnicos además de los exóticos juegos como la cucurubá con su máximo exponente Ricardo Gutiérrez; llegaban también la ruleta, la vara de premio, la puerca pelá, entre otros, y por las noches la tradicional quema de castillos en la plaza, la bola de candela y la vaca loca.
La fiesta de octubre era un momento propicio para degustar las más creativas delicias que no se podían saborear en otra época del año, por lo tanto, eran muy esperadas por todo el pueblo; allí se podía encontrar raspaos de todos los sabores con leche condensada y los helados de conos comestibles que fabricaban y vendían los hermanos Ernesto y Humberto dos foráneos pero muy conocidos que llegaban a Bellavista en época de fiesta; se acostumbraban a hospedar en la casa de Rosa Rosellón. Cómo no había luz eléctrica en sus inicios, los bloques de hielo con que se hacían los helados los conservaban en cascarilla de arroz, esa era la nevera antigua para los negocios que manejaban productos fríos.
Dentro de las curiosidades anecdóticas en las fiestas se recuerda un personaje muy querido en el pueblo que compraba piezas completas de tela para hacer los vestidos de sus doce hijos y su mujer, dado que así le resultaba más económico y todos podían estrenar; en cierta ocasión compró una pieza completa de tela de flores con la cual vistió a toda su familia; cuando salieron a ver los toros a la plaza, la gente en la corraleja murmuraba en voz alta, “allá viene la Batalla de Flores”.
Bellavista era un pueblo esencialmente religioso con predominio de la religión católica. En su fiesta se desarrollaban actividades muy atractivas y divertidas. San Luis Beltrán, su santo patrono, era paseado por las calles principales del pueblo en una concurrida procesión el día principal, generalmente el 10 de octubre; sus habitantes salían a las principales calles o se asomaban a las ventanas para verlo pasar. Ese día era muy hermoso el despertar del alba a las 5 de la mañana con el desfile de devotos en medio de la oración del padre, el canto de los fieles, el sonar de cohetes y de la música de viento.
La misa en su honor se celebraba en sus inicios en la iglesia ubicaba en la plaza principal, años más tarde se hacía en el colegio del mismo nombre cuando no se contaba con iglesia y por último, en la iglesia construida en una de las esquinas de la plaza. Los bautizos se hacían solo en la fiesta patronal del pueblo, dado que para la época era cuando el sacerdote proveniente de Algarrobo llegaba a ofrecer la eucaristía acostumbrada. El sacerdote más recordado fue el padre Arévalo cuya paciencia y tolerancia no eran sus mayores virtudes.
Otro momento igualmente esperado en el pueblo era la apertura de las casetas, siendo el escenario más congregado de la temporada, donde bailaba desde el más pequeño hasta el más veterano. Las casetas más reconocidas fueron El Cafetal, la caseta de Manuel María Villero, la caseta Central de Juana Villero e Isabel y hubo un año que funcionó la caseta "Nido de Amor" frente al billar de Zabaleta; en el Congreso hubo también en cierta época, especialmente para los carnavales con sus respectivos reinados.
En estas casetas se presentaban los conjuntos vallenatos de la época que alternaban algunas veces con bandas papayeras; solían funcionar solamente en las fiestas patronales, a finales de diciembre, principios de enero y en los carnavales, lo que las hacía más atractivas y ansiosamente esperadas.
Dentro de los grupos musicales que se presentaron en la caseta el Cafetal, ubicada al lado de la casa de Andrés Marimón, se recuerda a César Castro, Gilberto Torres, los Pata Pelá y Chelo Rojano.
En la caseta Central de Juana Villero recordamos la presentación del Doble Poder Daniel Celedón e Ismael Rudas, al grupo San Fernando, a Farid Ortiz con el comandante Emilio Oviedo, a Miguel Herrera, a Jorge Jerez, el conjunto del Negrito Osorio y Carlos Narváez y el "Grupo J", un conjunto musical de Aracataca con requinto al estilo de Noel Petro, dirigido por Jorge Viloria el cual realizó varias actuaciones en la caseta de Juana Villero, llenando en sus primeras presentaciones la caseta, por lo que Juana decidió repetir la actuación en forma consecutiva cinco veces más. Cierto día, poco después de la última actuación cuando ya la gente estaba aburrida de ese grupo musical, se encontraba Juancho Andrade sentado en el mercado cuando pasó muy cerca Juana y le preguntó que músico iba a presentar esa noche en la caseta, a lo que Juana le respondió que el "Grupo J"; Juancho con gesto de aburrimiento le dijo: - "!Nojoda Juana otra vez con lo mismo!, dizque "Grupo J", un Grupo Jopo es que son ellos" -. De ahí en adelante la gente sarcásticamente lo llamaba era el Grupo Jopo.
