LA BELLAVISTA DE ANTAÑO

Manuel José Montero Vizcaino

LA BELLAVISTA DE ANTAÑO
Una antología del recuerdo como homenaje a un simbólico lugar

SITIOS EMBLEMÁTICOS
La sierra nevada, las parrandas, la estación, la plaza, 
sus montañas y su ubicación geográfica.
Octubre de 2020


I PARTE: LA MAGIA DEL RECUERDO

De sus exóticos encantos …

      En uno de esos paradisíacos lugares de nuestra geografía regional, se encuentra empotrado el corregimiento de Bellavista antigua jurisdicción del municipio de Fundación y hoy perteneciente al municipio de Algarrobo; un pueblo lleno de magia, de suelos arcillosos, empedrados, clima cálido y acogedor, fuertemente influenciado por los vientos tenues que le regala la sierra y donde la naturaleza le coquetea al placer.

      Era esa villa en el que los arreboles de cada atardecer se veían más hermosos que en otro lugar del planeta y sus amaneceres llenaban de prestancia, alegría y color su entorno, impregnándole energía, vitalidad y sosiego a todos sus habitantes. El que llegaba a ese lugar era hechizado fácilmente
por sus encantos y terminaba haciendo parte de la construcción de su historia. Fue un punto preferido de forasteros por su acogida inigualable y cada uno tenía un espacio para disfrutar su hospitalidad.

      En su vientre se engendraron generaciones de grandes personajes que han enaltecido su legado, hijos ilustres que lo han representado dignamente con hidalguía y decoro, hoy cohabitando desde diferentes puntos de la geografía nacional e internacional. Había allí una oportunidad para cada persona más allá de las limitaciones existentes en la época; la creatividad era rampante, desde el más pequeño de sus integrantes hasta el más veterano de los congéneres, ideaban y desarrollaban instrumentos y mecanismos para la solución de sus necesidades y las compartían sin egoísmos ni prevenciones. La solidaridad era un valor consuetudinario que hacía parte del ADN de cada habitante.

      Fue un pueblo esencialmente pujante, allí el sol naciente iluminaba con esplendor cada día siendo testigo mudo por generaciones del frenesí con que abuelos y padres agricultores o jornaleros desarrollaban sus largas jornadas de trabajo, las cuales en sus inicios estuvieron enfocadas a la civilización de tierras baldías, de bosques montañosos primarios y a la explotación de madera, posteriormente dedicadas a actividades agropecuarias. Muy temprano salían emocionados e ilusionados con sus compañeros de lucha, burros o mulos utilizados para el desplazamiento y para arriar carga de regreso; en ocasiones se hacían acompañar de perros adiestrados para la caza con la cual complementaban su subsistencia. Ese periplo diario era guiado por un imaginario popular que pregonaban a menudo "el que madruga Dios lo ayuda". El rigor de su largo recorrido y sus extenuantes jornadas se lograba minimizar, a veces, con cantos y silbidos por las madrugadas en su desplazamiento al sitio de trabajo o en plena faena de sus actividades.

      Eran esos nostálgicos tiempos en que las aguas no necesitaban tratamiento dado que provenían de lo íntimo de la tierra, mágicamente filtrada y brindada con pureza natural al sediento trabajador; aguas cristalinas que corrían suavemente desde manantiales y alimentaban las quebradas hoy casi extinguidas por la despiadada desforestación. En el camino o en el trabajo no acostumbraban a tomar agua en vasos, fabricaban el envase con hojas de bijao en forma de cono o en oportunidades con las manos se disfrutaba su frescura.

      En esa rutina diaria el sol era el único referente indicativo que hacía fenecer cada jornada de trabajo y el retorno a casa; era ese instante en el que astro rey acariciaba la apuesta sobre la cumbre de las montañas, única alternativa válida de medida del tiempo durante años por la inexistencia en el campo de dispositivos que permitieran referenciar la hora. Tenían un reloj biológico que les permitía predecir con exactitud la hora sin ayuda de la tecnología, solo con la simple intuición fortalecida con sus largos años de experiencia y conocimiento heredado de sus antepasados. A su regreso traían productos cosechados en sus "rosas", como también tercios de leña el combustible más utilizado en la época para cocinar alimentos. Eran aquellos campesinos que con sus afilados machetes y hachas surcaban el camino de la esperanza; cada cosecha reflejaba en sus rostros la alegría y materialización de su esfuerzo llenándolos de fortaleza y certidumbre para iniciar nuevos proyectos exploratorios en tierras baldías, vírgenes y fértiles.

      Las mujeres desde sus hogares contribuían al fortalecimiento de la unidad familiar en la que, además del carácter recio con que impartían orden y excelente crianza a sus hijos, aportaban a la economía del hogar con la venta de productos de cosecha, actividades artesanales como la costura, el tejido, así como la elaboración y comercialización de productos procesados, entre otros.


De sus actividades económicas …
 

      La agricultura tradicional practicada por la gran mayoría de sus habitantes, más que un modo de subsistencia, era una oportunidad de vida y de ilusión; los cultivos más generalizados eran la yuca, el maíz, ajonjolí, ahuyama, patilla y otros productos de pancoger, fundamento del sostenimiento de los hogares, de la economía local y la comercialización con comunidades vecinas.

 

      Se desarrolló también la agricultura comercial tecnificada a mayor escala como el algodón y el sorgo; el primero, tuvo  su auge en los años setenta y fue considerado como el “oro blanco” en razón a que su cultivo permitió a muchos hogares mejorar su calidad de vida dada la alta capacidad de absorción de mano de obra en todas sus labores. También predominó por décadas el cultivo de café promovido por inmigrantes del interior del país. Era cultivado en la parte alta de la sierra especialmente en las veredas de Sacramento y Santa Clara. Una vez recolectado y despulpado, era transportado en camionetas que bajaban todos los días para luego ser secado en los patios de las casas acondicionadas para tal fin; su comercialización se realizaba a través de la cooperativa de caficultores, cuyas bodegas de almacenamiento y sede administrativa quedaban ubicadas en el barrio el Congreso diagonal al cementerio.

 

      Otra actividad fundamental fue la ganadería de grandes extensiones que circundaba su entorno llegando a estereotipar, en cierto sentido, diferencia de clases y otras de poder, sin embargo, fue un pueblo donde todos convivían en armonía y tranquilidad. Los grandes ganaderos eran considerados los ricos del pueblo, dentro de los cuales estaban: Gonzalo Gutiérrez, Génito Andrade Olaya y Sinforiano Restrepo; la leche que producían sus hatos generalmente se vendía a empresas procesadoras como COOLECHERA y CICOLAC.

 

      En su área de influencia hubo también medianos ganaderos que vendían la leche a estas empresas, aun cuando en menor escala; su capacidad de producción no superaba las cuatro cantinas o "calambucos" diarios como el caso de Roque Argüello, Mauricio Fuminaya, José Martin Rada y Félix Rodríguez. Sin embargo, la gran mayoría de productores se concentraban en la pequeña ganadería o de subsistencia, tenían pocos animales con o sin tierra y eran los únicos productores de queso de la región para abastecimiento del pueblo y vendedores ocasionales; las pequeñas cantidades producidas de leche no eran atractivas ni rentables para estas compañías, de igual manera, su producción estaba ubicada en sitios de difícil acceso para los camiones recolectores, e ese sentido, les quedaba solo la alternativa de la transformación en queso de manera artesanal con cuajo de vaca, en pequeñas empletas o envuelto en franelas que lo hacía más natural y demandado; como un derivado de la producción de queso se obtenía un suero que para la época le denominaban mantequilla de color amarillento dada su alta concentración de grasa, ese producto era poco comercializado y dedicado más bien al autoconsumo. En esa dinámica de la pequeña producción se encontraban curiosidades como aquellos que teniendo ganado no tenían finca, como el caso de José Patiño que utilizaba la finca más larga de la región, la orilla de la carretera que de Bellavista conducía al El Copey; por su naturaleza era la explotación ganadera más rentable dado que no tenía costos de mantenimiento, no pagaba desmonte como tampoco se preocupaba por pagar impuesto predial; todos los días “jardeaba” las vacas desde su casa hasta la carretera donde se alimentaban  del abundante pasto que había en sus orillas; por las tardes las traía, las dejaba en la plaza donde dormían y al día siguiente en la madrugada las llevaba al patio de su casa para el ordeño; su producción la destinaba para el consumo familiar y el excelente lo vendida por litros a los vecinos.

 

      El comercio era abundante y muy dinámico, estaba representado en tiendas y almacenes que abastecían, además del área urbana, las comunidades veredales vecinas arraigadas en la Sierra Nevada y poblaciones a su alrededor como Santa Rosa, el 25, la Loma del Bálsamo, Río Mar, Algarrobo, las Colonias de Chimila, entre otras. Allí se destacaron almacenes como el de Jesús Quijano, Secundino Olivero, Calixto y Eusebio de la Hoz y el Centavo Menos, así como las tiendas de María Ricardo,  Manuel María y Juana Villero, Ramón Betancourt, Carmito Castro “Muerto Parao”, Lucía Jaraba, la señora Emilia, Wilson Castaño, Pepa Jaraba, entre las más destacadas. También tenían gran relevancia las ventas ambulantes, estacionarias y móviles especialmente en la estación o plaza de mercado de las cuales dependía la subsistencia de muchas personas y familias. Allí se observaba a diario jóvenes que con sus poncheras y en sana competencia ofrecían al pasajero de buses de Brasilia, Copetrán o camiones de carga, productos típicos como el guarapo de piña, “quequi”, piña en torrejas, caballitos, almojábanas, cucas, cocadas, bolas de chocolate de maíz cariaco, bollos de mazorca con anís en grano, buñuelos y otras delicias producidas por las manos laboriosas de sus habitantes entre los que se puede destacar a Norca Barrios, la familia Fontalvo, Nieve Feria, entre otros. Era raro el visitante que no se bajaba a tomar un sabroso y refrescante guarapo de piña que ofrecían Ruth Mary, Luz Marina y Andreita Marimón, Marina, Dalgis y Beatriz “la nena” Fontalvo, Dilia y Miladis Vizcaino Rosellón, allí también eran muy conocidas la avenas de Grimildo Mendoza.

 

      Otros negocios populares fueron: la venta de queso de Lucía Rada y Victoria Ospino; de leche donde Jesús Quijano, Roque Argüello, Finca Manizales y José Patiño; la venta de yuca de Andrea de la Rosa, Eucaris Bolaño y Toño Altahona; los bollos de Petrona Cantillo y Nieve Feria; la panadería de Víctor Vargas y los raspaos de Adalberto Patiño.

 

      En el mercado se expendía carne de res por las madrugadas y hasta las primeras horas de la mañana; generalmente se sacrificaba una res por día y en épocas de cosecha de algodón se mataba una adicional dada la alta demanda. Los expendedores más reconocidos eran Lorenzo Yaneth, Joaquín Cortina y Eulogio Cantillo los cuales muy temprano, entre la una y dos de la mañana, iniciaban su labor de sacrificio en el matadero para luego transportar la carne al mercado en el carro e' mula de Adalberto Patiño; el que quería comprar carne debía madrugar y esperar que Lorenzo Yanet o Joaquín Cortina lo atendieran; la espera a veces se hacía interminable cuando había bastante gente esperando su turno y solo se escuchaba el pregón del día de los que allí rodeaban el puesto de venta: "Despácheme media libra de carne", "a mi libra y media de hueso", "para mi media libra de hígado", "yo quiero una libra de sobrebarriga"; todos al unísono gritando lo que  a veces les hacía salir de casillas, pero como ya venían entonados con Ron Caña del matadero, podían soportar la presión. Tenían  una calculadora en la cabeza, poco se equivocaban sumando, aun cuando la compra fuera variada y en diferentes cantidades. Por lo general, la mejor carne se la llevaban los restaurantes y las fincas aledañas y si contábamos con suerte, se podía conseguir un poco de hueso blanco con carne de pecho o asadura. En el pesaje de la carne se utilizaban pesos de reloj donde la mano del cortador ayudaba a mover la aguja, de aquí que la carne por lo general tenía unos cuantos gramos menos y el que se atrevía a devolverla lo castigaban posteriormente dejándolo de último cuando ya quedaba solo hueso y pellejo o no venderle carne.

 

      Los Matarifes o compradores de ganado más reconocidos fueron Jaime Meriño, Braulio Echeverría, Andrés Marimón, Saul Bravo, Víctor Vizcaino, Eulogio Cantillo (también picador de hueso), Julio Vizcaino, Toribio Jaraba, Mamerto Cera, José Mendoza, Juan Manuel Jaraba y Ramón de la Hoz. También llevaban al mercado carne de cerdo: Torreye Ternera, Heriberto Villa y Pablo Rojano.

 

      En el mercado se vendía también pescado fresco o salado traído generalmente del sur del departamento del Magdalena. Los vendedores más reconocidos fueron Miguel Palmera y Paulina Barrios, Felipe "Pata de Ponche" y María Charris, siendo el más popular el bocachico abierto o arrollado; también distribuían pescado en poncheras por las calles del pueblo María Charris y Paulina Barrios.

 

      Muy cerca del mercado hubo también, durante muchos años, el expendio de carne y pescado de Luis Barbosa en la casa contigua a cantina "Las Tres Marías" de Pepa Jaraba.

 

      El comercio de verduras se realizaba también en el mercado público; su principal fuente de abastecimiento eran los camiones que llegaban de Bucaramanga cargados con papa, cebolla, tomate, cebollín, zanahoria, remolacha, ajo y otras verduras; con ellas se fabricaba el popular revuelto verde un producto muy demandado porque tenía todo lo que necesitaba un sancocho y más económico; también se vendía yuca y ñame. Desde muy temprano en la mañana y hasta transcurridas algunas horas de la tarde se podía encontrar verduras en el mercado. Entre las vendedoras más reconocidas recordamos a Rosa Rosellón, Manuela Fontalvo y María de la Hoz.

 

       La libra era la unidad de medida utilizada en el comercio al por menor para transacciones pequeñas, para ello se usaban pesos de madera de carreto generalmente construidos artesanalmente con pequeñas ranuras perfectamente talladas y calibradas que marcaban las libras; los espacios entre ranura y ranura disminuían en la medida en que aumentaba el peso; en las ranuras se colgaba una pita que permitía el equilibrio entre el peso de la porra en un extremo y el producto a vender en el otro lado, donde se colgaba una ponchera de aluminio o de calabazo con de tres pitas de curricán. Posteriormente llegaron al pueblo pesos o balanzas más avanzados con las cuales se buscaba mayor precisión, sin embargo, tenían sus desajustes a favor del vendedor.

 

      En las madrugadas, por las tardes y hasta ciertas horas de la noche se podía encontrar en la estación la venta de fritos como: arepas de huevo, arepas dulces o de sal empojadas, empanadas, bofe frito, chinchurria y el tinto que no podía faltar; difícilmente el que iba a comprar carne por las madrugadas al mercado podía escapar de esa tentación. Las más recordadas fueron: Argénida Ramos, la cachaca Carmela, Manuela Medina, Vitalita Feria, Manuela y Marquesa Fontalvo.

 

      Los restaurantes también hicieron parte de la dinámica comercial ubicados en su gran mayoría en la Estación; los carros que pasaban por Bellavista paraban en ese punto por la buena sazón de su comida y por ser un punto obligado de paraje; allí se destacaron los restaurantes de Juan Llanera, los sierritas, Portela, Belarmino Peña y Cecilia.

 

     También en Bellavista se destacaron otras actividades económicas de especial importancia como el TRANSPORTE DE CARGA Y/O PASAJEROS, que se realizaba en camiones mixtos para la movilización de personas y toda clase de mercancías; entre los conductores más recordados de estos camiones podemos mencionar a Marcial Patiño, Julián y Nicolás Mercado en la ruta de las Colonias de Chimila a Fundación y Mingo Cuello que viajaba de Algarrobo a Fundación; también existieron los camiones de carga que transportaban especialmente maíz como los de Jaco y Ricardo Scott; en el caso de los buses o vehículos para el transporte de pasajeros fueron muy populares los de Eliécer “el cachaco Rolo”, Carlos Cachete, Lara, Camencho, Juan Batata, Eduardo Echeverría, Ramírez “la verguita”, Nelson el “Compaito”, Julio y Argemiro Vizcaino, Evaldo Vizcaino, entre otros. También prestó el servicio de transporte de pasajeros, aun cuando no vivía en Bellavista, el bus "La Morena" de José Isaza, más conocido como "el loco Isaza". Cubría la ruta Algarrobo - Fundación, pasando por Bellavista. Se recuerda su rutina diaria porque cuando aparecía por la vuelta de la finca de Roque Argüello o por la Loma de Gaspar, todo el pueblo se percataba con el sonido estrambótico del pito que tenía el bus el cual retumbaba en todo el pueblo; también era muy conocido por las altas velocidades con que manejaba su bus y tal vez por eso se ganó el remoquete de "el loco", ni siquiera el paso por siete vueltas lugar de alto riesgo de accidentalidad, le hacía bajar la velocidad. En el  TRANSPORTE DE MATERIALES PARA LA CONSTRUCCIÓN, hubo dos personas muy reconocidas: Elio Perea el cual tenía el único volteo en Bellavista con sistema hidráulico para el vaciado automático de piedras y arena traídas del río con destino a las construcciones de material en el pueblo; era rara la casa en Bellavista que no tuviera en sus cimientos piedras traídas por Elio Perea; en esta actividad también prestó el servicio de transporte de materiales Gabriel Hernández “Pochola”, con su camión convertible en el cual transportaba cemento y arena para la venta y complementaba su actividad con una fábrica de bloques para construcción que tenía en el patio de su casa.

 

     Hubo otras actividades económicas como la SASTRERÍA Y COSTURA en la cual se destacaron personajes como Libardo Barbosa, Eucaris Bolaño, Brigida Vizcaino y Serafina de la Hoz. En CONSTRUCCIÓN Y ALBAÑILERÍA, los más reconocidos fueron Emilio Reyes y su hijo Ángel, Martín Meza, Wilfrido Camacho (marido de Esther la hija de Leovigilda) y Manuel Pertuz. PELUQUERÍAS, las más conocidas fueron las de José Hilario Díaz, Emilio Reyes, Ciro “el mudo” y Alfonso Gutiérrez. TRACTORISTAS, Francisco "Pelé" y Nazario Gutiérrez. REPARACIÓN DE RADIOS Y ELECTRODOMÉSTICOS, Alfonso Gutiérrez, también relojero, Landine Calvo y José Isabel Valencia (radiotécnicos). LLANTERIAS: Elmer Vega en el Congreso y Alberto Regalao. FOTOGRAFÍA, Evangelista Serpa. ZAPATERÍA: Carmelo Argüello. ASERRADEROS, está actividad se desarrollaba en zonas montañosas de la sierra con la tumba de árboles y la transformación de los troncos de madera en tablas y alfajías, allí sobresalieron: los Hermanos Cantillo (Geño, Catalino, Julio), la familia Gazabon (Julio y Peyo), Gaspar Vanegas. CARPINTERÍA Y EBANISTERÍA, aquí se destacaron José Hilario Díaz, Nicolasa Vega "la carpintera" y Elías Mandón. FABRICACIÓN DE TABACO, la más conocida fue la familia Borja.

 

      Existió también otra actividad emergente en Bellavista como la huaquería de cementerios indígenas que habitaron es región y que marcó transitoriamente un hito en su historia; el precursor de esta actividad fue Miguel Mata que silenciosamente sacó muchos tesoros enterrados en los cementerios antes que se volviera viral en el pueblo.

 

       Nunca se llegó a valorar ni a saber el potencial arqueológico que hubo en esa región por la práctica inadecuada como realizaban la extracción de esa riqueza; algunos objetos encontrados fueron destruidos por el desconocimiento de su valor arqueológico o por la inadecuada práctica de extracción, es el caso, por ejemplo, de las tinajas. Posteriormente fue popularizándose en el pueblo esa actividad debido a los buenos resultados obtenidos en sus inicios hasta el punto que todos querían ser guaqueros; se encontraron guacas con ollas fabricadas en barro, también se hallaron objetos tallados en oro como narigueras, tigres, mariposas y una variedad de cuentas misteriosamente talladas, entre otras. Estos elementos eran comercializados en el pueblo a través de Raimundo Blanchar un inmigrante guajiro que los compraba a los guaqueros para luego venderlos en las grandes ciudades.

 

      También se dio a mediados de la década de los años 70 un fenómeno que marcó parte de su historia, muchos pobladores con tierra o sin ella se dejaron seducir por la siembra del cultivo de Marihuana que más que beneficio para el pueblo trajo consigo muchos factores desfavorables de convivencia como la violencia, aumento de precios de los productos, parrandas pomposas. Aun cuando fue transitoria esta etapa, dejó muchas secuelas en la población más negativas que positivas dado que los exuberantes ingresos obtenidos por su venta eran malgastados en excentricidades y gastos improductivos.

 

      La caza de animales de monte era una ocupación complementaria y usual en algunos hogares especialmente los que tenían por tradición esta práctica. En esa actividad, uno de los personajes más destacados fue José de la Hoz, más conocido como “Joselito Cura”; fue un cazador experto que no utilizaba armas de fuego, solo lo acompañaban su machete y sus perros hábiles y sabuesos entrenados para encerrar el animal hasta cuando Joselito llegará y los matara; los zainos, conejos, guartinajas, ñeques, armadillos, venados y otros eran los animales silvestres más cazados en la época; era una carne sana sin aditivos contaminantes que complementaba la alimentación diaria.

 

      También la caza con escopeta fue otra modalidad popular; era rara la finca donde no hubiera una. Salían por las noches con potentes lámparas para la cacería. En esta actividad podemos destacar a Ramón Montero Calvo y Luis "el vive" su hijo, eran tan expertos en la cacería que con un leve sonido de las hojas en la penumbra de la noche ya sabían que clase animal era; por lo general, pasaban largas horas en esa actividad y pocas veces regresaban con las manos vacías rayando el amanecer. También fue un reconocido experto en el tema de la montería Eusebio Feria, tuvo además la inclinación y la experticia en la cacería de tigres u otros felinos; los dueños de fincas lo buscaban para sacrificarlos cuando les estaban haciendo daño con el ganado. Para ello, armaba trojas encima de los árboles donde se montaba a esperar y abajo colocaba trampas con la carnada. La espera se hacía muchas veces larga de días o meses y a veces infructuosa. Su premio, además de la recompensa recibida, era la venta del cuero muy apetecida por los compradores.


Costumbres curiosas …

      Muchas personas eran conocidas más por su apodo que por su nombre y a las mujeres casadas se les acostumbraba acomodar el apellido o el nombre del marido como el caso de María Ricardo, María Víctor, Margarita Zabaleta, Sofía Quijano, entre otras.

