EL AMOR EN LA AUSENCIA

Manuel José Montero Vizcaino

* Foto tomada de Internet

No hay instante más hermoso e indecible que despertar en una mañana esplendorosa al lado de la mujer que ha dado todo sin esperar nada a cambio, que nos envuelve con su aromatizado ropaje y transmite su fragancia cautivante elongando nuestra vitalidad; que aún bajo el manto oscuro de algunos ingratos recuerdos, permanece incólume a nuestro lado como el árbol que desafiando el viento flamea sus hojas erguidas con vigor y fortaleza. 

Es fascinante apreciar en su compañía, el ocaso de un atardecer cargado de nubes multicolores que alegres y victoriosas observan el desvanecer de la energía radiante del sol diciéndole adiós a su inclemente vitalidad.

Es emocionante también escuchar, acompañado de un amor pasional, el silencio de una noche envolvente, que con su manto negro nos arropa de oscuridad anunciando la inocultable necesidad de un fervoroso romance.

Cual hermoso es que a su lado no se sienta el transcurrir del tiempo en el irreversible paso por nuestra piel y razón, aún cuando las horas pudiesen convertirse en minutos y los minutos en segundos o si los latidos del corazón se detuvieran un instante para escuchar el casi imperceptible susurro del cabello con la suave caricia del viento.

Bello es, también, percibir que esa sinergia crece y se fortalece en un mundo cada vez más raudo que el tiempo, menos sutil en la cercanía, menos embriagante que el poema y más distante que la inmensidad del firmamento.

Pero más lindo es aún sentir que, ni el tiempo ni la distancia arrugan la efervescencia del amor; que en la ausencia es cuando más crece el sentimiento, más cercano se siente su calor y más efervescente el fluido vital de la energía que hace de la vida una razón inaplazable de existencia.

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