En la a caseta Nido de Amor ubicada frente al billar de Zabaleta, se presentó el conjunto vallenato La Trilogía Vallenata con Blas Vuelvas y Abel Fuentes.
En cierta oportunidad, también organizaron una caseta Ramón Montero, Wenseslao y el negrito Pabón cerca de las casas de Victoria Alonso y Jaime Rende que posteriormente fue de Eustorgio León; allí se presentó la agrupación "Los Diablitos" de Omar Geles y Miguel Morales, como competencia a la caseta de Juana. Recordamos la anécdota cuando se hizo el contrato con Los Diablitos, llegó a la Loma del Bálsamo Omar Geles por el anticipo acordado, allí se encontró con Quiroga que acababa de llegar de Bellavista; Omar Geles le preguntó cómo estaba la vía y si el Termo podía llegar y salir de Bellavista sin problemas; Quiroga le contesto que si podía llegar, pero no estaba seguro que saliera porque en Bellavista llegó un termo que tenía muchos años de estar allá y no había podido salir.
Esas casetas eran sitios muy concurridos, a la cual algunos padres por costumbre solían acompañar a sus hijas más para cuidarlas que para divertirse y otros, en cambio, encontraban la excusa perfecta del cuido para gozárselas. Algunos avanzados en edad no pagaban la entrada, le decían al portero que solo venían a acompañar a sus hijas, sin embargo, cuando ya estaban adentro aprovechaban la multitud para brillar la hebilla.
Otra de las celebraciones habituales de la fiesta de octubre, en sus inicios, fue el fandango que posteriormente fue desapareciendo este baile popular; se realizaba y disfrutaba por las noches cerca de la plaza del mercado; era una especie de baile típico donde las parejas giraban sensualmente alrededor de la banda de músicos de viento o papayera y la mujer de cada pareja llevaba un paquete de velas encendidas en la mano que iluminaba el área donde se bailaba y hacía más visible esa expresión folclórica. Se recuerda mucho a Marquesa Fontalvo como uno de los personajes que más bailaba y gozaba el fandango.
También podemos resaltar, dentro de las solemnidades tradicionales muy atractivas, la Semana Santa; allí el pueblo se engalanaba con la presencia de visitantes de diferentes partes del país quienes atraídos por su encanto se extasiaban en su acogedora estadía. Esos momentos de reflexión espiritual eran acompañados de rituales famosos y el disfrute de los tradicionales dulces que se hacían en cada casa los cuales eran intercambiados de forma acostumbrada entre sus habitantes; era tan arraigada esa tradición de intercambio que se convertía en obligatoria y en la mayoría de las veces terminábamos comiendo los dulces que hacían en otras partes y no los de la casa.
En esta época era común encontrar los niños cruzándose por las calles con los platos de dulce repartiendo a los vecinos, familiares y amistades. Los más apetecidos eran los dulces de guandú, papaya, ñame, de leche y de coco.
En ese momento santo encantador y exótico, se escuchaba en su esplendor el sonido de las chicharras y los corombos en ruidos a veces ensordecedores pero agradables. Los creyentes en grupo salían a sacar higas de limón o cañandonga con fe y devoción el viernes santo al medio día. Por respeto los días jueves y viernes santo no se comía carne roja, solo pescado o huevo. En esos días solo se escuchaba música clásica en las emisoras por respeto a esas creencias y tradiciones.
Bellavista fue un corregimiento que en el momento cúspide de su desarrollo alcanzó una población superior a los 1.500 habitantes y aproximadamente 380 familias. La mayor densidad demográfica se concentraba en la parte alta de su área geográfica. Su territorio fue expandiéndose conformando una especie de extensiones a lo largo de las dos vías que cruzaban el pueblo y que se convertían en salidas sobre los cuatro puntos cardinales. En esas extensiones se fueron formando algunos barrios con nombres formalmente reconocidos y otros llamados por sus apodo con cierto sentido de jocosidad.