      Había una curiosa y anecdótica facilidad de comunicación entre sus habitantes; las noticias circulaban rápidamente sin el uso de la tecnología y sin control alguno, solamente la lengua con su poder impresionante de transmisión permitía la interlocución así la información llegara distorsionada; era tan poderoso el imperio de la lengua que si una muchacha se "salía" en el barrio el Cascarón cuando la noticia llegaba al Congreso ya iba embarazada, cada persona le agregaba un pedazo hasta transformarla completamente; también cuando se “salía” o se casaba y no llegaba virgen a su primer encuentro nupcial era devuelta por el novio a casa de sus padres; prevalecía más el ego machista de ser el primero que los sentimientos; la inexistencia de virginidad en la mujer sin previo conocimiento del novio era considerado como engaño. Por otro lado, cuando un hombre se llevaba una mujer y no se quería casar, sus padres consideraban esta actitud como una afrenta a su honor y la forma de resarcir esa conducta era obligarlos a casarse por la iglesia así la muchacha no estuviera de acuerdo; en ocasiones se dieron casos de matrimonios que una vez el sacerdote le daba la bendición a la pareja en la iglesia cada uno salía por su lado. Eran costumbres arraigadas en su idiosincrasia que se convertían en normas por herencia y tradición. Esa figura de "salirse" era un medio utilizado especialmente cuando el novio no era del agrado de la familia de la muchacha; acudían a este mecanismo como la única alternativa para hacer realidad su impulso, deseo o sueño. De esos hábitos ya extinguidos por la modernidad podemos rescatar casos curiosos como el de las jovencitas que sentían miedo en medio de la noche cuando necesitaban hacer una necesidad fisiológica en los extensos patios de sus casas y solicitaban ser acompañadas, sin embargo, el día que decidían “salirse” con el novio, cruzaban en la oscuridad de la noche patios, algodoneras o zonas enmontadas en busca de su amado y sin mostrar miedo alguno.


Miedos mitológicos …

      En Bellavista se vivenciaron enigmáticas anécdotas algunas de ellas producto de la fantasía de sus habitantes; era frecuente encontrar casos de brujas que salían en la plaza a media noche o en la madrugada a aquellos que acostumbraban quedarse hasta altas horas de la noche jugando en el billar de Zabaleta. Se escucharon historias sobre la aparición de burras pateadoras, perros grandes y negros con ojos de candela, puercas y hasta patas que a muchos hicieron correr y hasta cambiar sus hábitos; también se oía decir a personas que gozaban de gran respecto que vieron el diablo pasearse a altas horas de la noche por las calles en un caballo negro y armadura brillante acompañado de un sonido típico similar al que producen las "checas" de gaseosa dentro de un pote.

      Se cree que estas costumbres fueron traídas por inmigrantes especialmente de la zona costera del río Magdalena en su parte nororiental, en donde ancestralmente se realizaban estas prácticas contadas por personas oriundas de esos lugares.


Actividades deportivas y diversión 

      Para determinadas épocas del año niños, niñas, adolescentes y hasta los adultos se recreaban con juegos especialmente construidos por ellos mismos que desafiaban la creatividad y que la tecnología hoy ha remplazado inexplicablemente; entre los más destacados se encontraban: el trompo, la cometa, el cuco, la "cucurubá", la bolita de uñita, el yoyo, la carrucha, la coca, la rayuela, el triqui, el "quinbol", la lleva, la escondida, el congelado, la gallina ciega, el salto de la cuerda, el tribilin y la olleta; algunos de los cuales se acostumbraba realizarlos bajo la luz incandescente de luna llena cuando arropaba las legendarias y recordadas calles, intensificando su magia y atractivo.

 

      Una forma de hacer más competitivos y atractivos algunos juegos, especialmente el cuco y la cucurubá, era remplazando en las apuestas el valor los billetes o moneda legal con cajetillas de cigarrillo abiertas que botaban los fumadores de las marcas más populares que se vendían en la época; cada cajetilla tenía un valor estándar reconocido por todos; así por ejemplo, la cajetilla de Piel Roja equivalía a 1 peso, Lucky a 5 pesos, Parliament a 10 pesos, Hidalgo a 50 pesos, Kent a 100 pesos y Marlboro a 500 pesos.

 

      Para los meses de agosto y septiembre, aprovechando las brisas que venían del norte, llegaba al pueblo la fiebre de las cometas. Había de todas clases y de todos los tamaños. Las más comunes eras las construidas con varillas de hojas de palma amarga o de lata, papel fino que vendían especialmente para ello y pegado con uvita o Colbón, un rollo de hilo curricán y con el mismo papel le colocaban zumbadores para hacer más atractiva la volada. La plaza era el sitio más concurrido para volar estás cometas por el espacio amplio y con pocos obstáculos. Allí se destacaron por su creatividad: Juancito Rodríguez Charris, Edrulfo Feria, "Pata e' Hierro" y Alfonso Gutiérrez. Además de la diversión que producía volar la cometa, algunos colocaban cuchillas en la cola para cortar en el aire los hilo de otras cometas.

 

      En la diversión de los jóvenes también hubo modas, algunas llegaron al pueblo traídos de otros lugares y tuvieron poca permanencia en el tiempo; fue caso de los zancos que consistía en dos palos altos con unas horquillas donde se apoyaban los pies quedando la persona a tres o cuatro metros de altura. Con ellos se andaba varios metros demostrando con este juego agilidad y equilibrio. Eran juegos sanos y divertidos que tenían un alto contenido de enseñanzas y permitían el desarrollo de habilidades para el fortalecimiento del ser.

 

      El lugar histórico para la práctica del deporte de jóvenes y adultos en la Bellavista de antaño fue la Plaza, allí se jugaba fútbol a diario y en alguna época de su historia también béisbol, deporte promovido y practicado por personajes destacados como Julio, Antonio y Luis Alejandro Vizcaíno y el “Nía”; años más tarde, se crearon nuevos escenarios para la práctica del fútbol en el barrio el Congreso y posteriormente en un lote ubicado en la finca de Sinforiano Restrepo donde hoy funciona la nueva escuela rural de Bellavista, sin embargo, el sitio más emblemático de todos fue la Plaza. Este lugar igualmente sirvió durante muchos años para la construcción de corralejas en las fiestas de octubre.

 

      Se dio también en esa época, de una manera efímera, la intención de fomentar la práctica del boxeo aun cuando no tuvo un escenario específico para su práctica ni la relevancia esperada, a pesar que para esa época había muchos aficionados por la destacada actuación de boxeadores nivel nacional e internacional. Los impulsores fueron David Llanera hermano de Juan Llanera y el profesor Gregorio Sanjuanelo.

 

      Pero indudablemente, el fútbol fue el deporte preferido de la juventud masculina bellavistera; por las tardes, una vez se terminaba la jornada de trabajo, se dirigían a la Plaza para jugar a pesar del desgaste físico de las jornadas de trabajo diario; su afición por este deporte hacía que apenas se colocaban el uniforme y los tacos se les olvidara el cansancio. Allí surgieron y se destacaron grandes jugadores de una primera generación como: Jorge y "Chichi" Valdés, Isidorito y Rafael Polo, Ángel Reyes, Víctor Medina,  Juancho y Chichi Pabón, Euclides Acuña "Pata e' palo", Abel Meza, Manuel Pertuz, Eduardo Argüello, Francisco "Pele", Alfonso Gutiérrez "La Charúa", Roberto Ramírez "La Pelúa", Eliecer Borja, Jorge Vizcaino "Copete", Roberto Yance, Guillermo Hernández "El Secre" y otros muy conocidos. Entre los equipos de fútbol recordados en esa primera generación, se puede mencionar a Juventud Bellavista, Húngaros del dorado y al Unión Magdalena.

      Posteriormente llegaron nuevas generaciones de buenos futbolistas como Ramón Vanegas, Juvenal Meza, los hermanos Vizcaino Bolaño, Jorge Feria, Tulio Vizcaino, José Vizcaino De La Hoz "Jicho", el "Negrito Pabón", Rafael "Rula", Eduardo Echeverría, Teobaldo Medina, entre otros. En esta nueva era se destacaron los equipos San Luis Beltrán, Nacional, los millonarios, Holanda  y Pescaíto.

 

      Teniendo en cuenta que para esa época no existía la televisión, aquellos que no jugaban futbol, acostumbraban reunirse en la estación para actualizarse de los últimos acontecimientos, referir o escuchar cuentos,  jugar en el billar de Zabaleta o tomarse unas cervezas en las cantinas de Juana Villero, "Las tres Marías" de Pepa Jaraba o la cantina de María Ricardo.

 

      Los bailes en principio solo se hacían en las casas cuando eventualmente se celebraba un matrimonio, por lo tanto, no eran muy frecuentes; el acontecimiento matrimonial duraba tres días: primero se celebraba la boda, el día siguiente el matrimonio y la fiesta seguía hasta el tercer día; estos bailes eran amenizados con los primeros picós de la época conocidos en Bellavista, los cuales estaban compuestos por tres bocinas colocadas: una en la puerta de entrada de la casa, otra en la sala de baile y otra en la puerta de salida al patio, la energía eléctrica la suministraba una pequeña planta con un motor a gasolina que prendía halando fuertemente una cabuya enrollada en su eje externo. Los pioneros en prestar este servicio de música en los bailes fueron José Isabel Valencia y Francisco Fontalvo.

 

      Posteriormente los bailes se extendieron a las casetas que funcionaban exclusivamente en épocas decembrinas de finales y principios de año, en las fiestas de octubre y en los carnavales en las cuales no podían faltar los reinados. Estas casetas se constituían en un punto de encuentro para bailar, algunos conversar y otros a tomarse unos tragos; las que más se destacaron en su momento fueron: la caseta El Cafetal, la caseta de Manuel María Villero, la Central de Juana Villero, también administrada en algún momento por Isabel la mujer de Erasmo Vega, allí se escuchaba el gran sonido del picó el "San Martin No. 1"; para los carnavales, en una época se montó una caseta en el barrio el Congreso organizada por Elena Meza con el respectivo reinado de "Martha Primera". Los "picoteros" o animadores más destacados fueron Tulio Vizcaino y Olguer Patiño.

 

      Esas casetas, en ocasiones, no tenían un desarrollo feliz porque algunos aprovechaban el momento, al calor de unos tragos, para hacer reclamos que terminaban a veces en riñas, donde las sillas y los puños marcaban la diferencia; después de la trifulca llegaba la calma y todos a bailar nuevamente.

 

      En esas fiestas se usó durante muchos años el “barato” como medio para bailar con la pareja deseada, especialmente aquellos que por timidez no se atrevían a sacarla del sitio donde estaba sentada temiendo ser despreciados; esperaban el momento apropiado cuando el disco estaba terminando para rodear la pareja y quitársela al que si se había atrevido a sacarla; era una práctica poco elegante y riesgosa pero muy utilizaba. Algunas veces se formaban enfrentamientos cuando la pareja que estaba bailando no estaba de acuerdo, su negativa era interpretada como desprecio. Los “barateros” generalmente se ubicaban en la orilla de la pista, sitio que más posibilidades les brindaba para lograr su objetivo, por lo tanto, para bailar más de dos piezas era necesario ubicarse en el centro de la pista de la caseta.

 

      Otro icono de la diversión fue el teatro Bellavista de Manuel María Villero diagonal al mercado público. Su gestor fue un personaje de grandes iniciativas que llevó novedosos e importantes eventos y espectáculos de entretención, entre ellos el cine; era músico y conformó una banda papayera o música de viento que acostumbraba sacar en las fiestas; fundó también una escuela de música para jóvenes. Al teatro llevaba películas especialmente mexicanas en blanco y negro, las cuales eran proyectadas con la ingeniosidad de Grimildo Mendoza el popular "Grimi". Algunas de esas películas de lo vieja, se veían opacas con deficiente sonido y con rayones. Ese lugar también sirvió para la realización de casetas y reinados en carnaval.

 

      Los bellavisteros también tuvieron la oportunidad de apreciar cine en ciertas temporadas, traído por gitanos que llegaban al pueblo de forma inesperada, allí construían la carpa principal y las tribunas donde se sentaba el público; la proyección de las películas la hacían sobre un telón blanco. El sitio preferido para el montaje de esa infraestructura era la Plaza por la amplitud del espacio, también en cierta ocasión se instalaron en el patio de la casa de Héctor Venera y alguna vez en el patio donde funcionó por años la caseta El Cafetal frente a la vivienda de la Pabón. Aparecían por temporadas sin que se pudiera predecir su llegada, como tampoco su regreso una vez se marchaban. Había la creencia que tenían el poder para que durante el tiempo que permanecían en el pueblo no lloviera, por eso para algunos agricultores la llegada de esos gitanos no les era de mucho agrado Llegaban por espacios muy cortos y en los últimos días de su estadía hacían promociones de dos personas con una sola boleta; los que no teníamos para la entrada, por lo general, encontrábamos una forma ingeniosa para volarnos; el más recordado para evadir la vigilancia de la entrada era Ramiro Vizcaino el cual no había cine o circo en Bellavista que no se volara. Cuando les iba bien con la taquilla, postergaban su ida anunciando todos los días su última función y con ella la promoción.

 

      Los circos también llegaron en algunas ocasiones al pueblo y se ubicaban en la plaza. Traían maromeros y payasos los cuales muy poco se relacionaban con la gente del pueblo. Sin embargo, hubo un personaje muy conocido y recordado entre aquellos visitantes de circos el payaso "Mandoquita", porque por las tardes se pegaba una escapada y se iba a jugar fútbol en la plaza.

 

      Otro tipo de entretención en el pueblo, también reconocido y famoso especialmente para mayores de edad, era el mítico bar el Mechón Rojo que quedaba a la salida del pueblo en la carretera que conduce de Bellavista a Fundación por el sector de la finca El Jordán, allí muchos iban a buscar amor por un rato, sacar los estragos de la soledad o encontrar refugio a la implacable soltería; sin embargo, de ahí salieron historias de amor con final feliz donde algunos se quedaron a vivir con mujeres que trabajaron allí.


Costumbres recordadas …

      Después de la jornada académica diaria, las jóvenes tenían la obligación de ayudar en las tareas de las casas a sus madres y los varones a buscar agua en burro para el llenado de las albercas o tanques de hierro que no faltaban en cada casa, a cortar hierba para los burros, salir a coger pájaros con jaulas, con pegante de uvita o con hondas fabricada por ellos mismos, también a nadar en las tapas que quedaban cerca del pueblo o hacer los "mandaos" que a diario no podían faltar, entre ellos, ir a comprar lo necesario para el desayuno, almuerzo o comida.

 

      Una de las preferidas para comprar por muchos era la tienda de María Ricardo a pesar de que vendía más caro y fallo que en otra parte; la razón de esa preferencia era la ñapa en panela que acostumbraba dar para atraer compradores especialmente niños y jóvenes; aún a pesar de la advertencia de los padres de no comprar allá, la tentación de la ñapa hacía desobedecer ese mandato; otros más osados, aprovechaban cuando María Ricardo iba a buscar los vueltos, para robarle cocadas de un armario viejo con malla de anjeo podrida.

 

      Era una especie de tienda-cantina donde además de vender víveres y abarrotes, los fines de semana por las tardes prendía su picó; allí se reunía con su clientela favorita para embriagarse con Ron Caña, cerveza y con su música preferida de Antonio Aguilar, élla acompañaba a los tomadores y terminaba borracha también; repetía hasta el cansancio canciones como: “Por el amor a mi madre”, “Siete mares”, “Sonaron cuatro balazos” y “Ya viene amaneciendo”. Dentro sus clientes preferidos se encontraban "Geño" Cantillo y Aurelio Villa.

 

      Otra costumbre legendaria era que, sobre sus hermosos y alegres atardeceres, la gran mayoría de sus habitantes solían sentarse en la puerta de la casa en taburetes recostados a la pared a esperar que las horas de la noche devoraran los últimos rayos del sol. Era un momento de frenesí, donde se desplegaba con intensidad emotivos saludos que podía escucharse a dos cuadras a aquellos que a diario acostumbraban a pasar hacia la estación en busca de diversión o del que regresaba de la tienda con el desayuno del día siguiente.

 

      Eran auténticos conversatorios sobre la cotidianeidad en el cual los hombres hablaban de cosechas, de la llegada de las lluvias o a veces de boxeo y las mujeres aprovechaban para ponerse al día sobre los últimos aconteceres o chismes como decían en el pueblo; en ese momento no podía faltar el trapo para espantar los mosquitos que atacaban ferozmente entre las 6 y las 8 de la noche, la bomba para fumigar Kankil o Baygón, la encendida del tabaco o cigarrillo como excusa para ahuyentarlos o el humo de matarratón para apaciguar su ataque.

 

      Otra costumbre tradicional era que en los velorios no faltaban los cuenta chistes que animaban cada noche; allí se formaban dos grupos: los que se ubicaban en el cuarto o en la sala acompañando a los familiares del difunto y los que se reunían en el patio para referir o escuchar cuentos o jugar una partida de dominó; no faltaba allí los cigarrillos, el tinto o el "calentillo" bebida aromática fabricada con hierba limón y con toque de picante. Los velorios duraban nueve noches, en cada una, las rezanderas hacían la oración, la más conocida y buscada fue Victoria Cantillo que vivía en el Congreso; a las 5 de la mañana del noveno día se levantaba la mesa. Generalmente para las nueve noches, llegaban familiares y amigos de otras partes, por lo que era necesario matar cerdo o gallinas para la comida de los visitantes.


Orden público y solución de conflictos …

      Desde sus inicios y por mucho tiempo, los conflictos entre sus habitantes eran escasos y se resolvían, a lo sumo, entre hombres a puños y en el caso de las mujeres el cabello o el moño eran el flanco favorito; algunas se destacaron por su habilidad con el manejo de la lengua; su vocabulario era castizo, no convencional, fluido y con un repertorio de palabras autóctonas para agredir a su contrincante que muchos recatados preferían taparse los oídos cuando estaban peleando. Ahí se enteraba todo el pueblo de algunas infidencias como también se divertía con algunas exageraciones o inventos producto del calor del combate.

 

      En ese sentido, un solo policía o máximo dos, eran suficientes para atender los requerimientos de orden público; no se requería arma distinta al revólver como símbolo de respeto y autoridad en sus habitantes. Algunas diferencias se resolvían con armas contundentes como machete, especialmente en la parte alta de la sierra nevada, pero no era la generalidad en el comportamiento de sus pobladores. Alfonso Ordóñez fue la figura más representativa de los policías que tuvo Bellavista, además, vivió muchos años en el pueblo y tuvo su familia ahí. Un personaje que aunque no fue policía oficial, se creía como tal, fue Miguelito Fontalvo, aquellos forasteros que no lo conocían quedaban convencidos porque vestía como tal con su gorra y bolillo. Para inicios de la década de los años 70 con el advenimiento del bum de la marihuana y de movimientos insurgentes, fue necesario incrementar la fuerza policial con armas más sofisticadas y de largo alcance.

 

      En ese sentido, no se requería de grandes celdas o prisión, en su gran mayoría los conflictos se resolvían amigablemente o a través del pago de fianzas. Sin embrago, existió una cárcel o calabozo que tuvo inicialmente su ubicación en la Plaza en el sitio donde posteriormente se construyera la iglesia católica, luego fue trasladada a una casa contigua al billar de Zabaleta y posteriormente al barrio El Congreso después del cementerio.

 

      Una de las anécdotas más recordadas fue cuando Alfonso Ordoñez llevó detenido a Alberto Regalao al calabozo del Congreso como consecuencia de una actuación fuera de la ley; lo metió en una de las celdas y le puso un par de candados grandes y suficientemente seguros que tenía para esos menesteres; una vez encerrado, Alfonso se dirigió a la plaza principal para continuar con sus labores como policía; cuando iba llegando al mercado fue alcanzado por Alberto Regalao que venía detrás de él y quien muy generosamente le hizo entrega de los candados en la mano. Alfonso se quedó estupefacto sin encontrar explicación alguna a ese suceso, le dio un abrazo y le preguntó "eche" Alberto como lo abriste y él le respondió, - averígualo -; no se supo cómo hizo para quitarlos y porque los candados estaban en buen estado. Por hechos como ese, se fue creando en el pueblo un mito alrededor de su personalidad, se le atribuía el poder del “secreto” para aparecer y desaparecer y que desafortunadamente no utilizaba para bien.


Servicios públicos y manejo de residuos …

      Fue un pueblo que durante décadas inscribió su leyenda en medio de las limitaciones de los servicios esenciales; no había energía eléctrica en gran parte de su recorrido histórico, solo se disfrutaba la luz en las noches de luna llena cuando en cada ciclo se asomaba por los picos de los cerros hasta su apuesta al amanecer. Allí se apreciaba en su majestuosidad el hermoso "cerro del sillón" ubicado al oriente. Curiosamente sus habitantes caminaban las calles en medio de la oscuridad sin tropezarse, porque ya se conocía donde estaba cada piedra, hueco o zanja. Inicialmente la única luz eléctrica que había la tenía el billar de Zabaleta alimentada por un motor Diesel que prendía todas las tardes hasta la madrugada y que suministraba la energía suficiente para la iluminación del negocio y los enfriadores. Solo hasta principios de la década de los años 90s fue cuando llegó el servicio de luz eléctrica.

 

      El agua era un tesoro, solo tres fuetes abastecían al pueblo: el agua lluvia recogida de canales ubicados en los alares de las casas destinada en su gran mayoría al consumo humano y la preparación de alimentos; la otra forma de abastecerse era comprando agua de los pozos profundos que existían en las casas de la familia Barbosa y “Toro” así como en las fincas de Roque Argüello y Manizales, la cual llegaba a las casas a través de dos medios: el servicio puerta a puerta en “burro-tanques” y vendido por latas, era proporcionado por personajes como Pablo Polo, los hermanos José, Rafael y Adalberto Patiño; esta agua era utilizada para otros menesteres del hogar como el baño, el lavado de ropa o el regado de matas y la otra forma de abastecimiento fue la arriada en burro; era tan salada el agua de pozo que el que se bañaba con ella salía con el pelo tieso y enroscado. Una tercera fuente de agua, menos utilizada por la distancia, era la que provenía de la quebrada traída también en burros con calambucos o tanques plásticos.

 

      El agua que provenía de la lluvia era depositada en tinajas de barro fabricadas por indígenas que habitaron el territorio y extraídas por guaqueros; era difícil encontrar una vivienda que no tuviera una tinaja; mantenían el agua fresca y agradable por eso eran consideradas las neveras de la época; hasta los más ricos tenían una en su hogar. Cuando el verano era extenso y se acababa el agua lluvia, tocaba tomar la salada de pozo.

 

      Las aguas residuales del lavado de ropa o del baño, salían del patio de las casas y surcaban las calles como culebrillas. Los residuos sólidos de árboles o desperdicio de cocina se amontonaban en los patios de las casas o en la puerta de la calle, generalmente en las primeras horas de la mañana con escobas de fabricación casera hechas con varillas extraídas de hojas de palma amarga y tejida por manos expertas o se hacían también con una especie de mata que proliferaba en esa época denominada Escoba. La acumulación de basura amontonada en pilas era mitigada con fuego dado que no existía otra alternativa para eliminación de residuos. También era común en las casas, en ausencia de alcantarillado, las legendarias letrinas en el fondo del patio, el que no tenía una, le tocaba salir a las fincas vecinas, allí fueron muy famosas y útiles las maretiras (tusa) o el papel periódico. De igual manera, para las mujeres, las vasenillas se construyeron en elemento fundamental para suplir la ausencia de baños internos, especialmente por las noches.


Avanzada en telecomunicaciones ..

 

En su rápido crecimiento, fueron muchos los avances que tuvo Bellavista en aspectos claves que facilitaron su desarrollo. En primera instancia se puede mencionar su posición estratégica en razón que poseía el privilegio que muy pocos tenían en la región, lo que yo llamo "la cruz del progreso". Por ella pasaban dos vías que formaban una Cruz, de ahí se generaban cuatro salidas o entradas que dinamizaban su economía: la vía Copey - Fundación y la vía Algarrobo - Sacramento, lo que permitía un flujo de comercio muy activo. La estación era el punto de encuentro de estas dos vías y eje comercial. Por esa razón Bellavista, a pesar de ser un pueblo joven, alcanzó un nivel de desarrollo por encima de los pueblos vecinos y a ella llegaban con mucha frecuencia personas de diferentes partes del país, algunos de los cuales se quedaban a vivir allá.

 

      Otro aspecto fundamental fueron las telecomunicaciones que colocó al pueblo a la vanguardia en la región por encima de otras poblaciones. Desde muy temprano, en postrimerías de los años 50s y gran parte de los años 60s, se creó el servicio de telegrafía, la tecnología más avanzada en comunicaciones para la época, que consistía en la recepción y envío de mensajes por medio de señales eléctricas transmitidas a través de hilos, decodificada y traducida a texto para la comprensión del usuario destinatario del mensaje.

 

Este importante servicio de comunicaciones tuvo su sede inicial al lado de la casa Gregorio Campo en la vía que conducía a El Copey. El primer telegrafista que tuvo Bellavista fue Juan Valle Villafañe el cual trabajaba en la empresa TELECOM y prestó ese servicio hasta el año 1968 cuando se trasladó al Barranquilla. En la historia y en el ideario de la población quedó registrada la trascendencia de este componente en medio de las limitaciones de la época.

 

      Posteriormente llegó una tecnología más avanzada donde la señal para la transmisibilidad de mensajes se hacía a través de ondas radiofónicas, es decir inalámbrica. Los mensajes recibidos se entregaban en un medio denominado Marconi o Telegrama, muy utilizado en la época y se caracterizaba por textos con contenidos muy reducidos dado que su valor estaba determinado por el número de palabas donde el punto y la como se cobraban como palabas; su contenido era tan resumido que en ocasiones no se contextualizaba la información enviada y en otras no se entendía mucho lo que se comunicaba: “Necesito presencia urgente en casa. Saludos”; “Favor alistar maletas. Viaje mañana. Saludos”.

 

      Con la ida de Juan Valle de Bellavista, se dejó de prestar el servicio de mensajes telegráficos o de comunicación radiofónica, sin embargo, se continuó solo con el servicio de recepción y envío de cartas a través de la extinta empresa ADPOSTAL en la casa del señor Gregorio Campo a través de la señora Carmen Orozco Solano esposa de Gregorio Campo y por Hernando Campo su hijo que aprendió radiotelegrafía en Bellavista y luego ingresó a Telecom en 1982. Allí llegaban las cartas enviadas de otros lugares y eran repartidas a los destinatarios por mensajeros generalmente menores de edad sin remuneración, solo las propinas que daban por llevar las cartas a sus casas. También se prestó este importante servicio en la casa de Carmen Mercado diagonal a Manuela Medina.

 

      Más tarde llegó la telefonía fija a Bellavista, un sistema más avanzado dado que permitía la comunicación sincrónica entre las personas, es decir, en correspondencia temporal o simultánea, sin las limitaciones de tiempo y espacio. Fue prestado inicialmente por Serafina De La Hoz y posteriormente por Hortensia Álvarez. A pesar que era un servicio más avanzado, tenía ciertas limitaciones dado que cuando llegaba una llamada externa, la encargada debía enviar un informante a la casa del solicitado y esperar que la persona llegara para recibir la llamada, el que llamaba generalmente colocaba la hora para volver a llamar.



La atención en salud …


      La atención médica primaria de pacientes se prestaba con medicina natural y en menor proporción medicina farmacéutica; en sus inicios la atención médica la ofrecía Doctor Beleño, médico naturista y botánico muy famoso en la región por sus conocimientos en la materia; curaba con plantas naturales medicinales en su consultorio que quedaba entre las casas de Julio Pabón y la de Elvirita al inicio del barrio el Congreso; la arquitectura de la casa era moderna y muy llamativa con dos estatuas de perro construidas en cemento y ubicadas en la terraza por lo que fue muy recordada por los habitantes especialmente los más antiguos. El reconocimiento a sus saberes era tan generalizado que el músico y cantante Calixto Ochoa le compuso una canción dedicada a su trayectoria y fama, titulada "El doctor Beleño". En el siguiente link se puede escuchar la canción:

https://youtu.be/ap6vXwA0ftA?si=psLPb_w8TZzdRXz6.

 

      También brindó atención médica, especialmente naturista, Héctor Venera, muy reconocido también poque a pesar de no tener título profesional de médico, sus conocimientos y experiencias eran tan reconocidos que muchos confiaban en él con fe y devoción; para cada enfermedad tenía una solución, botellas con liquido de colores que recetaba preparadas por él a los que acudían a su consulta, es decir, tenía un laboratorio de medicina natural en su casa; los líquidos que recetaba no tenían restricción de edad ni contraindicaciones.

 

      Eventualmente se acudía a médicos de afuera cuando se necesitaba una atención médica más especializada, los cuales llegaban solamente cuando eran solicitados.

 

      Solo algún tiempo antes del desplazamiento se construyó un puesto de salud en la plaza donde el médico iba, a lo sumo, una vez a la semana para la atención de consulta externa; en esa época ya Bellavista contaba con el servicio de promoción en salud, allí recordamos a Marlene Osorio Milian y Hortensia Álvarez enfermeras que realizaron una labor destacable. También prestó los servicios como promotora de salud Serafina de la Hoz.

 

      El primer nivel de atención en salud lo prestaban predominantemente personas con experiencia y tradición en la tratamiento de algunos trastornos o afecciones que no requerían atención especializada; en este nivel podemos mencionar a Jesús Quijano, que recetaba y también aplicaba inyecciones cuando era necesario; en su almacén, ubicado en una esquina de la estación, tenía una sección de droguería con los medicamentos más comúnmente usados. En el apoyo asistencial para los tratamientos médicos es importante destacar la labor que desarrolló empíricamente como enfermera Olivia Camacho la cual  buscaban cuando se requería el servicio de inyección o en casos de suturar y curar heridas. Con relación al suministro de medicamentos, además de la tienda de Quijano, hubo posteriormente la única droguería especializada que tuvo el pueblo, la de Ramón Carrascal que quedaba ubicada cerca del mercado público frente al billar de Zabaleta.

 

      Los partos en aquella época eran atendidos por comadronas o parteras con experiencia y conocimiento adquirido de manera ancestral y transmitidos a través de muchas generaciones; se destacaron allí Julia Santana residente en el Congreso; la señora Amparo de la Cruz mamá de Elvirita, Alicia Castiblanco y Hortensia Álvarez. Fueron muchos los niños que recibieron y gracias a su sabiduría fueron nacimientos exitosos.

 

      Cuando una persona sufría una picadura de culebra, el más idóneo para su tratamiento era Temístocles Feria conocido como "Termo", su conocimiento ancestral en ese tema era tan profundo que difícilmente se le moría una persona cuando lo llevaban a tiempo. Esos saberes los heredó su hija Cleotilde Concepción "La Chongo" quién continuó con esa loable tradición curativa.

 

      Sin embargo, para la época predominaba la atención familiar, tratamientos caseros con remedios preparados de plantas cultivadas en los patios de las casas; las más comunes fueron: el orégano para los dolores de oído, hierbabuena para el dolor de barriga, la fiebre la bajaban con baños de hojas de guarumo; para el parásito le colocaban un collar de ajo en el cuello; cuando se trataba de picaduras de alacrán le untaban ron con contra y le aplicaba una “mascá” de tabaco en la herida. En esta labor hubo en Bellavista personas que se destacaron por tener un amplio conocimiento ancestral sobre tratamientos con plantas curativas como el caso de Nora Torres Santana; cuando alguien se enfermaba la buscaban para la cura. De igual manera, existían los Sobadores, es decir, personas que trataban las distorsiones de huesos con masajes curativos algunos de los cuales se dice sobaban con secreto para no sentir dolor; dentro de este grupo podemos destacar a Vitalita Feria, Parmalia Mendoza y Felipe Peña.

 

Otros remedios de auto receta en casa eran: el Emulsión de Scott y el jarabe de totumo para la gripa; el aceite Laxol para limpiar los pulmones; Piperacina para expulsar los parásitos, si la persona estaba debilucha le daban a tomar Forzan; para los nacidos o forúnculos le aplicaban ungüento Caraña; Sal de Frutas Lúa para combatir las agrieras o la indigestión y Alkaseltzer para el dolor de cabeza o el guayabo. También eran comunes el Veramón y el Mejoral y árnica para los golpes. Estos medicamentos no tenían contraindicaciones y las personas las consumían sin medicación.



Su arte representativo …

      Era tan exuberante la magia de ese pueblo que se constituyó en atractivo para músicos famosos del momento; allí solían llegar con frecuencia artistas como Julio de la Osa, Luis Enrique Martínez, Juancho Polo Valencia y Andrés Landero, un sanjacintero que se enamoró y se casó con Ana Lucila Ternera Pabón hija de Torreye. También fueron frecuentes las llegadas al pueblo de Julio de la Osa a tocar en parrandas, allí se enamoró de Chave Andrade a la cual le compuso y grabó una canción titulada “La Flor de Bellavista”, la cual se puede escuchar en la dirección: - https://youtu.be/SaenxZQ0nUw?si=-7epFZhzQSdDoxis -. Otros protagonistas de la música llegaban ocasionalmente al pueblo como el caso de los Hermanos López y Alejandro Durán.

 

      Los artistas oriundos de Bellavista también jugaron un papel fundamental en el auge de la música que se escuchaba en el pueblo, especialmente la vallenata, marcando un hito en la historia; algunos llegaron a hacer parte de grandes agrupaciones musicales o grabaron álbumes en formato LP comunes en la época.

 

      La ejecución del acordeón, tuvo como máximos exponentes a los músicos Erasmo y Manuel Vega conocidos como “los Pata Pelá” con estilos diferentes en ritmo y notas, siendo este último más notable por la rapidez con que ejecutaba las melodías; otros como Alejandro y Uldarico Pedroza; Juan Camacho y Miguel Fontalvo “Miguelito” hicieron parte de esta historia musical de Bellavista.

 

      También es importante resaltar otros artistas de la música muy talentosos como el cantante y corista Blas Vuelvas que además de grabar un álbum con Abel Fuentes llamado "la Trilogía Vallenata", por muchos años hizo coro en segunda voz al conjunto de Daniel Celedón e Ismael Rudas; en la siguiente dirección se puede apreciar haciendo coro en la canción "Un día muy triste": https://youtu.be/J5ofUN7RW5Q?si=7qt-pleO1Sxx41ro. Podemos destacar también, como compositor y cantante a Víctor Medina, al grabar un álbum de música vallenata. Cómo coristas se destacaron Emildo Yance y Alberto Meza, en la caja Edrulfo y Eusebio Feria y en la guacharaca Luis Vuelvas "churupita".

 

      Es loable destacar, también, en la música a Manuel María Villero, faceta que desarrolló el pueblo y que posiblemente algunos no tienen relacionado en su imaginario; logró conformar una agrupación de música papayera especialmente para épocas de fiesta y, además, daba clases de música.

 

      Dentro de las nuevas generaciones oriundos de Bellavista que se han destacado posteriormente, podemos mencionar a Wilfrido Vizcaino Bolaño compositor, intérprete y cantante, con tres álbumes grabados ("Los hijos de la Nevada", "A otro nivel" y "Vizcaya Mix") y más de 100 canciones compuestas, además, es el único compositor bellavistero que aparece en los registros de SAYCO como socio activo. También se ha destacado en la música Andrés Landero Jr. siguiendo el legado de su padre como gran expositor e impulsor de la cumbia con mucho éxito en México. Han sido notorios también en el canto Mileida Vizcaino Bolaño grabando un álbum con un grupo de Fundación llamado “Fantasía 2000”, además, de tres canciones en las producciones de Wilfrido Vizcaino; otra artista destacada ha sido Maribel Rodríguez logrando grabar un sencillo dedicado a las fiestas del Mar en el cual está la canción "Para Santa Marta".

 

      En la composición de canciones se hizo visible Antonio Vizcaino con la canción "Mañanitas Perfumadas" en el álbum Trilogía Vallenata y recientemente la canción "Hombre desdichado" en el álbum a "Otro Nivel". También alcanzó  a destacarse José Vizcaino Bolaño como compositor de canciones vallenatas.

 

      En el arte de la representación gráfica específicamente la pintura, a pesar que no fue una actividad generalizada y popular, hubo quienes se destacaron por su talento y habilidad como el caso de Edrulfo Feria y Grimildo Molina. En la elaboración de artesanías con contenido artístico se ha destacado Miguel Medina Blanquiceth.


Fiesta patronal y tradiciones …

      Su fiesta patronal se celebra tradicionalmente del 9 al 12 de octubre; era la época más esperada del año para propios y visitantes que gozaban y bailaban los cuatro días. Sus habitantes se pavoneaban orgullos cuando por la radio más escuchada de la época Radio Libertad, se hacía el despliegue publicitario de sus fiestas en el espacio radial la "Rapsodia Vallenata" que dirigía Rafael Xiqués Montes con su recordado anuncio que a diario por las mañanas todos escuchaban: - “Toros, toros, toros en Bellavista Magdalena, con hermosos ejemplares de la hacienda de Sinforiano Restrepo; Bellavista los espera del 9 al 12 de octubre” -. Era una emisora de amplia sintonía en toda la costa lo que atraía a personas de muchos lugares.

 

      Algunos de los toros que llegaron a Bellavista dejaron leyenda por su casta y bravura como el recordado "Mata siete", el cual los manteros respetaban por lo que las recompensas eran altas para el que lograra sacarle unos mantazos; otros fueron anecdóticos como los toros que para una fiesta envío Orozquito el hermano de Anays Orozco, tan mansos y sin bravura que la gente entraba a la corraleja y los agarraban por los cachos o por la cola sin que se inmutaran, esa corrida fue un fiasco y hubo que mandar a buscar otros.

 

      La corraleja fue parte fundamental de la fiesta de octubre, complementaria al fervor religioso, cultural y también a la dinámica económica que generaba para los del pueblo y algunos visitantes; era uno de los espectáculos más esperados de las fiestas; por las tarde todos se arreglaban para ir a verlos. El escenario natural para las corralejas era la plaza, sin embargo, en algunas épocas se construyeron en otros sitios como el año que hizo en la vía de salida a la Loma del Bálsamo frente a las casas de Serafina y de la familia Orozco; era un espectáculo que unía a todo un pueblo.

 

      Los toros eran suministrados por algunos ganaderos de la región que tenían vínculo comercial o sentimental con el pueblo como Sinforiano Restrepo, los hermanos Toño y Granito Andrade, Domingo Rueda, entre los más recordados; allí llegaban de otras zonas manteros y garrocheros que realizaban su labor a caballo o a pie atraídos por los premios que ofrecían por las arriesgadas faenas que hicieron historia; en todo caso al pueblo llegaron manteros de mucha experiencia, algunos se decía tenían secreto para enfrentar al toro y también no faltaban los borrachos perniciosos que se metían a la corraleja y, por lo general, salían mal librados. También llegaban banderilleros o garrocheros y especialistas en esquivar y saltar los toros lo que hacía llamativo cada corrida.

 

      Además de las corralejas, se podía encontrar en la fiesta, atractivos juegos pirotécnicos además de los exóticos juegos como la cucurubá con su máximo exponente Ricardo Gutiérrez; llegaban también la ruleta, la vara de premio, la puerca pelá, entre otros, y por las noches la tradicional quema de castillos en la plaza, la bola de candela y la vaca loca.

 

      La fiesta de octubre era un momento propicio para degustar las más creativas delicias que no se podían saborear en otra época del año, por lo tanto, eran muy esperadas por todo el pueblo; allí se podía encontrar raspaos de todos los sabores con leche condensada y los helados de conos comestibles que fabricaban y vendían los hermanos Ernesto y Humberto dos foráneos pero muy conocidos que llegaban a Bellavista en época de fiesta; se acostumbraban a hospedar en la casa de Rosa Rosellón. Cómo no había luz eléctrica en sus inicios, los bloques de hielo con que se hacían los helados los conservaban en cascarilla de arroz, esa era la nevera antigua para los negocios que manejaban productos fríos.

 

      Dentro de las curiosidades anecdóticas en las fiestas se recuerda un personaje muy querido en el pueblo que compraba piezas completas de tela para hacer los vestidos de sus doce hijos y su mujer, dado que así le resultaba más económico y todos podían estrenar; en cierta ocasión compró una pieza completa de tela de flores con la cual vistió a toda su familia; cuando salieron a ver los toros a la plaza, la gente en la corraleja murmuraba en voz alta, “allá viene la Batalla de Flores”.

 

      Bellavista era un pueblo esencialmente religioso con predominio de la religión católica. En su fiesta se desarrollaban actividades muy atractivas y divertidas. San Luis Beltrán, su santo patrono, era paseado por las calles principales del pueblo en una concurrida procesión el día principal, generalmente el 10 de octubre; sus habitantes salían a las principales calles o se asomaban a las ventanas para verlo pasar. Ese día era muy hermoso el despertar del alba a las 5 de la mañana con el desfile de devotos en medio de la oración del padre, el canto de los fieles, el sonar de cohetes y de la música de viento.

 

      La misa en su honor se celebraba en sus inicios en la iglesia ubicaba en la plaza principal, años más tarde se hacía en el colegio del mismo nombre cuando no se contaba con iglesia y por último, en la iglesia construida en una de las esquinas de la plaza. Los bautizos se hacían solo en la fiesta patronal del pueblo, dado que para la época era cuando el sacerdote proveniente de Algarrobo llegaba a ofrecer la eucaristía acostumbrada. El sacerdote más recordado fue el padre Arévalo cuya paciencia y tolerancia no eran sus mayores virtudes.

 

      Otro momento igualmente esperado en el pueblo era la apertura de las casetas, siendo el escenario más congregado de la temporada, donde bailaba desde el más pequeño hasta el más veterano. Las casetas más reconocidas fueron El Cafetal, la caseta de Manuel María Villero, la caseta Central de Juana Villero e Isabel y hubo un año que funcionó la caseta "Nido de Amor" frente al billar de Zabaleta; en el Congreso hubo también en cierta época, especialmente para los carnavales con sus respectivos reinados.

 

      En estas casetas se presentaban los conjuntos vallenatos de la época que alternaban algunas veces con bandas papayeras; solían funcionar solamente en las fiestas patronales, a finales de diciembre, principios de enero y en los carnavales, lo que las hacía más atractivas y ansiosamente esperadas.

 

      Dentro de los grupos musicales que se presentaron en la caseta el Cafetal, ubicada al lado de la casa de Andrés Marimón, se recuerda a César Castro, Gilberto Torres, los Pata Pelá y Chelo Rojano.

 

      En la caseta Central de Juana Villero recordamos la presentación del Doble Poder Daniel Celedón e Ismael Rudas, al grupo San Fernando, a Farid Ortiz con el comandante Emilio Oviedo, a Miguel Herrera, a Jorge Jerez, el conjunto del Negrito Osorio y Carlos Narváez y el "Grupo J", un conjunto musical de Aracataca con requinto al estilo de Noel Petro, dirigido por Jorge Viloria el cual realizó varias actuaciones en la caseta de Juana Villero, llenando en sus primeras presentaciones la caseta, por lo que Juana decidió repetir la actuación en forma consecutiva cinco veces más. Cierto día, poco después de la última actuación cuando ya la gente estaba aburrida de ese grupo musical, se encontraba Juancho Andrade sentado en el mercado cuando pasó muy cerca Juana y le preguntó que músico iba a presentar esa noche en la caseta, a lo que Juana le respondió que el "Grupo J"; Juancho con gesto de aburrimiento le dijo: - "!Nojoda Juana otra vez con lo mismo!, dizque "Grupo J", un Grupo Jopo es que son ellos" -. De ahí en adelante la gente sarcásticamente lo llamaba era el Grupo Jopo.

 

      En la a caseta Nido de Amor ubicada frente al billar de Zabaleta, se presentó el conjunto vallenato La Trilogía Vallenata con Blas Vuelvas y Abel Fuentes.

 

      En cierta oportunidad, también organizaron una caseta Ramón Montero, Wenseslao y el negrito Pabón cerca de las casas de Victoria Alonso y Jaime Rende que posteriormente fue de Eustorgio León; allí se presentó la agrupación "Los Diablitos" de Omar Geles y Miguel Morales, como competencia a la caseta de Juana. Recordamos la anécdota cuando se hizo el contrato con Los Diablitos, llegó a la Loma del Bálsamo Omar Geles por el anticipo acordado, allí se encontró con Quiroga que acababa de llegar de Bellavista; Omar Geles le preguntó cómo estaba la vía y si el Termo podía llegar y salir de Bellavista sin problemas; Quiroga le contesto que si podía llegar, pero no estaba seguro que saliera porque en Bellavista llegó un termo que tenía muchos años de estar allá y no había podido salir.

 

      Esas casetas eran sitios muy concurridos, a la cual algunos padres por costumbre solían acompañar a sus hijas más para cuidarlas que para divertirse y otros, en cambio, encontraban la excusa perfecta del cuido para gozárselas. Algunos avanzados en edad no pagaban la entrada, le decían al portero que solo venían a acompañar a sus hijas, sin embargo, cuando ya estaban adentro aprovechaban la multitud para brillar la hebilla.

 

      Otra de las celebraciones habituales de la fiesta de octubre, en sus inicios, fue el fandango que posteriormente fue desapareciendo este baile popular; se realizaba y disfrutaba por las noches cerca de la plaza del mercado; era una especie de baile típico donde las parejas giraban sensualmente alrededor de la banda de músicos de viento o papayera y la mujer de cada pareja llevaba un paquete de velas encendidas en la mano que iluminaba el área donde se bailaba y hacía más visible esa expresión folclórica. Se recuerda mucho a Marquesa Fontalvo como uno de los personajes que más bailaba y gozaba el fandango.

 

      También podemos resaltar, dentro de las solemnidades tradicionales muy atractivas, la Semana Santa; allí el pueblo se engalanaba con la presencia de visitantes de diferentes partes del país quienes atraídos por su encanto se extasiaban en su acogedora estadía. Esos momentos de reflexión espiritual eran acompañados de rituales famosos y el disfrute de los tradicionales dulces que se hacían en cada casa los cuales eran intercambiados de forma acostumbrada entre sus habitantes; era tan arraigada esa tradición de intercambio que se convertía en obligatoria y en la mayoría de las veces terminábamos comiendo los dulces que hacían en otras partes y no los de la casa.

 

En esta época era común encontrar los niños cruzándose por las calles con los platos de dulce repartiendo a los vecinos, familiares y amistades. Los más apetecidos eran los dulces de guandú, papaya, ñame, de leche y de coco.

 

      En ese momento santo encantador y exótico, se escuchaba en su esplendor el sonido de las chicharras y los corombos en ruidos a veces ensordecedores pero agradables. Los creyentes en grupo salían a sacar higas de limón o cañandonga con fe y devoción el viernes santo al medio día. Por respeto los días jueves y viernes santo no se comía carne roja, solo pescado o huevo. En esos días solo se escuchaba música clásica en las emisoras por respeto a esas creencias y tradiciones.