Entre los barrios más antiguos y populares que tenía Bellavista se destacaron:
“LA ESTACIÓN”, ubicada en la parte central de su zona geográfica, allí se encontraba ubicado el mercado público, toda el área comercial y de entretención más importante. Era el sitio donde confluía toda la población a realizar transacciones comerciales o a divertirse jugando, mamando gallo, referir chistes y cuentos.
“EL CONGRESO”, según la historia fue el lugar por donde inició Bellavista, empotrado en la parte baja sobre la salida a Fundación, una calle larga con casas de ambos lados sobre la carretera. En este barrio se encontraban ubicados cuatro iconos de la antigua Bellavista: el cementerio, la cooperativa, la Loma de Gaspar y el Mechón Rojo.
"LA PLAZA", se denominó así al área circundante a la tradicional y pedregosa cancha de fútbol, como también las dos versiones que tuvo la iglesia católica; un sitio histórico por su tradición y porque allá se desarrollaba la gran mayoría de los espectáculos que venían de afuera o en festividades de octubre.
"LAS DELICIAS", más conocido como “el Cascarón” ubicado sobre la parte suroccidental; nombre colocado despectivamente por algunos pobladores en razón a que allí vivían personas que subsistían de la venta de maíz y sus derivados. Su área de influencia estaba comprendida entre el denominado zanjón de María Ricardo, la familia Medina Blanquiceth y la última casa al fondo de Joselito de la Hoz.
"LA PUÑALADA" , fue el más nuevo de los barrios anteriormente citados, ubicado al oriente del pueblo, ese nombre coloquial se le colocó porque para la época la gran mayoría de sus habitantes eran "cachacos" y algunos tenían por costumbre resolver sus diferencias con machete y cuchillo especialmente cuando estaban bebiendo.
Bellavista a pesar de haber sufrido la adversidad de dos acontecimientos que históricamente marcaron su destino, ese mítico e inmarcesible pueblo cargado de historias y aprendizajes sigue incólume e impregnado en la memoria de cada habitante por su inquebrantable hospitalidad y sus recordadas vivencias anecdóticas.
El primer hecho adverso fue cuando en pleno apogeo de su madurez, por la absurda decisión de un centralismo inconsulto, le quitaron inexplicablemente su vía principal de comunicación, la carretera que lo conectaba por el norte con la cabecera municipal de Fundación y al sur con el interior del país, dejando al pueblo sin la arteria que le daba vida, dinamismo y vigor. Este hecho histórico se puede considerar como el primer punto de inflexión en su acelerada curva de crecimiento que detuvo su reciedumbre, dado que muchos negocios que estaban instalados allí se fueron, unos para la Loma del Bálsamo y otros para Fundación. Según datos históricos, los carros dejaron de circular por la vía de Bellavista el 20 de julio de 1978 día en que se inauguró el puente de Ariguaní sobre la nueva vía pavimentada y con ello la muerte paulatina de su auge.
El segundo suceso determinante y mortal para su auge, sucedió un 28 de octubre del año 2001, cuando se dio el desplazamiento masivo e injusto que partió la historia del pueblo en dos y produjo una migración de su población a entornos que muchos de sus habitantes extrañaron y algunos lo condujeron a su tumba. La salida produjo una ruptura de convivencia pero no de hermandad. Desde otros entornos aún siguió su contacto y su remembranza.
Durante algunos años, posterior a el desplazamiento, Bellavista se convirtió en un pueblo fantasma, deshabitado y lleno de miedos, solo hasta finales de la década de los años 2000 muchos pobladores decidieron regresar, cuando habían mejorado algunas condiciones de seguridad, en su gran mayoría no oriundos de ahí y que no vivieron su primera etapa. Sin embargo, a pesar de que su infraestructura y entorno fueron destruidos en su totalidad, no acabaron con el sueño y hermandad de cada uno de los que tuvieron el privilegio de haber nacido en su seno o aquellos que por adopción fueron seducidos durante años por su vocación productiva, calidez, sencillez, generosidad y hospitalidad. Su historia quedó impregnada en la memoria de cada uno de sus habitantes con un sello imborrable por más lejanos que se encuentren o por más remoto que sea el tiempo.