Barrios más populares …

      Bellavista fue un corregimiento que en el momento cúspide de su desarrollo alcanzó una población superior a los 1.500 habitantes y aproximadamente 380 familias. La mayor densidad demográfica se concentraba en la parte alta de su área geográfica. Su territorio fue expandiéndose conformando una especie de extensiones a lo largo de las dos vías que cruzaban el pueblo y que se convertían en salidas sobre los cuatro puntos cardinales. En esas extensiones se fueron formando algunos barrios con nombres formalmente reconocidos y otros llamados por sus apodo con cierto sentido de jocosidad.

 

      Entre los barrios más antiguos y populares que tenía Bellavista se destacaron: 

“LA ESTACIÓN”, ubicada en la parte central de su zona geográfica, allí se encontraba ubicado el mercado público, toda el área comercial y de entretención más importante. Era el sitio donde confluía toda la población a realizar transacciones comerciales o a divertirse jugando, mamando gallo, referir chistes y cuentos.

 

“EL CONGRESO”, según la historia fue el lugar por donde inició Bellavista, empotrado en la parte baja sobre la salida a Fundación, una calle larga con casas de ambos lados sobre la carretera. En este barrio se encontraban ubicados cuatro iconos de la antigua Bellavista: el cementerio, la cooperativa, la Loma de Gaspar y el Mechón Rojo.

 

"LA PLAZA", se denominó así al área circundante a la tradicional y pedregosa cancha de fútbol, como también las dos versiones que tuvo la iglesia católica; un sitio histórico por su tradición y porque allá se desarrollaba la gran mayoría de los espectáculos que venían de afuera o en festividades de octubre.

 

"LAS DELICIAS", más conocido como “el Cascarón” ubicado sobre la parte suroccidental; nombre colocado despectivamente por algunos pobladores en razón a que allí vivían personas que subsistían de la venta de maíz y sus derivados. Su área de influencia estaba comprendida entre el denominado zanjón de María Ricardo, la familia Medina Blanquiceth y la última casa al fondo de Joselito de la Hoz.

 

"LA PUÑALADA" , fue el más nuevo de los barrios anteriormente citados, ubicado al oriente del pueblo, ese nombre coloquial se le colocó porque para la época la gran mayoría de sus habitantes eran "cachacos" y algunos tenían por costumbre resolver sus diferencias con machete y cuchillo especialmente cuando estaban bebiendo.


Hechos históricos relevantes …

      Bellavista a pesar de haber sufrido la adversidad de dos acontecimientos que históricamente marcaron su destino, ese mítico e inmarcesible pueblo cargado de historias y aprendizajes sigue incólume e impregnado en la memoria de cada habitante por su inquebrantable hospitalidad y sus recordadas vivencias anecdóticas.

 

      El primer hecho adverso fue cuando en pleno apogeo de su madurez, por la absurda decisión de un centralismo inconsulto, le quitaron inexplicablemente su vía principal de comunicación, la carretera que lo conectaba por el norte con la cabecera municipal de Fundación y al sur con el interior del país, dejando al pueblo sin la arteria que le daba vida, dinamismo y vigor. Este hecho histórico se puede considerar como el primer punto de inflexión en su acelerada curva de crecimiento que detuvo su reciedumbre, dado que muchos negocios que estaban instalados allí se fueron, unos para la Loma del Bálsamo y otros para Fundación. Según datos históricos, los carros dejaron de circular por la vía de Bellavista el 20 de julio de 1978 día en que se inauguró el puente de Ariguaní sobre la nueva vía pavimentada y con ello la muerte paulatina de su auge.

 

      El segundo suceso determinante y mortal para su auge, sucedió un 28 de octubre del año 2001, cuando se dio el desplazamiento masivo e injusto que partió la historia del pueblo en dos y produjo una migración de su población a entornos que muchos de sus habitantes extrañaron y algunos lo condujeron a su tumba. La salida produjo una ruptura de convivencia pero no de hermandad. Desde otros entornos aún siguió su contacto y su remembranza.

 

      Durante algunos años, posterior a el desplazamiento, Bellavista se convirtió en un pueblo fantasma, deshabitado y lleno de miedos, solo hasta finales de la década de los años 2000 muchos pobladores decidieron regresar, cuando habían mejorado algunas condiciones de seguridad, en su gran mayoría no oriundos de ahí y que no vivieron su primera etapa. Sin embargo, a pesar de que su infraestructura y entorno fueron destruidos en su totalidad, no acabaron con el sueño y hermandad de cada uno de los que tuvieron el privilegio de haber nacido en su seno o aquellos que por adopción fueron seducidos durante años por su vocación productiva, calidez, sencillez, generosidad y hospitalidad. Su historia quedó impregnada en la memoria de cada uno de sus habitantes con un sello imborrable por más lejanos que se encuentren o por más remoto que sea el tiempo.


II PARTE: RELATOS DE SU NACENCIA

      No existe una versión definitiva y comprobada sobre la llegada de los primeros pobladores a Bellavista; se cree que se dio a finales de la década de los años 20 del siglo pasado. Sobre su origen existen algunas versiones recogidas de antiguos pobladores que habitaron ese territorio desde sus primeros años.

 

Una de ellas, ubica el comienzo de Bellavista en predios de la finca el Jordán contigua al barrio el Congreso; allí según esa versión, la primera casa fue construida por Félix Durán, un comerciante que compraba cosechas de la zona y decidió instalarse en ese lugar para facilitar sus operaciones de comercialización. En esa época ya existía un camino de herradura que venía de los campamentos de Ecopetrol ubicados en el municipio de Ariguaní, pasaba por la finca "Si Dios Quiere" hoy Loma del Bálsamo, continuaba por el barrio el Congreso hasta llegar a Fundación.

 

      Por ese sendero circulaban productos especialmente cosechas y provisiones lo que convirtió el sitio en un punto estratégico; fue a partir de ahí cuando empezaron a llegar los primeros pobladores ubicándose inicialmente en el barrio el Congreso y luego en la zona central de Bellavista.

 

      En la parte más alta del pueblo, en la cual confluyen hoy las vías de Algarrobo - Sacramento y la de Fundación - Copey, específicamente en los terrenos donde se encuentra ubicada la Estación, se radicó Plácido Yance considerado como la primera persona que construyó su casa en ese sector; poco tiempo después, para la misma época, llegó Manuel María Villero proveniente de la Guajira el cual inicialmente había decidido asentarse en Algarrobo y luego se trasladó a Bellavista, construyendo su casa donde hoy queda ubicado el mercado público siendo necesario el traslado de la casa posteriormente al sitio donde permaneció definitivamente por muchos años.

 

      Los primeros pobladores que llegaron al Congreso se cree que fueron Julia Santana, Felipe Peña, Josefa Torres, la familia Mosquera dueños de una casa grande ubicada después del Mechón Rojo, Mercedes Milian (mamá de Gaspar Vanegas) y Leónidas  Milian; luego llegaron a ese sector las familias Mejía, Vega, Durán y Jaraba. Se dice que para esa época llegó también a Bellavista José Antonio Gutiérrez padre de Gonzalo Gutiérrez.

 

      De acuerdo con los relatos de algunos habitantes, en el año 1932 culminó la construcción de la carretera Valledupar - Fundación que pasaba por Bellavista, una carretera destapada pero con alto flujo de tráfico tanto de pasajeros como de carga; esta carretera le dio vida y fue soporte de su desarrollo comercial y demográfico. Antes de la construcción del puente, se debía cruzar la quebrada a pie, en bestia o en carros cuando no estaba crecida o esperar que bajara su cauce lo que obstaculizaba el paso de mercancías. En el año 1933 se realizó la construcción del puente sobre la quebrada.

 

      Es importante resaltar que desde su inicio, Bellavista fue un pueblo con una estructura poblacional multicultural y también pluriétnica; en su seno se asentaron comunidades de diferentes regiones del país y de contextos idiosincráticos diversos que le permitieron enriquecer su legado en diferentes ámbitos de su acontecer.

 

      En los primeros años de su existencia, llegaron inmigrantes atraídos por su auge, entre ellas algunas comunidades negras que se ubicaron en diferentes zonas de su área de influencia, inicialmente en el barrio el Congreso y posteriormente en la zona sur occidental y en la oriental en la salida de la vía a Sacramento; este primer grupo provino en su mayoría del departamento de Bolívar especialmente de lugares como María la Baja y San Cayetano corregimiento del municipio de San Juan Nepomuceno, como también de la Zona Bananera, trayendo consigo su cultura y sus costumbres; por eso no era extraño disfrutar en el pueblo de su gastronomía típica, delicias como alegrías, caballitos, cocadas, bollos de millo (angelito) y de plátano que producían y vendían por las calles en poncheras colocadas en la cabeza con un trapo envuelto en circulo para darle mayor estabilidad y evitar que se cayera una técnica típica de esta comunidad. De este grupo poblacional inmigrante se pueden destacar algunas familias como Peña, Santana, Valdés y Blanco en el Congreso, Feria en el sur occidente y Marimon al oriente.

 

      También llegaron a este territorio en los inicios de la década de los años 50, comunidades del interior del país en su gran mayoría de los Santanderes y del Tolima, conocidos genéricamente en el pueblo como “cachacos” independiente del lugar del interior donde venían. Esta comunidad era proclive a la producción de café muchos de ellos tenían sus fincas arriba en la sierra y venían al pueblo ocasionalmente; los que tenían sus casas en Bellavista aprovechaban los extensos patios para realizar el secado de café. Otros, especialmente los de origen santandereano, se dedicaban al comercio a través de tiendas o almacenes; algunas de las familias más representativas de este asentamiento poblacional fueron los Barbosa, Argüello, Navarro, Oliveros, Quijano, Vargas, Álvarez, entre otros.

 

      Por otro lado, hubo una llegada masiva de personas oriundas de la zona del río Magdalena especialmente de corregimientos como Carreto, Cantagallar, Tíogollo y Playón de Orozco en el municipio de El Piñón. En este grupo poblacional podemos destacar las familias Vizcaino, De la Hoz, Montero, Camacho y Medina. Del municipio de Salamina llegaron familias como los Patiño y Pacheco y de la zona centro del departamento del municipio de Chibolo llegaron las familias Bermúdez, Jaraba y Andrade y de Plato las familias Zabaleta y Campo.

 

      Ese fenómeno migratorio hizo que su economía fuera diversa lo mismo que sus expresiones culturales enriqueciendo su herencia histórica. Sus bailes, su gastronomía y sus creencias fueron una agradable mezcla que consolidó las bases de un enclave único. Posteriormente se dio el cruce entre habitantes de estas comunidades lo que produjo un mestizaje que fortaleció la convivencia entre estas distintas poblaciones.

 

      La infraestructura de sus viviendas también era diversa y fuertemente influenciada por la procedencia e idiosincrasia de sus habitantes; en sus inicios predominaban las viviendas construidas con paredes de barro, empañetadas con boñiga de vaca soportadas con estantería de madera y una especie “lata” o caña de corozo de contextura muy durable, los techos eran construidos con palma amarga en una variedad de entramados; También se construyeron muchas casas de tabla las cuales poco antes del desplazamiento existían en su modelo original como la casa de la señora María Charris que lograron perdurar por años como símbolo de su arquitectura inicial. Posteriormente esas casas fueron reemplazándose por casas de material con bloques y de tejas de cemento.


III PARTE: ANÉCDOTAS DE MI PUEBLO 

      Parte esencial de su cultura fueron las anécdotas que dejaron muchos de sus pobladores quedando inscritas en el recuerdo y la añoranza; por eso, de ese recóndito, mágico, altruista y sensual lugar de la vieja Bellavista se presenta este recitar de las más evocadas para que el tiempo no borre de la memoria sus agradables y variadas vivencias que hicieron parte de su cotidiano vivir.


Anécdota: Monjes extraños

      La magia de Bellavista atraía personajes de todas las condiciones y excentricidades. Imágenes imborrables del pasado como la llegada, a principios de la década de los años 70s, de dos viejitos barbados, con apariencia descuidada y comportamiento extraño que al decir de algunos habitantes, eran monjes considerados como "enviados". Sus barbas largas y plateadas eran suficientes para cubrir sus desgarbados y atropellados pechos que ocultaban, además, las imborrables huellas del paso del tiempo.

      No usaban ropa común y corriente, vestían atuendos de fique bastante atípicos para la época; poco hablaban con las personas y solo a algunos les permitían cruzar palabras. A algunos que se acercaban por curiosidad, con un gesto despectivo y certero les decían que se retiraran; en su enigmático saber no toleraban el comportamiento burlesco y discriminatorio que algunos anfitriones le brindaban. Tenían una extraña capacidad para detectar las buenas y malas energías e intenciones. Algunos de la habitantes del pueblo satisfacían su ego haciéndoles maldades para provocar su ira. Se dice que muchas de estos coterráneos, no tuvieron un buen fin, lo que hizo más misterioso su paso por el pueblo.

      No se sentaban en las sillas que les brindaban, solo permanecían sentados en los sardineles de algunas casas ubicadas alrededor del Mercado Público. No recibían todo lo que le regalaban, especialmente de las personas que consideraban inamistosas o de pasado turbio. Llevaban consigo un pote de avena Quaker y solo ahí recibían comida; no usaban cucharas ni tenedores para comer.

      Su estadía en el pueblo fue muy fugaz; se hospedaron donde la señora Elvirita persona muy querida y reconocida en el pueblo. Nunca se supo de donde vinieron ni para donde se fueron. Su partida fue extraña porque anochecieron y no amanecieron. En el pueblo la gente preguntaba por ellos, pero ninguno dio razón alguna, nadie los vio salir. Se cree que tomaron la ruta de El Veinticinco vereda muy cercana en la vía hacia Fundación. 

      Para algunos pobladores, estos desconocidos profetizaron muchas cosas que a final en forma desafortunada sucedieron. Antes de su partida de Bellavista, predijeron que iba a ver un derramamiento de sangre por toda la carretera y que el pueblo iba a ser arrasado, no se sabe si lo dijeron por rabia o porque realmente tenían esa capacidad de premonición. Al final quedó en ideario y en la memoria de muchos que se cumplió su profecía, que estos dos desconocidos dejaron plasmados recuerdos para los que hoy tienen el privilegio de contarlos.


Anécdota: Palito e' coco (*)

      En medio de las limitaciones que en la época se vivía, la iniciativa individual era común en mucha de su población; la mayoría de los negocios tenían como propósito la subsistencia más que la rentabilidad. Manuel María Villero uno de los primeros habitantes en llegar a ese lugar, dejó un legado de iniciativas que ponía a andar dado su espíritu emprendedor y por el amor que siempre le demostró al pueblo. Entre sus negocios más destacados podemos recordar una caseta de su propiedad contigua a su casa de residencia la cual era epicentro de bailes y reinados en épocas de carnaval, una banda de música papayera y una tienda que además de abarrotes vendía bebidas alcohólicas. Fue el único que se atrevió a montar un teatro, en el que con pasión ofrecía cine de temporada; allí proyectaba películas que promocionaba de estreno pero que algunas eran viejas, opacas y rayadas.

      Un día orgulloso anunció una película de Antonio Aguilar, cantante mexicano de música ranchera muy popular en el pueblo por sus canciones y al cual le hizo un despliegue publicitario con el único medio de comunicación que existía en la época, la bocina; la parte técnica de la proyección de la película estaba a cargo de Grimildo Molina un joven muy inquieto y autodidacta; la gente emocionada acudió a ver la película anunciada, cuando el teatro se llenó e inició la función Grimi no se percató que al rodar la cinta los personajes salían con la cabeza hacia abajo.

      Los asistentes se miraban las caras y muchos se reían, sin embargo, Grimi seguía sin percatarse de la situación; en la sala algunos empezaban a silbar y reclamar, otros furiosos empezaban a levantarse poco a poco en medio de la angustia gritaban:

 - “Oye Villero arregla eso que los muñecos están saliendo con la cabeza para abajo” -.

Ante la situación Villero salió a mirar que pasaba. Para calmar la gente a Villero se ocurrió responder ingeniosamente en voz alta: 

- "Ombe, como no van a salir con la cabeza pa´ abajo, no ves que se están haciendo el Palito e' Coco" -.

(*) El Palito e' Coco fue una moda practicada por los jóvenes de la época, la cual consistía en colocar el cuerpo en forma vertical con la cabeza hacia abajo, apoyando las manos en el suelo y con los pies hacía arriba.


Anécdota: Tarzán en la selva

      Dentro de ese cúmulo de historias inmortales que nos dejó Manuel María Villero en su famoso teatro Bellavista, podemos destacar aquella donde anunció una película de “Tarzán en la Selva” la cual generó mucha expectativa en la población. Sin embargo, el afán de presentar esa película de estreno suficientemente promocionada, no permitió un alistamiento adecuado. 

      De la parte técnica en la proyección de la película estaba encargado Grimildo Molina el cual con teatro lleno dio inicio a la función. Para asombro de los asistentes la película salió sin sonido, solamente se escuchaba el rumor y las risas de las personas que pagaron la boleta de entrada. Molestos con toda razón, empezaron a gritar:  

- “Villero, no se escucha una #*^!<>" -.

A lo que Villero respondió muy apenado: 

- "Ombe, que se va i a escuchar, no ves que están en la selva" -.


Anécdota: Las vainas de Lucho el loco

      En una tarde soleada como de costumbre después de la jornada escolar se jugaba futbol en la plaza, lo cual era habitual entre los habitantes de allí dado que era la única forma de entretención que había o la más popular, cuando de repente algo extraño ocurrió cerca del sitio que llamó la atención de todos los presentes. En una esquina de la plaza vivía Lucho el hijo de Finicia, un muchacho inocente y sin malicia considerado como loco por los habitantes de allí; desde pequeño fue afectado por una rara enfermedad que le dejó una discapacidad mental y por eso sus actuaciones eran de niño a pesar de ser mayor de edad; su madre lo consentía y le daba todos gustos para controlar su genio, especialmente los días en que amanecía trastornado.

      La familia Portnoy a la cual pertenecía Lucho fue muy prestante y famosa; sus hermanos Jaime y Mauricio vivían en Cartagena y visitaban con frecuencia a su mamá como también a su hermano aprovechando las fiestas patronales  para llegar al pueblo; Mauricio era el más conocido y mencionado  en algunas canciones de la época por Jorge Oñate y Poncho Zuleta. Lucho en su alucinante mentalidad fue todo un personaje por su comportamiento, una de sus pasiones era llegar al billar de Zabaleta a recoger tapas de gaseosa o “Checas” como se conocían anteriormente, las cuales en forma muy cuidadosa llenaba sus cuatro bolsillos y salía a caminar por el pueblo con su escudriñante mirada de pocos amigos, en ese momento era mejor no mirarlo o no decirle nada porque tenía problemas con él, sin embargo, con nadie se metía si no lo molestaban; su locura se alborotaba con la llegada de la luna nueva, a nadie le hablaba ni le gustaba que le hablaran y como la gente lo conocía preferían dejarlo quieto o no saludarlo para evitar la mirada que muy furioso ofrecía o alguna soez palabra.

      La tarde transcurría normalmente en la plaza y los jugadores entretenidos en la práctica de futbol acostumbrada. Lucho se sentó en la puerta de su casa con una bola plástica roja que le había puesto el niño Dios y que aún se mantenía con el brillo original; estaba solo en la casa porque ese día su madre se había ido para Fundación a hacer unas diligencias y aún no regresaba; de pronto frente de su casa pasó una burra mohína con su pequeño descendiente la cual llamó la atención de Lucho que sin pensarlo dos veces y sin rubor alguno delante de la gente que se encontraba cerca, metió el animal en el cuarto donde dormía cerrando todas las puertas. Allí cumplió su objetivo de disfrutar aquella delicia, pero con tan mala suerte que la burra se cagó embarrando el piso y hasta la cama, de lo cual ninguno se dio cuenta porque había cerrado todas las puertas de la casa y ni por las rendijas se podía ver.

      Al escuchar la rebuznadera del pollino angustiado, rodearon la casa y gritaban para que pudiera sacar el animal de allí; conociendo su temor a los sapos le tiraron uno por los calados y otros le echaron agua buscando asustar al locario, sin embargo, esa operación no dio resultado.

      Cuando la zoofilia acabó, por una puerta del lado de la casa sacó el animal muy afanado por lo que había pasado dentro del cuarto; con una escoba empezó a barrer lo que la burra había dejado como evidencia de aquella arriesgada inocencia. Sin escrúpulos muy campante sacó y luego con agua empezó a lavar con una asombrosa paciencia como si nada hubiera pasado.

      Su madre al llegar de Fundación inocente de lo ocurrido, revisó la casa y encontró todo como lo había dejado, pero el rumor en el pueblo voló como espuma, haciendo mérito a un dicho popular que decía “pueblo chiquito infierno grande”, a sus oídos llegó el cuento y ella muy inteligente como madre consciente sonrió, demostrando su amor por Lucho.


Anécdota: Miedo al fantasma

      En la Bellavista de antaño no faltaron los momentos enigmáticos con sucesos que a través del tiempo fueron transformándose en míticos. En aquella idiosincrasia diversa sobresalían, entre otros, el buen sentido del humor a través de cuenta chistes de reuniones, parrandas y de velorio y también los "mamadores de gallo" que se concentraban especialmente en el mercado, sitio oficial de las tertulias y tomaduras de pelo. Allá el que no tenía cuentos se lo inventaban y lo hacían con tanta naturalidad que con el tiempo se iban convirtiendo en verdades imaginarias por la forma como las argumentaban y la seriedad con que a veces las contaban.

      En ese escenario apológico, existían creencias fantasmáticas sobre espantos, brujas y brujerías alrededor de los cuales se daban especulaciones producto, en la mayoría de los casos, de la fascinación y fantasía de algunos pobladores que hoy hacen parte del patrimonio inmaterial y costumbrista de ese mágico enclave.

      Era habitual en algunos quedarse hasta altas horas de la madrugada en el billar Zabaleta para luego regresar a sus casas; de ahí surgieron fascinantes relatos sobre lo que veían y sentían en medio de la noche contados incluso por personas que gozaban de respeto y credibilidad en el pueblo.

      Un día regresaba Nieve Feria a las nueve de la noche después de terminar su venta en la estación; al pasar por la antigua iglesia que quedaba en el centro de la Plaza, vio en su interior oscuro una cabeza con ojos, nariz y boca de los cuales brotaba candela; con soberano susto, salió corriendo del lugar con la respiración entrecortada apenas pudiendo describir lo que vio; inmediatamente se regó la "bola" en la Plaza; muchos por curiosidad desde lejos miraban el extraño ser y cada uno le agregaba un pedazo al misterioso engendro de su imaginación.

      Lleno de coraje, acudió al sitio Julio Vizcaino Palmera para tratar de descifrar el enigma; con todo el sigilo que la situación ameritaba fue en busca del objeto desconocido que, a decir verdad, infundía miedo. Muy lentamente fue entrando a la iglesia y acercándose al objeto, cuando estuvo a pocos metros se dio cuenta que era un coco de patilla partido por la mitad con orificios por donde salía la luz de una vela colocada por dentro para infundir temor entre los que por allí pasaban. Se acercó y le dio una patada que desbarató el coco y con ello su misterioso espanto, el cual para algunos aventajados de la imaginación atribuían esa peculiar aparición al diablo que según los relatos salía por esos lados.

      También se escuchaba decir que en la quebrada que cruza la vía de Bellavista a la Loma del Bálsamo salían por las noches  burras pateadoras a todo el que por allí se atrevía a pasar, lo cual volvió este sitio misterioso y anecdótico; mucha gente pensaba dos veces para pasar a altas horas de la noche por ese lugar. En el propio pueblo muchos hablaban de brujas que se convertían en puercas y patas que salían en la madrugada a todo el que acostumbraba a pasar de noche especialmente por la Plaza.

      Un día salió Antonio Vizcaino Palmera del billar de Zabaleta hacia su casa en medio de la oscuridad de la noche debido a la ausencia luz eléctrica; no había caminado 50 metros cuando salió a su paso un perro negro como de un metro de alto con ojos rojos tratando de estorbar su paso; era un animal con características poco comunes con relación a los perros del pueblo que de solo verlo enrizaba los pelos. Como pudo se recostó a una de las cercas que estaban al lado de la calle que conducía a su casa sin descuidar al animal ni quitarle la mirada. El perro, sin atacarlo, lo acompañó hasta la puerta de su casa convirtiendo el momento en los minutos más eternos. Al llegar y sin dar la espalda al objetivo, tocó la puerta; cuando le abrieron salió rápidamente a buscar el machete para darle al animal, sin embargo, cuando salió no había rastro del mismo. Se cree que era brujo que vivía en el pueblo y todo el mundo lo conocía.

      Existió en Bellavista para la época un trío de personajes muy conocidos por las historias que dejaron y las maldades sanas que hacían. Marcial Patiño, Luis el "docto" Vizcaino y el "pollo" José Barrios, tres parranderos y mujeriegos que dejaron muchas anécdotas, incluso, las maldades que se hacían entre ellos mismos. Uno de ellos, el “pollo” Barrios, se ufanaba de no tenerle miedo a los espantos ni a las brujas que salían en el pueblo. Todas las noches le tocaba ir a su casa que quedaba fuera del pueblo frente a la finca Manizales.

      Un día el “pollo” estaba tomándose unos tragos en la cantina de Pepa Jaraba con algunos compañeros de su generación; el "docto" Vizcaino y Marcial al verlo, encontraron la oportunidad precisa para comprobar si efectivamente era el animoso que presumía y pregonaba; se fueron a las afueras del pueblo y armaron un muñeco de trapo con sombrero caña e' flecha. En la bajada de la vía que conducía a su casa frente a la casa de Héctor Venera, tendieron el muñeco en el centro de la carretera por donde debía pasar el “pollo”; lo amarraron con cabuya y se escondieron, el "docto" a un lado de la carretera y Marcial del otro. Cuando lo vieron venir muy cerca, halaron la cabuya y el muñeco se paró haciendo que se meneara de lado a lado como si el espanto le dijera, por aquí no pasas.

      El ánimo que pregonaba tener no se sabe dónde quedó; la carrera que pegó fue tan grande que en menos de un minuto ya estaba nuevamente donde Pepa Jaraba, pálido y apenas una hora después fue que pudo tartamudear sobre el espanto que acababa de ver.


Anécdota: Miedo al paraco

      En aquella singular región, se vivieron dos épocas históricamente diferenciadas; la primera fue de aurora y ensueño y la segunda de anochecer y nostalgia, esa nostalgia que invadió a sus pobladores por la separación abrupta en los inicios de la década pasada. Todo ese acumulado vivencial de la segunda mitad del siglo XX, estuvo adornado de hermosos recuerdos en la primavera de su auge y madurez; por el contrario, en los inicios del presente siglo, fue una era de desesperanza, zozobra y separación física de la gran familia Bellavistera, con un final que ningún hijo del pueblo hubiera imaginado o deseado; un desenlace desagradable y ojalá de no repetición; grupos ilegales borraron el sueño de muchas generaciones de habitar y coexistir en ese espacio único e irrepetible, el cual, para algunos fue soporte y sustento de vida, tanto así que no pudieron superar la lejanía y sucumbieron ante la nostalgia que les producía estar lejos de su terruño; otros, por el contrario, lograron adaptarse a una nueva y diferente realidad ajena a su modus vivendi y hoy habitan en distintos lugares del planeta. La intranquilidad fue en ese tiempo el pan de cada día; en cada sitio y en cada habitante se reflejaba la angustia cuando en el pueblo se escuchaba decir que llegaba la camioneta, un símbolo lamentablemente de muerte. Las personas salían a hacer estrictamente lo que necesitaban y se regresaban con las mismas, ya las calles no tenían la misma vida ni el esplendor de antes. Estar en la casa, incluso, no era garantía de seguridad y en cualquier momento se esperaba una incursión fatal.

      En uno de esos días de nublada recordación por la tensión y expectativa que se vivía, estaba Julio Montero sentado en la sala de su casa reposando, cuando de repente su hijo Deimer interrumpió su tranquilidad y le dijo:

- "Papi, allá afuera hay un paraco" -.

Julio, pegó un salto del asiento donde estaba sentado y salió corriendo a esconderse en el baño que estaba al final del patio y pegaba con la cerca de la señora Toña de la Cruz; cerró la vieja puerta del baño y se "añingotó" en una esquina buscando que no lo descubrieran. Deimer, que no superaba en esa época los 6 años, al verlo tan asustado salió detrás de él y le tocó la puerta:

- "Papi, Papi" -.

Julio con los nervios a mil, susurró con una voz casi imperceptible:

- "Sssssss, baja la voz" -.

Con la inocencia propia de su edad, el niño le dijo:

- "Papi no te asustes, porque no es un paraco de los que caminan, sino de los que volan" -.

Ahí empezó el color de Julio a volver a su estado original, ni maneras de regañarlo porque la misma situación de incertidumbre daba ese tipo de interpretaciones.

      También le pasó a un muchacho, que venía en su bicicleta por la carretera que de El Copey conduce a la Loma del Bálsamo, cuando en el camino fue interceptado por un grupo armado al margen de la ley que hacía un retén muy cerca del puente del río Ariguaní. Lo hicieron bajar de la bicicleta y empezaron a interrogarlo:

- "¿Usted, de dónde viene? -.

Asustado apenas alcanzó a responder con voz temblorosa:

- Vengo de El Copey" -.

- "¿Y hacia dónde se dirige? -.

- "Voy pa' aquí pa' la Loma" -.

Uno de ellos fuertemente armado, le dijo:

- "¿Pa' la Loma?, tienes cinco minutos pa' que te devuelvas por donde viniste" -.

Con una voz ñateada y quebrantada por el susto, apenas pudo decir:

- "Me diste fue mucho" -.

Se montó en su bicicleta y como una flecha, en menos de una espabilada desapareció; como decían en mi pueblo, ni el humito se le vio.


Anécdota: Una camisa pa' el bagre

      Eran las épocas de comercio fluido en Bellavista, favorecido en gran medida por su posición geográfica privilegiada en la que confluían: la vía que venía del interior del país hacía Fundación, la de Algarrobo y la vía de Sacramento, que le dieron mucha vida y dinamismo a su economía; a través de ellas llegaban y salían mercancías permanentemente, así como una oportunidad para negocios como restaurantes, ventas de productos agropecuarios y un sin número delicias fabricadas por manos laboriosas de habitantes del pueblo.
 
      Parte del comercio, especialmente de ropa, se hacía de manera informal, algunas veces por vocación y otras por necesidad; las mercancías eran traídas de Maicao o Barranquilla y distribuidas a crédito ente los pobladores que las pagaban en cómodas cuotas mensuales y por lo general era el cliente el que, en cierta forma, ponía las condiciones de pago; de esa manera, muchos podían estrenar especialmente en épocas de fiesta por las facilidades que se brindaban.
 
      Hubo algunos oriundos del pueblo que tuvieron afinidad con ese negocio y otros venían de afuera atraídos por la prosperidad del lugar. En ese negocio de venta de ropa se destacaron personajes como: Andrés Gutiérrez, Paulina Barrios, Floralba "Flora", Isabel Cristina Blanquiceth, entre otros.

      A Bellavista llegaba un turco que traía pantalones y camisas para la venta y luego venía mensualmente a cobrar la cuota. Un día llegó a mi casa con una caja repleta de pantalones para la venta. Mi mamá le dijo que se los mostrara para comprarle uno a mi papá cuya estatura era cercana a los 1.90 metros. El turco empezó a sacar pantalones y mamá midiendo con una muestra la talla; saca pantalón y saca pantalón y ninguno daba la medida del largo de las piernas hasta que vació toda la caja; el turco un poco aburrido y sudado después de un suspiro largo se le escuchó decir:

- "Ufff" -.

- "Vea baisana, todo una mañana aquí y no he podido vender un solo bantalón, este tipo no calza ninguno, hombre mierda tener pata larga" -.

No le tocó más remedio que empacar e irse con sus pantalones a otro lado.

      También llegaba un cachaco que parecía un tomate de lo colorado, vendía prendas de vestir y otras mercancías a crédito; cada pago lo registraba en unas tarjetas de cartulina preimpresas que ataba con ligas, ahí llevaba el registro de los pagos mensuales que cada cliente hacía, así no se le escapaba ninguno; cuando las personas no tenían efectivo para pagar, preguntaba si tenían huevos de gallina los cuales recibía en calidad de pago, pero extrañamente no se los llevaba, sino que solicitaba un poco de sal, le hacía una perforación arriba, le echaba una pisca de sal y se los tragaba crudos, hasta siete huevos se aplicaba un día.

      Del pueblo hubo también negociantes de ropa como Floralba más conocida como "Flora" que vivía en el barrio el Congreso después del cementerio. En cierta ocasión para una fiesta de octubre Flora se encontró en la estación con "el Bagre" el hombre que cuando hablaba le salían chispas de saliva; se le acercó y le mostró la gama de camisas que tenía para la venta:

- "Oye Bagre traje estas camisas muy hermosas; espero que compres una pa' octubre" -.

A lo que el Bagre le respondió:

- "Eche Flora pa´ jodete, si me compro una camisa es pa' mí, occctubre que commmpre, entiendes huevona" -.


Anécdota: La puerca salada …

 

      En cierta ocasión en la finca Manizales después de la distribución que se hizo de las tierras, se sembró sorgo o millo como se le llamaba en la época; En Bellavista era costumbre que los puercos anduvieran libres lo que ponía en peligro el cultivo dada su habilidad para remover la tierra con el hocico. Era necesario entonces buscar una persona que cuidara, en especial de los puercos del barrio el “Cascaron” que muy temprano salían a la calle a rebuscarse la comida; para tal fin buscaron a Ángel Padilla conocido como el “padilloso” al cual le dieron una escopeta para que cuando viera los puercos en el cultivo les hiciera tiros y los ahuyentara. 


      Un día se metió una puerca de los Medina en el cultivo y en vez de hacer un tiro al aire para espantarla, le metió un tiro en la cabeza. Al cabo rato la peló, la saló y se la llevó en un balde al Congreso donde vivía. Para llegar a su casa desde Manizales debía pasar por la Estación donde se encontraba Juan Manuel Jaraba reunido con otras personas en el ventorrillo de Lucía Jaraba, quienes al verlo pasar se preguntaron que llevaba en el balde. 


      Después de un rato apareció el dueño de la puerca y puso el  denuncio contra Padilla como autor de la desaparición de la puerca ante el inspector de policía, por lo que se lo llevaron detenido. Cuando lo conducían al calabozo, al pasar por donde estaba Juan Manuel, este le preguntó:

 

- “Aja Padilla para donde te llevan?” -.

 

- “Ombre Juan Manuel, tu todo lo quieres saber” -.

 

- “Ombre tengo problemas porque a mí el Blanco me dio una orden que todo animal que entrara al cultivo lo matara” -.

 

Y le dice Juan Manuel.

 

- “Si pero no que lo pelaras y lo salaras”- .

 

- “Ombre respete Juan Manuel, carajo” -.

 

Al rato, cuanto estaba haciendo la declaración ante el inspector, llegó alguien y dijo:

 

- “Si señor, él tiene esa mala costumbre; a mí me robó un nido de canario que tenía en un palo seco donde Sinforiano” -.

 

Y dice Padilla:


- “Ombee carajo, no se meta, estamos hablando de la puerca no del canario” -.


Anécdota: "Leña verde"

      Eran épocas de ensueño donde a pesar de las limitaciones, en Bellavista se vivía un ambiente agradable y constructor de recuerdos. El apodo era una forma común de llamar a las personas, a veces de manera abierta y generalizada sin que se molestaran, incluso, algunos estaban tan familiarizados con su apodo que cuando los llamaban por el nombre no se percataban que estaban hablando con ellos; otros sin embargo, solo se les decía el sobrenombre de forma clandestina por lo furiosos que se ponían. En algunos casos, su nombre no era muy conocido por la mayoría de la población como el caso de: "Diablo Rojo", "Cachaco Muelón", "Mico Bayo", "La Coleta", "Canchiri", "Polvo e' Loba", entre otros.

      Fernando Ruiz un habitante de esa hermosa y recordada villa era conocido popularmente como "Leña Verde", fue una persona muy apreciada, amable, respetuosa y servicial; dedicaba parte de su tiempo a hacer mandados a quien lo necesitaba y ahí le daban su propina; para su sustento vendía también leña que en aquella época era la única fuente de combustión para cocinar, de ahí le provino su apodo el cual no era de su agrado. Nunca se casó ni se le conoció novia.

      En cierta ocasión, como de acostumbre por las mañanas, venía Fernando de una finca cercana con un tercio leña en el hombro la cual vendía posteriormente en pequeñas porciones entre 20 o 30 centavos. Al llegar al pueblo, "Chuchita" un muchacho que recién iniciaba su adolescencia, se le ocurrió gritarle escondido detrás de las paredes de la vieja iglesia ubicado en la plaza:

- Leña Verdeee" -.

Fernando enojado e inquieto por no saber quién le gritaba, se detuvo mirando para todos lados, pero no vio a nadie y decidió seguir su camino, cuando nuevamente escuchó:

- "Leña Verde," -.

Ahí fue cuando Fernando se regresó y empezó a buscar hasta que logró descubrir quién era intrépido muchacho. Bastante molesto, se dirigió hacia la casa de la mamá que quedaba en la plaza para ponerle la queja. Eran los tiempos en que cualquier persona tenía la facultad de quitarse el fajón y darle unos correazos a quien considerara estaba haciendo alguna maldad o algo inapropiado y después poner la queja a los padres; como si fuera poco, cuando el afectado llegaba a casa lo remataban con otra muenda; sin embargo, Fernando prefirió poner la queja a pesar de su rabia. Llegó a la puerta y sin entrar a la casa, dijo en voz alta:

- "Señora María, vengo a ponerle una queja de su hijo "Chuchita" que me estaba diciendo Leña Verde" -.

La señora María se sintió ofendida y molesta por la forma como Fernando se refirió a su hijo, a lo que le respondió fuerte y en tono alto:

- "Vea señor Leña Verde, respete me hace el favor, a mi hijo no me le diga "Chuchita", oyó, él tiene un nombre muy bonito: Benjamín" -.

A Fernando no le quedó otra cosa que agachar la cabeza, dar un giro y marcharse; pensó que iban a reprender a Benjamín por lo que le había dicho y lo que salió fue regañado. Es decir, fue por lana y salió "trasquilao". No le quedó otro remedio que decir:

“Entonces estamos pago”.


Anécdota: "Erdaaaa, ahora si no me voy"

      De los paisanos bellavisteros quizás el más recordado por su inolvidable pasado fue Aurelio Villa, fiel tomador de Ron Caña, genuino y bonachón; de sus labios salían frases célebres, expresiones autóctonas y además era una persona dispuesta siempre a servir. En cierta ocasión llegó José Ramón Montero Vizcaino de vacaciones en la época de estudiante de bachillerato en el Instituto Técnico Agropecuario de Lorica Córdoba; iba pasando por el billar de Zabaleta y decidió llegar a saludar a algunos familiares y conocidos que se encontraban jugando allí, entre los cuales se estaba Aurelio que llevaba más de una semana bebiendo. Aurelio le tenía gran aprecio y admiración dado que lo ayudaba y orientaba en las labores de vacunación del ganado y además le regalaba libros de veterinaria. A penas lo vio llegar, dijo en voz alta para que todos escucharan:

 

- “Erda, llegó Monchito, el tipo que más sabe en esta región; ese si es una eminencia” -.


Seguidamente expresó una frase que quedó grabada en el recuerdo:


- “Moncho es el rector de Latinoamérica” -.

      Cuando empezaba a beber se tomaba el producto de las cosechas de maíz que traía desde la finca donde vivía y administraba de propiedad de Félix Ramírez; pasaba semanas día y noche tomando; cuando se le acababa la plata, avanzaba de la cosecha siguiente y como era buena paga no tenían inconvenientes en adelantarle dinero. En ocasiones, ofrecía inicialmente resistencia para tomarse un trago, el problema era cuando se tomaba el primero.

      Muchos  recuerdos y anécdotas dejó en el pueblo, todo un legado de vida. Hoy recordamos aquella en la que estaban reunidos un grupo de jóvenes en casa de Ramón Montero tomándose unos tragos con sancocho y el ron; cuando menos se esperaba, apareció Aurelio a lo lejos por el callejón de María Ricardo; al verlo, uno de ellos pensó en esconder la botella pero Aurelio venía muy cerca y ya la había visto; decidieron, entonces, darle un trago grande para que se fuera, tomaron un vaso que colocaban encima de la tinaja con el que tomaban agua y le sirvieron un trago bien repleto. Pero el plan no funcionó, por el contrario, muy veterano en el arte, agarró el vaso en la mano, complacido y sonriente miró a cada uno, se tomó el trago, estremeció el cuerpo y sin arrugas con voz afinada exclamó:

- "Erdaaaa, ahora si no me voy" -.


Anécdota: "Ese es el sapo"

      Algunas frases célebres quedaron grabadas para siempre en el ideario vivencial de Bellavista y hoy hacen parte de esa memoria histórica de ensoñación. Aurelio Villa construyó su propia leyenda por todo el sinnúmero de anécdotas que hoy son epicentro en tertulias de hijos de esa querida tierra. Autodidacta, amante de la lectura, entre ellos, la biblia. Vivió muchos años en la finca San José en compañía de su familia; se dedicó principalmente a la agricultura aun cuando también ordeñaba sus vaquitas para el café con leche y el queso del desayuno familiar; sembraba maíz y yuca para cubrir los gastos de sostenimiento del hogar; fanático acérrimo del Ron Caña, aunque también se tomaba sus cervecitas.

      En cierta ocasión bajó del monte a vender un maíz que había cosechado y hacer compras para llevar a la finca; su intención era loable, había esquivado juiciosamente los tragos que le brindaban sus colegas de andanzas por el compromiso que tenía de llevar provisiones; la situación cambió cuando se tomó el primero, a pesar de su resistencia inicial, la tentación fue superior a la razón, ahí se le olvidó todo; duró una semana bebiendo y cuando quedó sin un peso fue donde Mamerto Cera para que le comprara una novilla y le diera un anticipo. Mamerto, que tenía como actividad la compra de ganado para el sacrificio, le entregó la cantidad solicitada la cual se bebió también. La semana siguiente regresó a la finca limpio y sin compras, lo que su mujer le recriminó a su llegada, cuando apenas bajaba del burro y empezaba a desensillar:

- "Como es posible que hayas durado una semana en el pueblo bebiendo y te presentes hoy con las manos vacías" -.

Muy sereno escuchó el justo sermón.

- "Me dijeron que andabas deambulando en el pueblo borracho y con la ropa sucia como un loco" -.

- "Esooo es verdad" -, respondió Aurelio.

- "Que te quedaste dormido en el mercado sin comer, a la vista de toda la gente" -.

- "Esooo también es verdad" -, volvió a responder.

- "Me dijeron que estuviste con la Coleta para arriba y para abajo y que la llevaste a mi casa" -.

- "Tienes razón. Que comes que adivinasss" -.

- "Me dijo Alfredo que andabas de pernicioso en billar de Zabaleta metiéndote con todo el mundo" -.

Aurelio giró la cara y respondió certeramente:

- "Eeese es el sapo. No me da más un machetazo en la finca" -.


Anécdota: Vivencias en algodoneras

      Eran los tiempos del algodón, cultivo que trajo bonanza y prosperidad a la población bellavistera, especialmente a aquellos que se dedicaban a su recolección. A mediados de los años 70s, hubo muchas hectáreas cultivadas, algunas cercanas al pueblo y otras más lejanas; se destacaron las algodoneras de Mauricio Fuminaya, de Roque Argüello, el Triángulo, la finca La Cecilia, entre otras.

      La recolección se daba a finales de año, lo que permitía a muchos pasar un diciembre con la "tula" como se decía popularmente. Las cosechas de algodón pusieron de moda los famosos "amansa locos" una especie de franela de algodón con manga larga que permitía la protección del sol inclemente; los recolectores, por lo general, colocaban debajo del sombrero una toalla para mitigar su impacto; algunos más ingeniosos aprovechaban los sacos de lona de algodón para hacer su ropita de trabajo.

      Como en cualquier actividad, hubo muchos habilidosos para coger algodón con promedios por encima de los 300 kilos diarios lo que les generaba jugosos ingresos que le permitían comprar la ropa y zapatos de fin de año, arreglar la casa y hasta resistir las extensas, famosas e inolvidables parrandas que empezaban el 7 de diciembre y terminaban a mediados de enero después de los reyes magos; estaban de moda, para la época, las grabadoras de casete con que se hacían las parrandas; eran altamente consumidoras de pilas Eveready la marca más utilizada del momento, las del gato negro; para repetir una canción había que retroceder y rogar que la cinta no se enredara.

      Por las madrugadas llegaban de las fincas a buscar el personal en "Zorras", carrocerías de madera halada por un tractor utilizadas para transportar los recolectores al área de cosecha y llevarlos por las noches de regreso nuevamente a sus casas; estas jornadas de recogida de trabajadores iniciaban a las 4 de la mañana; era todo un espectáculo porque el pueblo se despertaba con la bulla que hacían a su paso, ahí se escuchaba el que "guapirriaba", el que cantaba, silbaba o la habladuría del que no sabía cantar. Algunos llevaban su comida del medio día, otros se la llevaban a las algodoneras; en ese diario acontecer quedaron muchos recuerdos imborrables.

      Un día bastante soleado, le llevaron a Pepe Castaño el almuerzo a la algodonera donde se encontraba muy concentrado y un poco extenuado. Lo llamaron para que viniera a recibirlo:

- “Pepeeee” -.

- “Queeeé” -.  Respondió a lo lejos en una hilera que casi terminaba.

- “Ven que te traje el almuerzoooo” -.

- “Ahh buenoooo, ya voy” -.

- “Y que me trajiste de comidaaaa?” -. Preguntó Pepe.

- “Te mandaron arrozzzz” -.

- “Y la ligaaaa?” -.  Volvió a preguntar.

La respuesta fue desconsoladora:

- “Batataaaa” -.

Tenía en su alucinante mente, la aspiración de que le enviaran un acompáñenle del arroz  que hiciera contrapeso.

      Un caso parecido le pasó a "Toño Teta", cuando recolectaba algodón en el Triángulo, la prima Luz Marina le envió el almuerzo con Lucho Martínez su hijo en un portacomida de aluminio de tres pisos que eran muy comunes y prácticos en aquella época.

Cuando Lucho llegó, empezó a llamar:

- “Toñoooo, Toñoooo” -.

Le contestó “Toño” desde el centro de la algodonera:

- “Queeee?” -.

- “Ven que te traje el almuerzoooo” -.