No existe una versión definitiva y comprobada sobre la llegada de los primeros pobladores a Bellavista; se cree que se dio a finales de la década de los años 20 del siglo pasado. Sobre su origen existen algunas versiones recogidas de antiguos pobladores que habitaron ese territorio desde sus primeros años.
Una de ellas, ubica el comienzo de Bellavista en predios de la finca el Jordán contigua al barrio el Congreso; allí según esa versión, la primera casa fue construida por Félix Durán, un comerciante que compraba cosechas de la zona y decidió instalarse en ese lugar para facilitar sus operaciones de comercialización. En esa época ya existía un camino de herradura que venía de los campamentos de Ecopetrol ubicados en el municipio de Ariguaní, pasaba por la finca "Si Dios Quiere" hoy Loma del Bálsamo, continuaba por el barrio el Congreso hasta llegar a Fundación.
Por ese sendero circulaban productos especialmente cosechas y provisiones lo que convirtió el sitio en un punto estratégico; fue a partir de ahí cuando empezaron a llegar los primeros pobladores ubicándose inicialmente en el barrio el Congreso y luego en la zona central de Bellavista.
En la parte más alta del pueblo, en la cual confluyen hoy las vías de Algarrobo - Sacramento y la de Fundación - Copey, específicamente en los terrenos donde se encuentra ubicada la Estación, se radicó Plácido Yance considerado como la primera persona que construyó su casa en ese sector; poco tiempo después, para la misma época, llegó Manuel María Villero proveniente de la Guajira el cual inicialmente había decidido asentarse en Algarrobo y luego se trasladó a Bellavista, construyendo su casa donde hoy queda ubicado el mercado público siendo necesario el traslado de la casa posteriormente al sitio donde permaneció definitivamente por muchos años.
Los primeros pobladores que llegaron al Congreso se cree que fueron Julia Santana, Felipe Peña, Josefa Torres, la familia Mosquera dueños de una casa grande ubicada después del Mechón Rojo, Mercedes Milian (mamá de Gaspar Vanegas) y Leónidas Milian; luego llegaron a ese sector las familias Mejía, Vega, Durán y Jaraba. Se dice que para esa época llegó también a Bellavista José Antonio Gutiérrez padre de Gonzalo Gutiérrez.
De acuerdo con los relatos de algunos habitantes, en el año 1932 culminó la construcción de la carretera Valledupar - Fundación que pasaba por Bellavista, una carretera destapada pero con alto flujo de tráfico tanto de pasajeros como de carga; esta carretera le dio vida y fue soporte de su desarrollo comercial y demográfico. Antes de la construcción del puente, se debía cruzar la quebrada a pie, en bestia o en carros cuando no estaba crecida o esperar que bajara su cauce lo que obstaculizaba el paso de mercancías. En el año 1933 se realizó la construcción del puente sobre la quebrada.
Es importante resaltar que desde su inicio, Bellavista fue un pueblo con una estructura poblacional multicultural y también pluriétnica; en su seno se asentaron comunidades de diferentes regiones del país y de contextos idiosincráticos diversos que le permitieron enriquecer su legado en diferentes ámbitos de su acontecer.
En los primeros años de su existencia, llegaron inmigrantes atraídos por su auge, entre ellas algunas comunidades negras que se ubicaron en diferentes zonas de su área de influencia, inicialmente en el barrio el Congreso y posteriormente en la zona sur occidental y en la oriental en la salida de la vía a Sacramento; este primer grupo provino en su mayoría del departamento de Bolívar especialmente de lugares como María la Baja y San Cayetano corregimiento del municipio de San Juan Nepomuceno, como también de la Zona Bananera, trayendo consigo su cultura y sus costumbres; por eso no era extraño disfrutar en el pueblo de su gastronomía típica, delicias como alegrías, caballitos, cocadas, bollos de millo (angelito) y de plátano que producían y vendían por las calles en poncheras colocadas en la cabeza con un trapo envuelto en circulo para darle mayor estabilidad y evitar que se cayera una técnica típica de esta comunidad. De este grupo poblacional inmigrante se pueden destacar algunas familias como Peña, Santana, Valdés y Blanco en el Congreso, Feria en el sur occidente y Marimon al oriente.