- “Ahh, buenoooo ya voy” -.

- “Y trajiste limónnnn?” -.

Le responde Lucho:

- “Y quién carajo te dijo a ti que a la mazamorra se le echa limónnnn?” -.


Anécdota: el burro “corvon”

El burro fue en esa la época el medio más utilizado por los campesinos para transportarse hacia o desde los sitios de trabajo; era rara la casa en el pueblo donde no había uno. Por las tardes cuando llegaban de regreso a sus casas se oía el concierto del rebuzno; era la alarma que indicaba la llegada al pueblo; cada burro tenía una forma particular de rebuznar por eso las mujeres sabían cuando llegaba su marido.

El señor Agapo, un personaje que vivió muchos años en su finca arriba en la sierra y posteriormente en Bellavista, estaba interesado en vender el burro que tenía para comprar uno más joven; ese burro fue su compañero durante muchos años lo que le permitió tomarle gran aprecio; cada vez que tenía la oportunidad no ahorraba elogios para su compañero de trabajo.

Una madrugada salía para la finca, pero antes tenía que pasar por el mercado para comprar la carne que llevaba al monte. Era costumbre en ese sitio reunirse un grupo de "mamadores de gallo" que se divertían con todo el que allí llegaba, dentro de los cuales se encontraban: Juan Manuel Jaraba, Libardo, el Coqui y Cristo Barbosa, Saúl Bravo, Lorenzo Yaneth y Joaquín Cortina los cuales conocían la intención de la venta del burro y se habían puesto de acuerdo para tomarle el pelo.

Una vez se bajó del burro el señor Agapo, empezaron a interrogarlo supuestamente interesados en comprarlo o hacer la intermediación.

El primero que inició fue Juan Manuel:

- "Señor Agapo me dijeron que está vendiendo el burro" -.

Muy entusiasmado respondió:

- "Si señor, lo estoy vendiendo; vea compa Juan, ese burro si es habilidoso oyó, pocos como ese; vea yo le pongo dos sacos de maíz desgranado de tres rayas con ocho arrobas desde la finca y viene por el camino serenito y así con esa carga encima cuando ve una burra corre detrás de ella para montarla, vea mucho animá ese pa´ tené fuerza. Además compa, ese burro es Chó, ya ha pintado varios mulos" -.

Juan Manuel se quedó reparando el burro de arriba a abajo, por delante y por detrás y después de un rato le dijo:

- " Vea señor Agapo, yo le compraría el burro pero, caramba no sé, lo veo como muy corvón" -.

El Coqui siguiéndole la corriente a Juan Manuel, también opinó:

- "Ummm, yo lo veo es cabezón" -.

Sigió Libardo:

- "La verdad el burro tiene buena talla, pero está bastante cascón, orejón y ojón" -.

Ya el señor Agapo empezó a cambiar su genio, puesto que para él ese burro era muy apreciado.

Y para remate, el cachaco Bravo al cual consideraba una persona muy seria, también dijo:

- "Ehhh don Agapo, la verdad a mí no me gusta, porque lo veo ese burro muy jarretón" -.

Eso terminó de enfurecer al señor Agapito, cual les dijo:

- "Vea señores si no van a comprar el burro dígamelo de una vez, pero no me le pongan más defectos" -.

De la rabia que tenía desamarró el burro, se subió y se marchó sin comprar la carne.


Anécdota: "Muerto parao"

      En cierta ocasión llegó a Bellavista un visitante desconocido de esos mercaderes que frecuentaban el pueblo dado su importancia comercial. Venía con la decidida intención de hablar con "Muerto Parao" un cachaco migrante santandereano que llegó en la época de auge del café en la próspera vereda de Sacramento Sierra Nevada de Santa Marta, siendo Bellavista un punto estratégico para su acopio y comercialización; llegó sin un peso en busca de nuevos vientos como decían nuestros antepasados; en poco tiempo su situación cambió; se dedicó a varios negocios entre los más recordados se encontraba la venta de pescado y también una tienda donde vendía productos al por menor.

      Era más conocido por su apodo que por su nombre Carmito Castro; era un bebedor empedernido, cuando se ponía a tomar duraba semanas sin descanso, acababa con lo que tenía en la tienda; aún se recuerda que cuando se emborrachaba le gustaba lanzar monedas al suelo para divertirse viendo la disputa de los niños recogiéndolas; se molestaba mucho cuando lo llamaban por el apodo, el cual le colocaron dada su apariencia física; verlo enguayabado o borracho era como visitar el cementerio y encontrarse de repente con uno de sus huéspedes. Era alto y flaco, tan flaco, que cuando le tomaban una radiografía solo salía la silla donde estaba sentado.

      El foráneo llegó al pueblo a conversar con él, sin embargo, no fue posible porque su casa se encontraba cerrada; decidió, entonces, dirigirse a donde una vecina para preguntar si estaba en la casa.

- “Buenos días” -, 

Saludó el extraño a la vecina que se encontraba barriendo la puerta de su casa como acostumbraba todas las mañanas.

- “Buenos días” -, respondió la confundida mujer.

-  “¿Usted me podría decir si se encuentra en su casa el señor Muerto Parao?” -, preguntó el foráneo.

- “Si señor, él se encuentra ahí, pero le recomiendo que no lo llame así porque se enfurece demasiado” -.

- “¿Y cuál es su nombre?” -, volvió a preguntar. 

- “La verdad no sé, pero si no quiere tener un mal rato, mejor no le diga así” -.

El hombre se quedó pensativo y después de un rato decidió dirigirse a su casa y tocar la puerta convencido que había encontrado la forma de llamarlo sin ofenderlo; tocó en varias ocasiones, luego de un rato y ante la insistencia, abrió la puerta su mujer:

- “Buenos días, señora” -. 

- “Buenos días, a la orden ¿en qué podemos servirle?” -, dijo la mujer en voz un poco somnolienta.

El extraño recordó la advertencia que le había hecho la vecina, respiró profundo y de forma ingeniosa preguntó. 

- “¿Se encuentra el señor cadáver de pie?” -.

"Muerto Parao" que estaba sentado en la sala escuchando la conversación, salió para el cuarto a buscar la machetilla; cuando el extraño percibió las intenciones de "Muerto Parao", salió raudo sin despedirse y solo lo vieron cruzar corriendo por la esquina de la tienda de Jesús Quijano sin saber más de su paradero.


Anécdota: Mañanitas Perfumadas

      La música no fue la excepción en ese carnaval de recuerdos bellavisteros; hubo muchos artistas talentosos desde cantantes, acordeoneros, cajeros, guacharaqueros y compositores. Blas Vuelvas fue uno de los cantantes que en compañía de Abel Fuentes acordeonero oriundo de El Copey llevó al acetato una producción musical en formato LP por discos PHILIPS titulada: "Mi novia" con la Trilogía Vallenata y canciones como "Mañanitas Perfumadas" de la autoría de Antonio Vizcaino. Una vez salió al mercado el LP, inició también la promoción por parte de los artistas dado los pocos recursos con que se contaba para hacer la publicidad en las emisoras de la región.

      Ese año para la fiesta de octubre pusieron dos casetas en Bellavista: la Central que, para la época, era administrada por Isabel la mujer de Erasmo Vega y otra que pusieron frente al billar de Zabaleta. Toño muy orgulloso de su producción musical buscaba mostrar el talento a sus coterráneos para que todo el mundo conociera su faceta como compositor. Ese día salió para la caseta con una pinta de moda: un gorro de lana de calores variados, unos zapatos superaltos con 20 centímetros de zuela para verse más alto, un pantalón de Terlenka bota ancha con pliegues en la bocapierna y una camisa de seda floreada de las que vendía Andrés Gutiérrez.

      La primera caseta que visitó fue la Central a la cual llevó su LP de estreno; al llegar pidió que le pusieran la canción que le habían grabado a lo que Chave se negó rotundamente a pesar de su insistencia y poder de convicción. Disgustado salió de la caseta y se fue para la otra que quedaba a escasa media cuadra de ahí. Allá logró que le colocaran la canción y compartió muy entusiasmado con sus compañeros de la época al calor de unos tragos, pero por dentro tenía la “reconcomia” con Isabel.

      Pasada la media noche cuando la caseta donde estaba terminó, salió en compañía de Jorge Feria para la casa, pero le tocaba pasar por el frente de la caseta Central donde inicialmente había estado. Con el LP debajo del brazo y unos tragos encima, se acordó de la desatención que le había hecho a su canción la insensible mujer, se dirigió hacia la puerta para echarle unas cuantas vainas; cuando Chave lo vio venir, sospechó de sus intenciones, cerró la puerta de la caseta de forma apresurada y se perdió; Toño al ver que le cerraron la entrada se acercó, le recostó los superaltos en la parte inferior de la puerta y le adicionó un puño arriba con tal fuerza que cayó estrepitosamente; al ver la puerta en el suelo, le dijo a Jorge:

- "Ñerda mi hermanito, corre" -.

Salieron raudos cada uno para su casa sin decir nada.

Al día siguiente Chave fue a poner la queja al viejo Antonio aprovechando que había llegado de la finca "Dios Verá". Toño que estaba en el patio de su casa echándole el maíz y agua a los gallos, al darse cuenta de la presencia de Chave, le gritó tratando de defenderse anticipándose del regaño:

- "Ahh si, anoche no me quisiste poner la canción que te solicité, no se que vienes a buscar aquí, a mi casa no vengas más, ni tampoco vengas a prestar los calambucos de agua, oíste" -.

De todas maneras su buen regaño se llevó.


Anécdota: "Caga tapa"

      Algunos lugares por su connotación histórica dejaron grabados recuerdos en cada habitante del mágico pueblo bellavistero, hoy hacen parte del repertorio y son epicentro de tertulias de los que habitan en diferentes partes del mundo y que tuvieron la oportunidad de coexistir con esa realidad mágica; esos lugares son símbolos de un ayer cargado de recuerdos, entre ellos, se destacaron: la quebrada, la tapa de Mauricio Fuminaya, la tapa de Sinforiano Restrepo, la tapa de el Jordán y la tapa de la finca la Cecilia. Las tapas o jagüeyes eran pequeños reservorios de agua construidas en las fincas para el ganado con el fin de resistir las duras seguías de verano; se convirtieron, también, en despensa de agua, especialmente para el baño de los habitantes del pueblo ante la no existencia de un sistema de acueducto en la época, limitaciones que en esencia hicieron esos lugares más famosos.

      En cierta ocasión Toño salió en una mañana a tomar un baño en la tapa de la finca la Cecilia en la cual trabajaban muchos personas del pueblo especialmente en labores de cosecha de algodón. Una vez allá, se quitó la ropa y decidió sumergirse en el agua con propósito inapropiado de hacer su necesidad fisiológica en el fondo de la tapa para que flotara el producto y nadie supiera quien fue el autor. Realizada la acción y al salir a la superficie a tomar aire, tuvo la mala suerte que salió exactamente por donde boyaba el resultado de su hazaña, quedando impregnada en su cabeza parte de lo ejecutado, por lo que la gracia no le salió como lo esperaba, le tocó entonces, si, darse un baño con fundamento. 

      Ya en tierra, se vistió y se dirigió de regreso para iniciar sus labores diarias de recolección; estaba convencido que nadie lo había visto. Sin embargo, muy cerca de ahí estaba el administrador de la finca Jesús Mercado quien había observado toda su osadía: inmediatamente lo siguió y lo alcanzó, lo tomó por el cuello y le dijo: ahora mismo vas a recoger lo que dejaste en la tapa. Toño asustado no tuvo otra alternativa que decir: 

-'si seño"-. 

Le tocó sacar el producto de su creatividad. Lo que en principio quiso ser una gracia o una maldad graciosa, terminó afectando doblemente al implicado; desde ese momento sus amigos de juventud, que no esperaban de mucho para poner apodos, lo bautizaron "Caga Tapa".


Anécdota: “Mojón en mica”

      Para algunos habitantes de Bellavista, era costumbre visitar a la Loma del Bálsamo con mucha frecuencia, como también de la Loma llegaban a Bellavista en un intercambio permanente de actividades económicas, deportivas y afectivas, dada la cercanía de los dos pueblos y la afinidad familiar o de amistad que allí se daba, lo que permitió, incluso, que se lograran conformar uniones matrimoniales de bellavisteros con lomeras o de lomeros con bellavisteras.

      Toño Vizcaino, no fue la excepción; para aquella época, la finca "San Pedrito" de la familia Vizcaino Palmera quedaba a un kilómetro de la Loma en la carretera que conduce a Algarrobo; era la más visitada de la región por amigos y familiares; el que no visitó a San Pedrito, en esa época, era porque no vivía en este lugar planetario. En esa finca de sus abuelos paternos, vivió Toño durante un largo tiempo, por lo que logró crear un vínculo afectivo con habitantes de la Loma, dado que era su sitio preferido de recreación y esparcimiento. Todas las tardes después de trabajo se iban para la Loma y regresaban a la finca en la noche.

      En esa estadía allá, Toño se enamoró de María, una agraciada joven Lomera a la cual, en pleno furor de las canciones: "Tu Serenata" y "La Ventana Marroncita" a mediados de la década de los años 70s, le colocaba serenatas con aquellas inolvidables grabadoras SILVER de casete; una forma de hacer conocer a sus padres su intención y lograr su objetivo de conquista.

      Como casi siempre, algunos veían con buenos ojos esa relación y otros por el contrario no estaban de acuerdo, entre ellos estaba una tía de María que, una vez se enteró de la relación, se refirió en tono despectivo al enamorado:

- “Esa mayito si está fregá; ahora idqué anda enamorada de un bellavistero, un tal toñito hijo de Antonio Abel, un hombre tan maluco que parece un mojón en mica” -.

De ahí que sus amigos jocosamente lo apodaron "mojón en mica".


Anécdota: La sabiduría popular

      Algunos habitantes de Bellavista, especialmente los más veteranos de la época, eran personas dedicados a las labores agrícolas, dentro de ellos se encontraban personas poco letradas y en otros casos analfabetas, pero con un gran sentido de la medición, intuición y veteranía.

      Manuel José Montero Calvo fue una persona de estirpe campesina; en su juventud la educación formal no era prioridad, ni se consideraba indispensable, como si lo era la dedicación a actividades relacionadas con el campo, por lo que se dedicó a la agricultura desde muy joven siendo su ocupación predominante y base de sustento familiar; hizo parte de ese cúmulo de personas que no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela, por lo tanto, no leía ni escribía, pero dotado de una sabiduría ancestral que compensaba su falta de conocimiento en letras y números; sus propios códigos y símbolos le permitían sortear situaciones inherentes de su actividad.

      Una vez fueron a comprarle una vaca a su finca los señores Mamerto Cera y Braulio Echeverría; cuando llegaron, ya la vaca estaba amarrada en el corral; después del saludo de costumbre y tomarse un tinto, fueron a mirarla y le preguntaron:

- “Señor mane y cuanto pide por esa vaca” -.

Se quedó un rato pensando, y les respondió:

- “Bueno, por ser ustedes se la voy a dejar en $100.000” -. 

      A los dos les pareció muy cara. Mi papá acostumbraba a comprar la carne en el pueblo a ellos mismos para el consumo de la semana y la llevaba al monte en una mochila de ojito de colores y pequeña que tenía destinada para tal fin.

      Se fueron a un lado de corral para conversar y ponerse de acuerdo sobre una contraoferta al precio fijado; al rato regresaron, se miraban las caras, pero ninguno se atrevía a decirle que no estaban de acuerdo con el precio, dado el gran respeto que le tenían. Hasta que uno de ellos, Mamerto, se atrevió a decirle:

- “Señor Mane, la vaca esta buena, pero en ese precio muy cara” -.

Papá ya veterano en el tema replicó:

- “Cara?” -

      Enseguida salió para el cuarto de la casa de tabla que quedaba cerca del corral y sacó la mochila que utilizaba para meter la carne que les compraba en el mercado, se las mostró y le dijo:

- “Díganme una cosa: ¿A cómo me venden ustedes la libra de carne?” -.

A lo que ellos respondieron:

- “A 1.000 pesos señor Mane” -.

- “¿Y cuantas libras de carne creen ustedes que le cabe a esta mochila?” -.

- “Como 10 libras más o menos” – respondieron ellos.

- “Ahhh, ya; y ustedes dicen que esa vaca está cara?. Vea, yo les aseguro a ustedes que la carne que tiene esa vaca cabe en más de 10 mochilas de éstas” -.


Anécdota: La prima Luz

      En aquella época era obligatorio, por tradición ancestral, visitar a las personas cuando tenían alguna novedad de salud familiar. Si el mayor de edad o adulto no podía hacer la visita, mandaba a los hijos a preguntar:

- “Vaya donde la señora María y le pregunta como amaneció” -.

Todo obediente salían a preguntar y luego traían la razón:

- “Dijo la señora María que amaneció mejor y que muchas gracias” -.

El primer mandado de la mañana era para preguntar por los enfermos.

      Un día fue mi mamá Brigida Vizcaino a visitar a la prima Luz Marina a su casa, dado que estaba embarazada y estaba a punto de dar a luz; en medio de la conversación en la visita, le dice la prima Luz a mi mamá.

- “Prima Brígida, he estado sacando la cuenta de mi embarazo y creo que yo duro un año preñá” -.

Le dice mi mamá:

- “¿Porque dices eso Luz?” -.

- “Porque yo me acuerdo de que el año pasado cuando la época del maíz verde, ya yo estaba preñá” -.


Anécdota: Los zapatos de Carmelo

      En Bellavista había negocios para cada necesidad porque fue un pueblo de una dinámica y progreso en la región inconmensurable. Dentro de esa variedad comercial y de servicios se destacó la zapatería de Carmelo Argüello un santandereano que llegó al pueblo casi desde los inicios de su fundación; fue la única que hubo en su época, donde no solamente se prestaba el servicio de arreglo de zapatos, sino también se vendía nuevos de cuero traídos de Bucaramanga. Estaba ubicada en la salida del pueblo en la vía que conduce a  Algarrobo frente a la casa de Anay Orozco y diagonal a la casa donde vivió Rita Pérez por mucho tiempo.

      Para la época, en Bellavista eran pocos los momentos de diversión; la caseta fue su principal atractivo en las fiestas patronales de octubre, nochebuena, 31 de diciembre o carnaval; la más emblemática de todas fue la caseta "El Cafetal", localizada en sus inicios, frente al acueducto y diagonal al colegio San Luis Beltrán, también funcionó en algún tiempo en el patio de la casa que quedaba frente a la Charris y finalmente terminó en el lote detrás del patio del billar de Zabaleta. En sus primeros años de funcionamiento, las personas que no bailaban se sentaban en bancas y mesas de madera alrededor de la pista, mucho después, a raíz de que en ocasiones se formaban algunas peloteras en las cuales las sillas volaban de un lado para otro, terminaban convirtiéndose en armas de ataque y escudo, Juana tomó la decisión de hacerlas de cemento. A esta caseta concurría más de medio pueblo para echar la bailada y pasarla sabroso.

      Era 24 de diciembre todo el mundo se alistaba para ir a la caseta; las muchachas iban con el permiso de los padres, pero fuertemente vigiladas o escoltadas. La gran mayoría de los habitantes esperaban ese momento para estrenar y lucir la muda de ropa de fin de año y los hombres para atacar a la que le tenían el ojo puesto.

      Ese día que llegué del monte cayendo la noche, encontré que me faltaban los zapatos para completar la pinta de la fiesta, los que tenía eran viejos y estaban más cuarteados que los callos de "Pata e' Ponche". En la oscuridad de la noche salí para donde el señor Carmelo a comprar los zapatos; con la luz escasa que salía de una caperuza, me fijé en unos de cuero muy elegantes y charolados que me gustaron y de una los compré; me cambié y salí para la caseta a divertirme porque era de los pocos momentos del año en que se podía hacer.

      Los problemas empezaron el día siguiente con la luz del día cuando al revisar los zapatos me di cuenta de que no eran iguales, el uno era talla 40 y el otro 39, el uno era de color marrón oscuro y el otro negro, además, cada zapato tenía un dibujo diferente hecho con pequeñas perforaciones. Lo peor de todo fue que ya no podía devolverlos porque se habían llevado una buena raspada bailando la noche anterior. Me preguntaba cuántos se rieron de mi en la caseta, pero ya no se podía hacer nada. La solución que se me ocurrió para ocultar la diferencia fue comprar una caja de betún marrón y otra negra, al zapato negro lo embetuné con el marrón y al marrón le apliqué el betún negro para disimular un poco la cosa.

      Pero ahí no terminaron los inconvenientes, a pesar de que los zapatos quedaron más o menos parecidos, el 31 cuando volví a la caseta y empecé a bailar, con el sobijo de los zapatos de las parejas, se les fue quitando el betún empezando a quedar en evidencia nuevamente la dura realidad. Un pariente que estaba a mi lado en la caseta me llamó la atención:

- "Mira hacia abajo, te pusiste dos zapatos diferentes" -.

      Efectivamente habían vuelto a su color original. ¿Se pueden imaginar cómo le quedarían los zapatos a las parejas con quien bailé y lo que me dijeron? Ante esa situación, con nostalgia no quedó otro remedio que irme para la casa antes que sonara inolvidable y exitoso disco "Faltan cinco pa' las doce".

      Además del regaño que me llevé por la compra desafortunada, la decepción de tener que aguantarme los zapatos todo un año porque en aquella época solo teníamos derecho a un solo par.

      Nunca supe a ciencia cierta a que otro despistado le metieron el par de zapatos que quedó en el almacén, porque de lo que si estoy seguro es que el señor Carmelo no perdió esa plata.


Anécdota: Vivencias en corraleja

      En mi querida tierra natal como ha sido tradicional a principios de octubre se realiza su fiesta patronal donde muchos van a disfrutar sus encantos y su legado cultural.

      Un recuerdo imborrable que perdurará en mi mente, sucedió en una de sus corralejas en medio de una tarde espléndida, soleada, pintoresca y llena de música de viento con melodías propias de las fiestas de toros. Ese año la corraleja fue construida por primera vez en la carretera que conduce a la Loma del Bálsamo frente a la casa de Serafina de la Hoz y de Anay Orozco.

      En su primer día, con las gradas atiborradas de público y antes que iniciara la faena de manteo, salieron del torin dos toros bravos de la hacienda Manizales finca contigua al pueblo de propiedad del reconocido personaje Sinforiano Restrepo que había proporcionado los toros para la corrida de esa tarde. 

      Para la época era apenas un niño de 8 años de edad, flaco y desgarbado. Atraído por la emoción de ver la corrida de la tarde me fui solo para la corraleja y me ubiqué en una de las esquinas que colindaba con la casa de Nacha.

      Eran dos toros de raza Santa Gertrudis de una contextura descomunal y peso de más de 800 kilos. Una vez salieron del torin se vio la intensión malsana de salirse de la corraleja por la alteración en su estado de ánimo que les producían los juegos pirotécnicos y la bulla de la gente. Inesperadamente tomaron la decisión en medio de su temor y bravura de escoger una de la esquinas de la corraleja precisamente donde me encontraba; cuando la gente de ese sector vio que los toros venían para encima, salieron corriendo para salvarse de una embestida lo que facilitó su malvada intensión. Al ver el lugar despejado, los dos toros, como si se hubieran puesto de acuerdo, se le lanzaron a la corraleja fabricada de baretas y amarradas con bejucos, con tanta fortaleza que facilitaban sus voluminosos cuerpos, que tiraron al suelo toda su estructura. Cuando vi esos animales muy cerca del sitio donde estaba, solo se me ocurrió correr por el único camino que en mi asustado momento pude encontrar, diferente al que había escogido el resto de personas; tomé la calle que conducía de Nacha hacia mi casa ubicada en la plaza. Las furiosas bestias mugían bravos detrás de mí como fieras desbocadas bajo la mirada atónita de todos que buscaban huir raudos del sitio.

      Al ver que me alcanzaban se me ocurrió de manera acertada y sin pensarlo dos veces, recostar mi flaca y lánguida figura guiado por instinto natural de conservación a una de las ensenadas de la cerca vieja y podrida de la casa de Nacha que mirándola desde arriba parecía una “S”, común en la mayoría de los patios del pueblo; cada bestia furiosa lanzó su embestida contra mí, pero por cuestiones del destino las fieras no pudieron cornearme; siguieron raudos el camino por las calles empedradas rumbo hacía Manizales; por la dirección que tomaron se deduce que conocían perfectamente el camino.

      Después de pasar los malvados y cuando volvió todo a la calma, como consuelo y forma de calmar el susto que tenía reflejado en mi pálido rostro, la gente acudía a mi lado para consolarme del mal momento, me llovieron helados y todo lo que allí se vendía. Afortunadamente mi mamá que para las fiestas se mantenía ocupada en labores de costura, cuando le llevaron la noticia ya los toros habían pasado por la plaza; corrió a mi lado muy angustiada e impresionada por lo que había pasado pero estaba sano y salvo. Desde ese momento cambió mi visión sobre las corridas de toros perdiéndole el entusiasmo por el peligro que representan como de la crueldad que en algunas de sus faenas allí se desarrollan.


Anécdota: Las chuscadas de José Manuel

      Muchos habitantes de Bellavista obtenían su sustento a través del jornal, una modalidad de trabajo por día que alternaban con la siembra de maíz, yuca y otros cultivos de pancoger, especialmente en épocas donde no había cosecha; por lo general, realizaban estas labores cerca del pueblo lo que les permitía ir en las madrugadas y regresar por la tarde al pueblo.

      En cierta ocasión trabajaba en la finca de mi papá el señor José Manuel Pacheco, una persona diestra en desmonte con machete y el hacha; estaba haciendo un trabajo para el cual había sido contratado por su experiencia en el oficio.

      A la finca se llegaba por tres medios: el primero a pie cuando no había para pagar el pasaje o se deseaba conservar un buen estado físico; una segunda alternativa era subir en burro o caballo y la tercera combinando el trayecto hasta “la 16” en las camionetas que subían temprano hacia la vereda Sacramento y el resto del trayecto caminando.

      Ese día llegó el señor José Manuel muy temprano a la finca para iniciar sus labores de desmonte. Después del saludo acostumbrado le preguntaron:

- “Aja señor José Manuel, ¿Y en que se vino de Bellavista?” -.

A lo que respondió:

- “Bueno, hasta la 16, me vine en las camionetas y de ahí para acá, a pié” -.

“¿Y venía bastante gente en la camioneta?”. Le preguntaron:

Con una sonrisa jocosa, respondió:

- “Bueno, gente, gente, lo que se dice gente, veníamos solamente dos, el resto era puro cachaco” -.

      Siempre tenía una frase "chusca" para cada momento; cuando hacía referencia al inicio de su matrimonio, acostumbraba decir: "cuando Josefa me llevó a mí ...", contrario a la tradición de la época  de que el hombre era quien se llevaba la mujer y no la mujer al hombre; o cuando escuchaba por la radio a los astrólogos leer el futuro de las personas de acuerdo con su signo zodiacal, decía:

- "Bueno, yo como que no tengo horóscomo, porque escucho que a todo el mundo le sale menos a mí" -.

      Su familia estaba ubicada en Salamina municipio donde provenía. Una vez fue a visitar a su tierra como de costumbre los fines de año y de regreso a Bellavista le preguntaron por la hermana que tenía poco tiempo de haberse casado.

- “Señor José Manuel, ¿Cómo está su hermana?” -.

- “Bueno, le cuento que ella está bien, saludos les mandó” -.

- “Supimos que se casó, ¿y ya está embarazada?” -.

A lo que respondió:

- “Bueno, me imagino que sí, porque ya tiene rato de estarse pisando” -.


Anécdota: Las chancletas Panam

      En Bellavista hubo de todo y para todos; allí habitaron hombres que nunca tuvieron mujer o por lo menos no se les conoció públicamente, ni siquiera se les escuchó un rumor ni mucho menos una calumnia, tal vez por la timidez para arriesgarse a enamorar o porque su genética no les permitía; a los que no lograron casarse o tener mujer se les llamaba "porongos". Otros, por el contrario, hicieron gala de sus habilidades de mujeriegos; para ellos era normal tener dos y tres mujeres en el pueblo algunos de manera pública, incluso viviendo en el mismo pueblo y a poca distancia entre la una y la otra; esa costumbre hoy no es aceptada socialmente, pero en esa época se consideraba normal este tipo de comportamiento y solo se les colocaba el rótulo de mujeriegos. En el ideario de la gente era común hablar de los tres oficios más apetecidos por las mujeres: el músico, el chófer y el policía; en cierto sentido, tenían algo de razón porque cuando al pueblo llegaba un policía era la sensación para muchas, de hecho, hubo varias uniones matrimoniales con policías que llegaban, se enamoraban y se quedaban. También el gremio de los choferes era bastante exitoso en ese campo; lo mismo pasaba cuando llegaba un músico acordeonero llamaban mucho la atención en algunas mujeres y por eso el esfuerzo que tenían que hacer para conquistarlas era muy poco.

      En cierta ocasión uno de estos personajes del gremio de los choferes se consiguió una hembra muy hermosa de padres santandereanos, los cuales no conocían de esa relación y por ello, les tocaba verse clandestinamente sin que sospecharan, ni sus padres, ni su esposa. Una noche aprovechando que los padres de la muchacha no estaban en la casa, se quedó con ella en una hábil maniobra entrando por el patio para que no lo descubrieran; él había comprado unas chancletas PANAM marrón y coincidentemente ella tenía también unas de la misma marca, pero negras.

      Después de haber consumado su romance en un colchón tirado en el piso, se quedaron dormidos y solo despertaron casi al amanecer cuando sintieron tocar la puerta; eran los papás. El personaje como pudo se puso la ropa, cogió las chancletas y corriendo salió raudo por la puerta trasera o como se llamada en esa época "puerta falsa", volándose la cerca por donde entró. Se dirigió a su casa como si nada  hubiera pasado y muy sigilosamente se acostó; sin embargo, la mujer que lo había sentido llegar se levantó y empezó a revisarlo, encontrando un detalle curioso que las chancletas no eran iguales: una era negra y la otra marrón.

Ahí empezó el sermón que no lo dejó conciliar el sueño:

- “¿Me puedes decir porqué una de las chancletas cambió de color?, ¿Dónde estabas metido?” -

      El hombre se hacía el dormido, para no responder el ataque, pero con el primer chancletazo se abrió a correr en pantaloncillo por el patio de la casa y la mujer atrás tirándole las chancletas.

- “Sinvergüenza, con que #&# estabas, aquí no entras más, lárgate por dónde viniste” -.

      No le tocó otra cosa sino arrancar y esperar que se pasara la rabia. Por mucho tiempo no se supo en el pueblo de esa anécdota, porque quedó en familia; solo hasta cuando el mismo protagonista decidió referirla como un chiste.


Anécdota: La ilusión de volar

      La imaginación de los habitantes de Bellavista no tenía límites; la influencia de los medios de comunicación era notoria aun cuando no tenían la cobertura de hoy. Muchos comportamientos y actitudes estaban influenciados por lo que se escuchaba en la radio, que para la época era el medio de comunicación masivo más extendido de la región. Las radionovelas eran parte de la ocupación del tiempo o también la lectura de historietas de suspenso o series con héroes inimaginables y personajes estrambóticos como Kalimán, Arandú, Santos el enmascarado de plata, Águila Solitaria, entre otros, que la gente compraba en revistas semanales o mensuales con mucha devoción.

      En cierta ocasión Grimildo, un joven muy inquieto influenciado por esas historias de ficción, construyó unas alas de triple con el propósito de emular a su personaje favorito de moda que leía en revistas que se vendían en el pueblo; se subió al tanque del acueducto con la intención de intentar un vuelto que en su imaginación consideraba podía hacer lo mismo que su personaje, es decir, volar. Al verlo montado en el tanque con las alas extendidas, algunos empezaron a llegar sorprendidos por la peligrosa aventura que pretendía realizar; rodearon el tanque con el propósito de convencerlo que desistiera de su intento. Sin embargo, uno de los asistentes queriendo hacerle una broma le gritaba: 

- “Tírate Grimi, tírate” -. 

      Grimi miraba hacia abajo como buscando el momento propicio, pero después de un largo rato decidió no tirarse; por el contrario, enfurecido se bajó por la escalera; el personaje que lo incitaba a que se tirara, cuando vio que venía bajando enfurecido, se abrió a correr y Grimi salió detrás tratando de alcanzarlo.

      Al final no se cumplió su sueño de volar, no se sabe si por arrepentimiento o por la rabia que le produjo la insinuación del gracioso.


Anécdota: La guacamaya de Villero

      El señor Roque Argüello fue un  personaje que llegó a Bellavista en la década de los años cuarenta. Un día se encontraba en Algarrobo visitando a un paisano; eran aproximadamente las cuatro de la tarde y no encontraba carro para regresarse a Bellavista, por lo que decidió, entonces, arrancar a pie para la estación del tren con el propósito de llegar Fundación para desde allí coger un bus hacia Bellavista; esa era la alternativa que le quedaba, por lo menos, eso pensó. Cuando iba llegando a las últimas casas de Algarrobo oyó un estropicio que venía detrás de él y voltio para ver que era, se trataba de la Guacamaya de Villero, así le llamaba a su destartalado carro que hacía viajes de Bellavista a Algarrobo. Le metió la mano gritando:

- “Villero, Villero. Villero” -.

      Como pudo detuvo el carro a doscientos metros; dio rever y le dijo: 
- “Hombre, don Roque, súbase”. 

Arrancaron y cuando iban llegando a la estación del tren se atravesaron en la carretera unos chivos. Al ver que el carro no se detenía Roque le decía: 

- “Pítele, pítele” -.

 Villero le respondió:

- “Señor Roque no tengo pito” -. 

      Afortunadamente como pudo los esquivó y no los mató. Siguió su ruta a toda velocidad y cuando iban llegando a la línea del tren, Roque le dijo:

- “Frene, frene” -.

y Villero muy apenado respondió en voz alta por el ruido del vehículo:

- “El carro no tiene frenos” -.

Por fortuna, el tren acababa de pasar y casi le arranca un pedazo al último vagón. 

      Más adelante se escuchó un ruido detrás del carro y el señor Roque le preguntó que era ese ruido. Villero le contestó:

- “Es que se le partieron las platinas principales del muelle y las amarre con alambre” -.

 Roque decía pa´ entre sí, Dios en qué demonios me monté.

      Cuándo llegaron a la Loma del Bálsamo pararon, se bajaron y se tomaron dos cervezas cada uno para bajar la tensión; ya eran como las cinco y media de la tarde y la noche empezaba a enviar sus primeros mensajes; todavía no existía la carretera negra que pasa por la Loma. Para rematar cuando iban a arrancar le dice Villero:

- “Ve Roque búscate unos muchachos pa que ayuden a empujar el carro es que tengo el arranque malo y va casi arrastrando” -.

      Empujaron el carro hasta que prendió a la salida de la Loma; arrancó a toda velocidad y casi atropella un par de burros que estaban en la orilla de la carretera y Roque le dijo a Villero que le bajara velocidad y este le contesto:

- “Señor Roque, la verdad no puedo bajar la velocidad porque tengo que llegar de día a Bellavista antes de que oscurezca”

- “Y eso porque señor Villero” -.
 
- “Es que la Guacamaya no tiene luz” -. 

      Como pudieron llegaron a Bellavista; fue el viaje más sufrido pero a su vez anecdótico en esa vía. Por fin al llegar se bajó como pudo todo adolorido y asustado y en vez de darle las gracias le dijo: 

- “Eh verraco, no vuelvo a montarme más en esta cacharro” -.


Anécdota: Las propias de Juan Manuel

      Era costumbre para un grupo de viejos amigos de trago reunirse en el mercado, tomar ron y mamar gallo a todo el que pasaba por allí.

      Cierto día estaba Juan Manuel, Fidel “el niño fide”, Julio Pabón y otros personajes tomándose unos tragos de Ron Caña en la estación, cuando llegó un Copetrán del cual se bajó Toribio Jaraba y se acercó a la reunión. Después del saludo respectivo, Juan Manuel que ya estaba en temple, le dijo:

- “Nojoda mi hermano, tú pareces un carro Suzuki con carrocería de camión 600” -.

Y le pregunta Toribio:

- “Porque dices eso Juan Manuel” -. 

- “Nojoda, mi hermano porque tienes el cuerpo cortico y el jopo bien alto ” -.

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      Para unas fiestas de Bellavista, época en la cual se hacían los bautizos, estaba Guillermo Valencia y Juan Manuel Jaraba tomándose unos tragos en el mercado. Cuando ya estaban avanzados en trago le dice Guillermo a Juan Manuel:

- “Compadre yo quiero que usted me bautice uno de los mellos, quiero que sea el padrino de mi hijo, nojoda pelao si es bonito. Mañana domingo que venga el cura lo bautizamos” -.

Le dice Juan Manuel:

- “Bueno compae Guillermo yo puedo ser el padrino de ese pelao, pero lo que pasa es que no tengo para pagar la papeleta, si usted me presta, con mucho gusto se lo bautizo” -.

Y le responde Guillermo:

- “No joda compae Juan, pa´ esa gracia lo bautizo yo mismo” -.


Anécdota: Batida para el servicio

      Eran los tiempos en que el ejército llegaba a los pueblos a reclutar jóvenes para prestar de servicio militar obligatorio; llegaban de forma sorpresiva y se llevaban a todos los que encontraban en la calle; en ocasiones, habían informantes que alertaban cuando el ejercito venía para que se quedaran en casa escondidos. Los soldados aprovechaban los sitos de mayor concurrencia como casetas, billar y otros para llegar de sorpresa.

 

      En una de esas batidas se llevaron a Manuel de Jesús Meza conocido como “Jaco”, el cual se encontraba en el Mechón Rojo pasando un buen rato. Se lo llevaron y duró aproximadamente seis meses lejos de Bellavista. Inexplicablemente se presentó al pueblo sin una razón conocida; cuando llegó a su casa le preguntaron porque se había fugado del cuartel a lo cual  respondió:

 

- “Me vine porque tengo ya seis meses de estar allá y todas las mañanas llaman a lista a los soldados y a mí no, siento que estaba perdiendo el tiempo y por eso preferí venirme”.


En el ejército como disciplina militar cada día al levantarse se acostumbra hacer fila y pasar revista al personal mediante llamado a lista, la cual empieza por los apellidos y luego el nombre:

 

- “Pérez Juan, Pimienta Rodrigo, Plata Sergio, Meza Manuel de Jesús …” -.


Llamados a los cuales Jaco no respondía.


Muy preocupados le preguntaron en su casa:


- “¿Tú eres consciente de lo que hiciste?, te pueden meter preso por volarte del cuartel” -.


- “Ajá, yo veía que llamaban a todo el mundo y a mí no, o sea que para ellos yo no existía” -.


- “¿Estás seguro que no te llamaban Jaco?” -.

 

A lo que respondió:

 

- “Segurísimo, siempre estaba pendiente y nada” -.

 

- “Jaco, ¿no será que te llamaban era por tu nombre?” -.

 

- “Ñercole, eso va a ser, yo si veía que llamaban a un soldado todos los días y nunca contestaba, pesé que se había volado, pero no sabía que era yo” -.

 

      Claro, el esperaba que lo llamaran por “Jaco”. Estaba tan familiarizado con su apodo que ya se le había olvidado su nombre Manuel de Jesús Meza; desde niño tanto en su casa como en el pueblo lo llamaran “Jaco” y nunca por su nombre.


Anécdota: Las ganancias de la cucurubá

      Para épocas de fiesta y en semana santa se acostumbraba a llevar toda clase de juegos, entre ellos la cucurubá que generalmente se colocaba en una enramada que quedaba frente al billar de Zabaleta. Su máximo exponente fue Ricardo Gutiérrez o “patica” como algunos lo llamaban por el tamaño de sus pies el cual calzaba más de 45 y no había zapatos que le quedaran buenos, por eso acostumbraba a usar las famosas Guaireñas de moda para la época y que eran mandadas a hacer por él dado el tamaño de sus pies.

      Uno de los aficionados a las apuestas en ese juego era José del Carmen Barrios, el cual cuando Ricardo ponía la cucurubá era el primero; llegaba con dos pesos a la cucurubá  y con ellos pasaba todo el día jugando. En cada jugada José del Carmen hacía dos apuestas:

- ”Un peso que no entra” -. 

y seguidamente en la misma jugada, volvía a apostar:

- “Un peso a que se mete” -. 

      En cada jugada ganaba un peso y perdía otro. Con esa estrategia pasaba jugando todo el día. En la tarde cuando se iba para la casa le preguntaban: 

- “Ajá Jose cómo te fue, ganaste o perdiste?” -.

Y muy relajado con la satisfacción de haber pasado un día sabroso jugando o que le gustaba, respondía:

- “Nojoda, ni gané ni perdí, pero me divertí” -.


Anécdota: La caza prolífera

      La exageración también hacía parte del repertorio de algunos habitantes que lo hacían cotidianamente en sus conversaciones y era insumo para que los cuenta chistes magnificaran en oportunidades esos cuentos y los hicieran más atractivos y risibles.

      Vivía en el barrio el Congreso el señor Felipe Peña, un amante de los gallos, el hombre que cuando no tenía azúcar para endulzar el tinto le echaba zumo de naranja; cuando se lo tomaba, se estremecía diciendo: 

- “Erda, este café me quedó redurce” -. 

En una de sus recordadas historias contaba: 

- “Usted no me va a creer, Pablo Blanco y yo fuimos un día al monte a cazar el tigre; cuando íbamos por el camino Pablo al ver un conejo a lo lejos le hizo un tiro a la redonda. Usted no me va a creer, el tiro iba adelante y yo atrás recogiendo hicoteas, morrocoyos, conejos, tigres, gatopardos, ñeques, zaino. No me va a creer, el tiro iba adelante y yo atrás recogiendo animales; si no me cree pregúntele a Termo, carajo” -.


Anécdota: La cacharrería ambulante

      A Bellavista llegaban con frecuencia vendedores que veían en el pueblo un potencial de ventas muy grande; generalmente visitaban los fines de semana e iban de casa en casa promocionando sus productos.

      Un viejo cacharrero del interior del país, colorado y bastante pasado de kilos, pasaba los sábados por Bellavista vendiendo productos casa a casa; muy temprano por las calles se escuchaba su grito de venta con voz ronca y pausada:

- “Oiga paisana, le vendemos  cuchillos, tijeras, agujas, mecheras, navajas, candados, cortaúñas. ¿Qué le dejamos patrona?” -. 

      Cargaba los productos en una caja de madera cuadrada colgada de una manigueta envuelta en un trapo para que no le maltratara la mano. En ese pequeño espacio acomodaba una gran cantidad de productos en forma muy ordenada para facilitar sacada al momento de la venta. Se puede decir, que era una cacharrería ambulante.

      Antes de empezar el recorrido por el pueblo, sacaba una botella con un producto desconocido y se bañaba todo el cuerpo con él, no se sabe con que propósito si era para refrescarse o para calmarse alguna rasquiña que de pronto tenía. Cuando le preguntaban:

- “Como le ha ido con las ventas” -.

Respondía: 

- “Aquí vea como la pava, pior, pior” -.


Anécdota: Pajarito o golero …

 

      Uno de los grandes personajes que tuvo Bellavista fue el señor Gregorio Campo por su trayectoria de vivencia en el pueblo y su capacidad para estar enterado de lo que acontecía diariamente. Con los años, cuando se le dificultaba ir a su finca, permanecía todo el tiempo en su casa que tenía el privilegio de estar en una esquina y además tener una gran terraza en forma de “L” que facilitaba observar todo o que pasaba de este a oeste y de norte a sur; además, quedaba a una cuadra del mercado público lo que le permitía estar enterado de los acontecimientos que pasaban allí; sus comentarios siempre tenían un sentido anecdótico por eso muchos lo recuerdan con cariño.

 

      En cierta ocasión estaba conversando con Marquesa Fontalvo una mujer de piel negra muy alegre y conocida en Bellavista; en medio de la conversación, hizo un comentario relacionado con su hermana  Manuela Fontalvo:

 

- “Oye Marquesa, esa Manuela si esta jodida con ese marido que se gasta, ese tipo no sirve para nada, no sirve, se la pasa todo el tiempo dormido y tiene un hijo el Carracachero que tampoco sirve” -.

 

      Marquesa lo escucho con atención y guardó silencio. Salió para donde su hermana y le comentó lo que había dicho sobre Gutiérrez su marido.

 

Muy furiosa salió Manuela a hacerle el reclamo:

 

- “Oiga señor Campo, me dijeron que usted se puso a hablar de mi marido diciendo que no servía para nada” -.

 

Muy sorprendido preguntó:

 

- “¿Y quién le dijo eso?” -.

 

A lo que Manuela respondió:

 

- “A mí me lo dijo un pajarito” -.

 

En forma muy rápida y coloquial el señor Campo replicó:

 

- “Un pajarito no, sería un golero porque yo se lo dije fue a Marquesa” -.


Anécdota: La cebolla picha

      Bellavista fue un lugar estratégico propicio para los negocios, gran parte de ellos eran montados por personas oriundas de los Santanderes. Allí vivió un cachaco de nombre Agustín Bravo el cual tenía una finca cerca de Tucuraca y también una tienda en la casa que fue de Belarmino Peña. 

      En cierta ocasión le llegó una provisión de productos de Fundación para surtir la tienda. Acostumbraba por las mañanas muy temprano a surtir las estanterías y a clasificar los productos; en caso de la cebolla escogía la buena para la venta y la mala o podrida la tiraba en el patio. Los cachacos a la podrida le dicen “picha”; ese día Marquesa fue a la tienda a comprar dos pesos de cebolla; al cabo rato regresó a devolverla:

- “Oiga señor Agustín, usted me vendió una cebolla mala” -. 

      Le dijo el cachaco Agustín: 

- “Vea señora Marquesa, esa cebolla está buena, si usted quiere vamos al patio y le muestro la picha” -.

      Se refería el cachaco a la cebolla mala. Marquesa que no conocía esa terminología foránea, le dijo:

- “Se la irá a mostrar a su madre cachaco ¡#$#!” -.


IV PARTE: PERSONAJES DESTACADOS

      De ese acervo cultural enriquecido con actuaciones o expresiones pintorescas, humorísticas o heredadas ancestralmente en la vieja Bellavista, se ha seleccionado los personajes más destacados que hicieron eco en la comunidad y que hoy son recordados en los conversatorios o tertulias de manera anecdótica. La siguiente relación es presentada con la salvedad que posiblemente se hayan escapado de la memoria algunos de singular importancia.