También llegaron a este territorio en los inicios de la década de los años 50, comunidades del interior del país en su gran mayoría de los Santanderes y del Tolima, conocidos genéricamente en el pueblo como “cachacos” independiente del lugar del interior donde venían. Esta comunidad era proclive a la producción de café muchos de ellos tenían sus fincas arriba en la sierra y venían al pueblo ocasionalmente; los que tenían sus casas en Bellavista aprovechaban los extensos patios para realizar el secado de café. Otros, especialmente los de origen santandereano, se dedicaban al comercio a través de tiendas o almacenes; algunas de las familias más representativas de este asentamiento poblacional fueron los Barbosa, Argüello, Navarro, Oliveros, Quijano, Vargas, Álvarez, entre otros.
Por otro lado, hubo una llegada masiva de personas oriundas de la zona del río Magdalena especialmente de corregimientos como Carreto, Cantagallar, Tíogollo y Playón de Orozco en el municipio de El Piñón. En este grupo poblacional podemos destacar las familias Vizcaino, De la Hoz, Montero, Camacho y Medina. Del municipio de Salamina llegaron familias como los Patiño y Pacheco y de la zona centro del departamento del municipio de Chibolo llegaron las familias Bermúdez, Jaraba y Andrade y de Plato las familias Zabaleta y Campo.
Ese fenómeno migratorio hizo que su economía fuera diversa lo mismo que sus expresiones culturales enriqueciendo su herencia histórica. Sus bailes, su gastronomía y sus creencias fueron una agradable mezcla que consolidó las bases de un enclave único. Posteriormente se dio el cruce entre habitantes de estas comunidades lo que produjo un mestizaje que fortaleció la convivencia entre estas distintas poblaciones.
La infraestructura de sus viviendas también era diversa y fuertemente influenciada por la procedencia e idiosincrasia de sus habitantes; en sus inicios predominaban las viviendas construidas con paredes de barro, empañetadas con boñiga de vaca soportadas con estantería de madera y una especie “lata” o caña de corozo de contextura muy durable, los techos eran construidos con palma amarga en una variedad de entramados; También se construyeron muchas casas de tabla las cuales poco antes del desplazamiento existían en su modelo original como la casa de la señora María Charris que lograron perdurar por años como símbolo de su arquitectura inicial. Posteriormente esas casas fueron reemplazándose por casas de material con bloques y de tejas de cemento.
Anécdota: La puerca salada …
En cierta ocasión en la finca Manizales después de la distribución que se hizo de las tierras, se sembró sorgo o millo como se le llamaba en la época; En Bellavista era costumbre que los puercos anduvieran libres lo que ponía en peligro el cultivo dada su habilidad para remover la tierra con el hocico. Era necesario entonces buscar una persona que cuidara, en especial de los puercos del barrio el “Cascaron” que muy temprano salían a la calle a rebuscarse la comida; para tal fin buscaron a Ángel Padilla conocido como el “padilloso” al cual le dieron una escopeta para que cuando viera los puercos en el cultivo les hiciera tiros y los ahuyentara.
Un día se metió una puerca de los Medina en el cultivo y en vez de hacer un tiro al aire para espantarla, le metió un tiro en la cabeza. Al cabo rato la peló, la saló y se la llevó en un balde al Congreso donde vivía. Para llegar a su casa desde Manizales debía pasar por la Estación donde se encontraba Juan Manuel Jaraba reunido con otras personas en el ventorrillo de Lucía Jaraba, quienes al verlo pasar se preguntaron que llevaba en el balde.
Después de un rato apareció el dueño de la puerca y puso el denuncio contra Padilla como autor de la desaparición de la puerca ante el inspector de policía, por lo que se lo llevaron detenido. Cuando lo conducían al calabozo, al pasar por donde estaba Juan Manuel, este le preguntó:
- “Aja Padilla para donde te llevan?” -.
- “Ombre Juan Manuel, tu todo lo quieres saber” -.
- “Ombre tengo problemas porque a mí el Blanco me dio una orden que todo animal que entrara al cultivo lo matara” -.
Y le dice Juan Manuel.
- “Si pero no que lo pelaras y lo salaras”- .
- “Ombre respete Juan Manuel, carajo” -.
Al rato, cuanto estaba haciendo la declaración ante el inspector, llegó alguien y dijo:
- “Si señor, él tiene esa mala costumbre; a mí me robó un nido de canario que tenía en un palo seco donde Sinforiano” -.
- “Erda, llegó Monchito, el tipo que más sabe en esta región; ese si es una eminencia” -.
Seguidamente expresó una frase que quedó grabada en el recuerdo:
En una de esas batidas se llevaron a Manuel de Jesús Meza conocido como “Jaco”, el cual se encontraba en el Mechón Rojo pasando un buen rato. Se lo llevaron y duró aproximadamente seis meses lejos de Bellavista. Inexplicablemente se presentó al pueblo sin una razón conocida; cuando llegó a su casa le preguntaron porque se había fugado del cuartel a lo cual respondió:
- “Me vine porque tengo ya seis meses de estar allá y todas las mañanas llaman a lista a los soldados y a mí no, siento que estaba perdiendo el tiempo y por eso preferí venirme”.
En el ejército como disciplina militar cada día al levantarse se acostumbra hacer fila y pasar revista al personal mediante llamado a lista, la cual empieza por los apellidos y luego el nombre:
- “Pérez Juan, Pimienta Rodrigo, Plata Sergio, Meza Manuel de Jesús …” -.
Llamados a los cuales Jaco no respondía.
Muy preocupados le preguntaron en su casa:
- “¿Tú eres consciente de lo que hiciste?, te pueden meter preso por volarte del cuartel” -.
- “Ajá, yo veía que llamaban a todo el mundo y a mí no, o sea que para ellos yo no existía” -.
- “¿Estás seguro que no te llamaban Jaco?” -.
A lo que respondió:
- “Segurísimo, siempre estaba pendiente y nada” -.
- “Jaco, ¿no será que te llamaban era por tu nombre?” -.
- “Ñercole, eso va a ser, yo si veía que llamaban a un soldado todos los días y nunca contestaba, pesé que se había volado, pero no sabía que era yo” -.
Anécdota: Pajarito o golero …
Uno de los grandes personajes que tuvo Bellavista fue el señor Gregorio Campo por su trayectoria de vivencia en el pueblo y su capacidad para estar enterado de lo que acontecía diariamente. Con los años, cuando se le dificultaba ir a su finca, permanecía todo el tiempo en su casa que tenía el privilegio de estar en una esquina y además tener una gran terraza en forma de “L” que facilitaba observar todo o que pasaba de este a oeste y de norte a sur; además, quedaba a una cuadra del mercado público lo que le permitía estar enterado de los acontecimientos que pasaban allí; sus comentarios siempre tenían un sentido anecdótico por eso muchos lo recuerdan con cariño.
En cierta ocasión estaba conversando con Marquesa Fontalvo una mujer de piel negra muy alegre y conocida en Bellavista; en medio de la conversación, hizo un comentario relacionado con su hermana Manuela Fontalvo:
- “Oye Marquesa, esa Manuela si esta jodida con ese marido que se gasta, ese tipo no sirve para nada, no sirve, se la pasa todo el tiempo dormido y tiene un hijo el Carracachero que tampoco sirve” -.
Marquesa lo escucho con atención y guardó silencio. Salió para donde su hermana y le comentó lo que había dicho sobre Gutiérrez su marido.
Muy furiosa salió Manuela a hacerle el reclamo:
- “Oiga señor Campo, me dijeron que usted se puso a hablar de mi marido diciendo que no servía para nada” -.
Muy sorprendido preguntó:
- “¿Y quién le dijo eso?” -.
A lo que Manuela respondió:
- “A mí me lo dijo un pajarito” -.
En forma muy rápida y coloquial el señor Campo replicó:
Colegios: de la seño Chave, la seño Alba Bermúdez, Gregorio Sanjuanelo, el colegio de Zinc y San Luis Beltrán.
Quebradas: la principal que quedaba a la salida de la carretera hacia Santa Rosa y la quebradita que quedaba en la vía a la Loma del Bálsamo.
Tapas o jagueyes: de Mauricio Fuminaya, de Sinforian Restrepo y de la Cecilia.
Fincas: el Triángulo, Manizales, el Jordán, La Cecilia, la finca de Roque Argüello, el Silencio, La Popa, Puerto Limón, el Santuario, Tayrona, Tucuraca y Las Pelotas del Docto.
Emisora Radio Bellavista: con sus locutores Moncho Vanegas y Tulio Vizcaino.
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La poesía es:
decir las cosas de una manera hermosa y describir la vida sin límites ni medida.