De algunos personajes que hicieron historia

Jesús Quijano: dueño del almacén y droguería "Las tres esquinas", ubicado en la Estación; recetaba medicamentos para enfermedades de baja complejidad; su actividad principal la combinaba con la ganadería en su finca de nombre “La Popa” cerca del pueblo de donde traía la leche y la vendía al por menor en su tienda.
Secundino Olivero: oriundo del interior del país, tenía una tienda en una esquina de la Estación.
Gonzalo Gutiérrez: ganadero, dueño de las fincas el Triángulo, el Jordán y Manizales, esta última se la compró a su cuñado Sinforiano Restrepo.
Sinforiano Restrepo: ganadero, dueño de la finca “Manizales”; no vivió en Bellavista pero tenía mucha cercanía con el pueblo; muy recordado porque fue el primero en aterrizar en un helicóptero en la Plaza.
Mauricio Fuminaya: propietario de una finca adyacente al pueblo donde tenía su casa de residencia; explotaba la ganadería y en una época sembró algodón; fue alcalde de Fundación.
Félix Rodríguez: su finca quedaba en la parte oriental frente a la finca Manizales.
José Martín Rada: dueño de la finca Tucuraca muy recordada y visitada para la época.
Roque Argüello Rodríguez: su finca quedaba en la salida hacia la Loma del Bálsamo, allí desarrollaba como actividad principal la ganadería y la venta leche; tenía un pozo de agua para la venta por latas o por calambucos. 
Florentino Mercado: dueño de la finca la Cecilia, muy visitada y recordada, en ella se cultivó algodón durante algún tiempo. Fue muy recordado porque siempre se veía montado en su mula conocida como la "mula de flocho".
José Obdulio Bermúdez: inspector de Bellavista.
Génito Andrade Olaya: propietario de la finca el Centenario;  era considerado como uno de los ricos del pueblo.
Héctor Venera: fue la persona que sin tener un título de médico, ejercía prácticas curativas a enfermos de forma empírica; curaba con medicina natural que el mismo preparaba y recetaba. Tenía dos mujeres que vivían en el mismo pueblo y padre de más de 23 hijos.
Temístocles Feria: Oriundo del departamento de Bolívar, curandero de mordeduras de culebra con plantas naturales y con una amplia experiencia; muy anecdótico en sus expresiones.
Julia Santana: partera o comadrona, se caracterizaba por su peculiar uso permanente de flores en la cabeza.
Alicia Castiblanco: comadrona y reconocida profesora; mujer de Arcay Haidar.
María Ricardo: fue un personaje muy popular en el pueblo querida por algunos y odiada por otros; en su tienda de ventas al por menor y al detal, se vendía también bebidas alcohólicas. Los fines de semana prendía el tocadiscos de bocina que tenía y colocaba su música favorita, las rancheras de Antonio Aguilar.
Ricardo Scott: tenía un camión al cual le colocó el nombre de “El Cañaguatero”, en él hacía viajes a Algarrobo; su carro tenía una particularidad que lo diferenciaba de los carros del pueblo, prendía por delante con una varilla en forma de zic zac.
Jaco: no vivía en Bellavista, pero llegaba con mucha frecuencia trayendo mercancías desde Barranquilla en su camión 600; de regreso compraba maíz a los pequeños productores; sus coteros o ayudantes eran Miguelito y Mañe, los cuales se destacaban por ser los más diestros y forzudos del pueblo.
Gabriel Hernández “Pochola”: se destacó porque tuvo la primera fábrica de bloques en Bellavista; la carrocería de su camión era de madera y desarmable en el cual transportaba arena y cemento.
Elio Perea: transportaba arena y piedras del río para la construcción de casas en el único volteo conocido para la época; el centro de acopio y distribución era la Plaza donde además vivía.
Juan Zabaleta: propietario del billar más conocido y famoso de la región; era una de las escasas fuentes de diversión en el pueblo; en una de sus paredes estaba pintado un famoso dibujo del pintor Peñaranda que perduró por años, titulado “La pesadilla de un tramposo”.
Rafael Zabaleta: hermano de Juan; vivía en una casa de tabla construida al lado del colegio San Luis Beltrán en predios de Mauricio Fuminaya; se caracterizaba porque usaba bastante pomadita en el pelo para peinarse; permanecía con una cadenita desde el colgante hasta el bolsillo del pantalón para que no se le perdieran las llaves.
Aurelio Villa: un gran personaje, administrador de la finca San José y muy conocido en el pueblo, tomador de trago en largas parrandas que duraban hasta dos semanas; sus anécdotas lo hicieron convertir en una figura muy apreciada y famosa.
Juan Camacho: acordeonero, parrandero y mujeriego.
Juan Atencio; Toño y Merchorito León; Inocencio “Chencho” Vargas: grandes tomadores de Ron Caña; sus jornadas de trago eran prolongadas; poco se les entendía cuando estaban borrachos.
Miguel Fontalvo Orozco, “Miguelitos”: cotero (dotado de gran fuerza para cargar camiones con sacos de maíz); se caracterizaba por agregarle la “s” a cada palabra que pronunciaba; se dedicaba también a hacer mandados a quien lo solicitaba; tocaba acordeón, le gustaba vestirse y ejercer funciones de policía con gorra y bolillo, especialmente con foráneos que no lo conocían.
Manuel Altahona, “Mañe”: cotero (dotado de gran fuerza para cargar camiones con sacos de maíz); tomador de Ron Caña y sepulturero.
Marquesa Fontalvo Orozco: fondera y vendedora de fritos; se destaco por ser buena bailadora de pajarito y fandango. Fue uno de los grandes personajes que tuvo Bellavista por sus anécdotas y su forma de expresarse.
Vitalita Feria, la Cachaca Carmela Navarro, Manuela Medina, Argénida Ramos, Manuela Fontalvo y Toña Valencia: vendedoras de fritos en el mercado.
Nieve Feria: oriunda del departamento de Bolívar; se destacó por la venta de caballitos, cocadas y alegrías en las calles con su tradicional grito característico "alegría con coco y aní"; caminaba con la ponchera sobre la cabeza y hasta bailaba, era tan diestra  que no se le caía.
Norca Acosta: fue muy conocida en el pueblo porque fabricaba los mejores quequis, almojábanas, cuajaderas y otras delicias. Con su negocio, además de generar ingresos para su sostenimiento familiar, daba empleo a jóvenes que vendían sus productos en el mercado a cada bus o camión que llegaba.
Nicolasa Vega: mujer de Erasmo Bocanegra; le decían “La Carpintera” dado que trabajaba la carpintería y la fabricación de cajas mortuorias; mamá de los hermanos Vega, Simón, Erasmo, Manuel, Carmen y José María más, conocidos como "Los Pata Pelá" o “Los Carpinteros”.
Torreye Ternera y “la negra" Pabón: sacrificaban y vendían cerdo, además tenían el negocio de la venta de mondongo.
Andrés Landero: acordeonero y cantante que llegó al pueblo, se enamoró de Ana Lucila Torreye y se quedó a vivir con ella.
Lucia Jaraba: tenía un ventorrillo en la estación donde vendía abarrotes, bebidas alcohólicas y queso.
Pepa Jaraba: tenía un ventorrillo en la estación en la salida para el Congreso conocido con el nombre de "las tres Marías" donde vendía abarrotes y bebidas alcohólicas.
Juan Manuel Jaraba: su principal actividad a la cual dedicó mucho tiempo fue a acompañar a los compradores de ganado dado sus conocimiento en el tema; era tomador de Ron Caña y bueno para referir cuentos y “mamar gallo”.
Miguel Jaraba: se destacó por ser un buen animador de parrandas, lo buscaban en las reuniones por sus chistes; fue inspector de Bellavista.
Saul Bravo: matarife y pequeño ganadero; su primera esposa fue la cachaca Rebeca con la cual vivió en su casa frente a la finca de Roque Argüello y después se unió a la cachaca Oliva.
Eulogio Cantillo: en sus inicios, con sus hermanos, se dedicaban a la actividad de aserrar madera, posteriormente fue picador de hueso en el matadero y luego matarife.
Pablo Rojano y Heriberto Villa: matarifes y expendedores de carne de cerdo en el mercado.
Andrés Marimón: mataba ganado y cerdo; tenía también una finca donde cultivaba maíz y yuca; su carro de guarapo de piña fue muy conocido en la Estación por los letreros que le colocaba: “No hay como Dios” y “El que critica sufre”.
Mamerto Cera; Víctor Vizcaino de la Hoz; José Mendoza; Jaime y Braulio Echeverría: matarifes.
Julio Vizcaino Palmera: matarife, propietario de la fina El Silencio; fue inspector de Bellavista.
Ramoncito De La Hoz: matarife, propietario de la finca Puerto Limón.
Lorenzo Yanet y Joaquín Cortina: sacrificadores de ganado y cortadores de carne.
Portela y Nidia; Franklin, Fermín, Hemérito y Estela Sierra “los sierritas”; Belarmino Peña y Cecilia; Juan Llanera: propietarios de los primeros restaurantes ubicados en la calle principal de la Estación.
Carmelo Argüello: el único zapatero que tuvo Bellavista; en su zapatería además del arreglo, vendía zapatos traídos de Bucaramanga; siempre se le escuchaba decir en las conversaciones la frase: “i jue el diablo”.
Víctor Vargas: primer panadero que tuvo Bellavista.
Tulio Villareal: dentista.
Pablo Polo; José, Rafael y Adalberto Patiño: se destacaron porque fueron los únicos que abastecían al pueblo con la venta de agua casa por casa en burrotanques. Adalberto vendió raspao en la Estación.
Evangelista Serpa: fotógrafo.
Emilio Reyes: albañil y peluquero.
Euclides Acuña “Pata e´ palo”: albañil.
Martin Meza Ramos: albañil; se destacó por usar un diente de oro; cuando terminaba su jornada de trabajo se cambiaba, se ponía su reloj, una pulsera de plata, una cadena de oro y salía para el mercado a pantallar; en esa época le decían hazañoso.
Carlos Cachete, Eliecer “el cachaco rolo”, Lara, Camencho, Nelson el “Compaito”, Ramírez “la verguita”: se dedicaban en sus carros a transportar pasajeros de Bellavista a Algarrobo; Lara tenía un bus.
Juan Batata: hacia viajes de Bellavista a Algarrobo; su carro estaba tan modificado que prácticamente fue construido por él.
Toro: vivió en el barrio el Congreso; era el propietario de un pozo de agua que abasteció durante muchos años al pueblo.
Brigida Vizcaino; Eucaris Bolaño: costureras o modistas.
Areolfo Quiroga: manejaba un camión de Bucaramanga a Barranquilla; tenía una tienda de venta de abarrotes. 
Ramón Carrascal: montó una droguería en Bellavista; se casó con Omaira Vizcaino.
Lucas Navarro: vivía en el barrio el Congreso cerca de la loma de Gaspar; fue el primero en tener planta eléctrica en el Congreso.
Gregorio Campo: muy conocido por sus anécdotas, se enteraba fácilmente de todo lo que pasaba en el pueblo por la posición central y estratégica de su casa.
Felipe “Pata e´ ponche”; María Charris: vendedores de pescado.
Daniel Ortega “Pata e´ hierro”.
El Cachaco Muelón: oriundo del departamento de Antioquia; muy conocido por su particular dentadura desordenada y de color amarillo; era comerciante de mulos, andaba con un poncho y un riel. Pocos conocieron su nombre.
La Cachaca Rogelia: vendía ropa y cocadas.
Alfonso Gutiérrez: relojero y radiotécnico; se destacó porque cuando estaba reparando un reloj o un radio se colocaba la lupa en el ojo y se quedaba dormido.
Reimundo Blanchar: compraba y vendía productos de la guaquería.
Fermín “Mico Bayo”: famoso por ser uno de los más feos de Bellavista, sin embargo, era el único en el pueblo que tenía los ojos verdes.
Encarnación Ávila “señor encarna”: fue muy conocido por su permanente temblor en las manos, el único para la época, con esa enfermedad en el pueblo.
Clodomiro Pabón "Clodo": pasaba mucho tiempo en la tienda de Lucía Jaraba, muy conocido porque tenía una yaga en la pierna, enfermedad de la cual nunca se pudo curar.
El Señor Castilla: fue un adulto mayor muy avanzado en años del cual no se tiene bien claro su origen; tenía una joroba bastante pronunciada y se ayudaba con un bastón; paraba en la tienda de Quijano vigilándola como si fuera su propietario.
Mercedes “Polvo e´ loba”: llegaba con mucha frecuencia a Bellavista, sin embargo, no se le conoció familia; paraba frente a la casa de Argénida o de Carmen Mercado; tenía la costumbre de comerse las gallinas que se morían y botaban por la quebraita.
Felipe Peña: gallero; famoso por sus sus cuento exagerados.
Roberto Ramírez “la pelúa”: se destacó como arquero de los equipos de fútbol.
Medina “cabeza de zorra”: vivía  en casa que fue de Ángel Mercado y de Cerial Torres; fue un gran bailador, generalmente se ubicaba en la puerta de las casetas desde su inicio y hasta que terminaban sin entrar y sin gastar un pesobailaba mejor con sus chancletas Panam que con zapatos y no se le salían.
Eulogio Antonio Mosquera o “Toño el guache”: un personaje muy conocido y nombrado, sin embargo, muchas de sus actuaciones no eran bien vistas por la población.
Ángel Padilla “el padilloso”: le gustaba refinarse al hablar; cuando se encontraba con una muchacha y le brindaba una gaseosa, en vez de preguntarle: ¿qué le provoca tomar?, expresaba con suavidad y finura “¿qué paladar prefiere?”.
Rita Pérez: fue una mujer muy alegre y conocida en el pueblo, por las tardes llegaba con cajas de mango para la venta; nunca le faltaban las flores en la cabeza.
Nacha: era la mujer que le ponía alegría a los carnavales con las casetas, muy entusiasta y espontánea.
Luterito: fue marido de Nacha; famoso por sus mentiras, tanto que en el pueblo cuando una persona echaba un embuste le decía luterito o lute; una de esas famosas mentiras fue cuando fue al comprar carne al mercado pero no había llegado, por lo que decidió ir a buscarla al matadero que quedaba a orilla del monte; al llegar en medio de la oscuridad metió la luz con su foco cinco baterías para ver algo que se movía; al iluminar encontró que era un conejo comiendo huesos.
Alkay Haydar: hijo de Abel Haydar y la señora Amparo de la Cruz Jaraba.
Alberto Regalao: se destacó por su misterioso “secreto” para hacer cosas sin que nadie se diera cuanta; su negocio siempre fue la llantería.
Elmer Vega: fue el fundador del bar el Mechón Rojo; tenía una llantería en el Congreso; se casó con una hermana de Norca.
José Barrios Jiménez “El Pollo”.
Inés la Macho: era una mujer de una gran fortaleza, trabajaba en labores que para la época eran exclusivas de los hombre; al que Inés le ponía la mano lo mandaba al suelo.
Fernando López, “Leña Verde”: se dedicaba a hacer mandados, a labores de la casa y a vender leña; no tuvo pareja.
Onofre De La Hoz: una persona muy amable y decente; no se le conoció pareja.
Carlos Gutiérrez “Carracachero”: famoso porque hacía más de ocho peleas diarias; siempre usaba pantalones de un talla mayor a su tamaño normal y para que se le pudieran aguantar le hacía un nudo.
Grimildo Molina: pintor, ayudante en el teatro Bellavista en la proyección de películas.
Ricardo Gutiérrez, “Ricardo patica”: papa de la Charúa, en las fiestas le gustaba colocar una cucurubá; sus pies eran tan grandes que no le calzaba ningún par de zapatos por lo que siempre usaba guaireñas.
Joaquín Rojano: hermano de Pablo y Rosa Rojano; vivía detrás de la casa de Marimón en toda la esquina; según la versión de algunos en el pueblo le atribuían el poder de convertirse en puerco o perro.
Leandrito: mecánico y chofer
Landine: radiotécnico y mecánico; arreglaba el motor de los pickup de José Isabel y Francisco Fontalvo; fue el primero que llevó una moto de pedal a Bellavista en la que se transportaba a Fundación.
Diablo Rojo: radiotécnico.
Guillermo Pérez: oriundo del Tolima; fue el primer concejal que tuvo Bellavista; se casó con María Rojano.
Guillermo Hernández “El Secre”: el más longevo de los futbolistas, jugaba con los jóvenes de tú a tú.
Miguel Mata: guaquero.
Pita: llegó a Bellavista como ayudante en la tienda de Jesús Quijano y luego pasó como ayudante en el Billar de Zabaleta.
Pelé: su profesión más conocida fue la de tractorista.
Sara Fontalvo: famosa por sus peleas y por el manejo del lenguaje no convencional que utilizaba.


Personajes que tenían alguna condición especial

Lucho Portnoy: más conocido como "Lucho el loco"; a pesar de su condición especial, fue un personaje muy popular por su manera de actuar; hijo de Finicia.
Juancho Altahona: lo llamaban en el pueblo “Juancho el loco” o "Agüipia"; vivía en el barrio el Congreso en la loma de Gaspar cerca del Mechón Rojo; hijo de Manuel Altahona.
Vargas: desde niño tuvo problemas de retardo mental, fue criado en la finca de sus padres. Hijo de Inocencio Vargas y Rosa Carrillo.
Chicho “El Loco”: se bajaba donde Petronita Valencia; en el pueblo se le atribuía un cierto parecido con Braulio Echeverría, por eso a Braulio le decían Chicho.
Martín Carrillo “Mirella”: de condición especial, hijo de Carmen Chiquillo y Dago Carrillo.


Profesores y maestros

La seño Chave, Alba Bermúdez, Alicia Castiblanco, Gregorio Sanjuanelo, José Bolívar (cebollita), Jorge Martínez, Estela Garmendis, Marlene Castro, Ludivina Orozco, Alfonso Campo, Amira Manjarrez, Oglesby Barraza, Carmen Vizcaino, Alfonso Vizcaino, Édison. Palmera, Libia Vizcaino.


Inspectores de policía

José Obdulio Bermúdez
Julio Vizcaino Palmera
José Ramón Montero Vizcaino
Miguel Jaraba
Marlene Vizcaino


Secretarios de Inspección policía

Carlos Zambrano
Inarco Vizcaino


Policías destacados

Alfonso Ordoñez.
Carlos Lomanto Arévalo: esposo de María Villero.
Narváez “La Tranca”: marido de Edilsa Mata.
Madero.
Luis Fernando Prieto: marido de Elvia Olivero
Moreno.
Dagoberto Yance.
Walter Molina.
William Hernández.
José Vizcaino “Jicho”.
José de Jesús Hernández.


V PARTE: INOLVIDABLES DE NUESTRO PUEBLO

      Algunos sitios quedaron grabados en la mente de cada habitante por su transcendencia y popularidad. Algunos de los más recordados traídos al presente:

Colegios: de la seño Chave, la seño Alba Bermúdez, Gregorio Sanjuanelo, el colegio de Zinc y San Luis Beltrán.

Quebradas: la principal que quedaba a la salida de la carretera hacia Santa Rosa y la quebradita que quedaba en la vía a la Loma del Bálsamo.

Tapas o jagueyes: de Mauricio Fuminaya, de Sinforian Restrepo y de la Cecilia.

Fincas: el Triángulo, Manizales, el Jordán, La Cecilia, la finca de Roque Argüello, el Silencio, La Popa, Puerto Limón, el Santuario, Tayrona, Tucuraca y Las Pelotas del Docto.

Emisora Radio Bellavista: con sus locutores Moncho Vanegas y Tulio Vizcaino.

Los bofes de Marquesa: secados al sol en las cercas del patio.
Otros: la Loma del Dividivi; la burra de Elvirita; la mula de Florentino Mercado; los guandolos de la señora Anita; el caucho del resbalón.


VI PARTE: APODOS FAMOSOS

Agüipia; Andarú; Arandú; Aspirina; Babita; Barbita; Berroche;Billete Grande; Boca e´ Chocoro; Boquitas Coloradas; Borletti; Buda; Burra Prieta; Burro Mocho; Cabeza de Puerco; Cabeza de Zorra; Caga Tapa; Cagele; Canchiri; Cañaguatera; Caporo; Carracachero; Caspita; Catapila; Chacarón; Chapolo; Chascha; Chepo; Chicharrón Peluo; Chucha Flaca; Churupita; Cobrito; Compae Chemo; Copete; Diablo Rojo; El Chele; El Chombo; El Enano; Tigre Mono; El Guache; El Pío; El Vive; Fideo; Gallo Loco; Gallo Tuerto; Gato Pardo; Gogó; Hierro; José quequis; Juan Bobo; King Kong; La Boa; La Caca; La Cebollona; La Charúa; La Coneja; La Perra de Copetrán; La Quemada; La Roncona; La Saporrita; La Verguita; Lengua; Leña Verde; Lobita; Los Purinas; Machorrito; Maestro Rogelio; Mañe; Mata Vieja; Meteoro; Mico Bayo; Mochila de Hueso; Mondongo; Moñito e´ Conejo; Morrana Gorda; Morrocoyo; Morrocoyo mono; Muerto Parao; Mundo; Nilson Pea; Ñeque Flaco; Palito e´ Coco; Palito en Jopo; Panelita; Papiro; Pata e´ Hierro; Pata e´ Ponche; Pata e´ Palo; Peamondy; Pecho e´ cartón; Pelé; Perra cachaca; Pingüino; Pochola; Polla Boba; Pollo Loco; Polvo e´ loba; Puerca Jara; Puerca Mona; Puya Nube; Puta Mierda; Rebúscate; Rula; Sacra; Secre; Sangre de Yuca; Tapa Tierra; Toro Moruno; Tres Orejas; Tripita; Yuquita Caliente o Lombriz de Mulo.


VII PARTE: EPÍLOGO

      Esta remembranza en el tiempo de ese enclave de ensueño, recopila la esencia de su gente, su idiosincrasia, su forma de pensar y actuar; es una manera de rendir homenaje a esas personas que con empeño y respeto construyeron ese elevado edificio de costumbres, anécdotas, vivencias, experiencias y conocimientos que lo erigen como un pueblo símbolo de la pujanza, nobleza y de historias inolvidables que ojalá queden plasmadas en el umbral de la historia y no permita que queden relegadas con el paso del tiempo. 

      Incluye un mapa simbólico del pueblo con el nombre de muchos de sus habitantes, así como su composición familiar; sus calles y carreras, barrios con nombres algunos anecdóticos y cargado de cierto contenido sarcástico.


VIII PARTE: MAPA DEMOGRÁFICO

Anexo: mapa demográfico de la Bellavista ee Antaño.


AGRADECIMIENTOS

      Este trabajo fue realizado con el apoyo incondicional y espontáneo de nativos que tienen grabada aún la imagen del pueblo en sus memorias, como: Antonio Vizcaino Bolaño; José Ramón y Naida Luz Montero Vizcaino, Álvaro Campo y Enilce Montero. También se tomó información del grupo de Whatapps “Bellavisteros por el mundo”. A ellos, mis agradecimientos por tan valioso aporte. 

Santa Marta, octubre de 2020.

ANEXO:

MAPA DE BELLAVISTA Y COMPOSICIÓN FAMILIAR









Para ver o descargar el Mapa - Población de la Bellavista de Antaño haga Clic aquí.






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La poesía es:
decir las cosas de una manera hermosa y describir la vida sin límites ni medida.