PORQUE SANTA MARTA

PORQUE SANTA MARTA

Una fantasía real para el deleite

Manuel José Montero Vizcaino

* Foto tomada de Internet

Santa Marta es una ciudad fastuosa a pesar de que en su regazo la esperanza lucha incansable contra el nublado enigma del conformismo, el olvido cómplice e infame de un centralismo asfixiante. 

Desde el más recóndito lugar de sus entrañas, hasta el más visible y sobresaliente pico de su espacio geográfico, se irradia estética, esplendor y belleza. Es el mágico lugar donde se encuentra todo por descubrir, donde las oportunidades de crecimiento en medio de la multiplicidad de limitaciones, la hacen paradójicamente más atractiva. 

En este mítico pueblo de ensueños, mientras el cuerpo se relaja con el éxtasis de sus playas, la vista viaja sobre una fantasía de encantos, inundando la mente con la infinidad de bondades que solo este fascinante sitio posee. Aquí la realidad supera exorbitantemente la imaginación. 

Su hechizo y magia se perciben en el olor de su aire puro y lo exótico de sus paisajes haciendo que, a pesar del calor sofocante en algunas épocas del año, la ardiente temperatura se transforme en energía radiante y vitalizadora. Sus fuertes y populares vientos alisios purifican el ambiente, transformándolo en un entorno sano y agradable. 

Aquí el sol nace con el ímpetu de abrazar el mar y éste, a su vez devuelve con coqueteos danzantes, la alegría cotidiana que lo acompaña hasta el confín de su apuesta. 

Es esa parte de mundo donde todavía las distancias son cortas. En pocos minutos se puede pasar de un cálido ambiente costero, al frío deleitoso de la Sierra Nevada; así también, en recorridos no muy extensos. se puede transitar entre las apacibles y frescas aguas de los ríos que emergen sigilosos desde la Sierra Nevada, a las aguas salinas de la infinidad de ensenadas que tiene esta hermosa zona litoral. 

Aquí el reloj se detiene para que el tiempo capture las mejores imágenes de sus espléndidos atardeceres inolvidables. 

Es una ciudad privilegiada de la naturaleza por la cercanía con tres gigantes ecosistemas protegidos de una belleza incomparable: el Parque Nacional Natural Tayrona, el Parque Sierra Nevada y el Parque Isla de Salamanca, donde confluyen exóticos espacios naturales que entrelazan el sol, el mar y la playa, en medio de paradisíacos crepúsculos y paisajes diversos difíciles de conseguir en otra faz de la tierra. 

  
* Fotos tomadas de Internet

Desde las playas de Bello Horizonte, hasta aquellas que se encuentran en zona limítrofe con el Departamento de la Guajira, se aprecian exuberantes bahías multicolores que bañan con su magia las orillas de su plataforma continental. En medio de este collar de perlas se puede observar, en impactante desafío, un morro que emerge sobre el agua como diciéndole al mundo aquí está esta hermosa ciudad llena de alegría y desbordante en hospitalidad. 

Llueve poco, pero su brisa marina mitiga el calor haciendo su clima propicio para el esparcimiento. Aquí es curioso y paradójico pasar de esa brisa “loca” incontrolable y altanera en épocas de otoño, a un viento tenue y embriagante en primavera o a un calor sofocante en verano. Esta diversidad amaña y magnetiza. 

Converge, también, diversidad de riqueza pluricultural y multiétnica. Se tiene el privilegio de coexistir con pueblos indígenas que aún conservan su identidad lingüística, sus tradiciones artesanales y han sabido asimilar el nuevo orden social sin perder su nacencia aborigen. Aquí, el explorador cultural puede saciar su curiosidad e imaginación desde la influencia de una extinguida y recordada cultura Tayrona, hasta las sobrevivientes comunidades Arhuacas, Coguis y Wiwas. En este espacio suele afluir el nativo, el indígena, el mulato, el foráneo residente y el extranjero visitante en una armonía sin igual. 

  
* Fotos tomadas de Internet

En la Santa Marta de hoy, todavía se puede conversar e interactuar con el vecindario, algunos de ellos proclives al sonido extravagante de equipos que inundan toda una cuadra, haciendo resaltar su música aun cuando el desafiante emisor escuche muy poco y su comunicación sea a través del lenguaje de señas; todavía existe la curiosa costumbre de prestarle al que vive al lado un fósforo para prender el fogón o un poquito de sal para completar el sancocho; y suele, en cada amanecer, salir a barrer el frente de la casa aprovechando la ocasión para actualizarse de las últimas noticias del barrio; pero más que eso, todavía se considera al vecino como ese hermano que acude primero en momentos de dificultad. 

Se percibe, aún, un ambiente de barriada con cierta connotación pueblerina, donde se vive alegremente el día a día en medio de un humor envolvente, sarcástico y divertido, a pesar de que las limitaciones para la subsistencia sean el pan de cada día. El vendedor puerta a puerta canta sus melodías matutinas, apoyado con una bocina para visibilizar su mensaje y despertar o atraer su clientela cautiva en cada amanecer. Todavía el tendero de la esquina, en esta apacible ciudad, se constituye en la opción más idónea de supervivencia a través del tradicional “fiao”; medio de arraigo ancestral por el cual se logra solventar las penurias de momentos difíciles, constituyéndose como el medio más práctico de una relación social arraigada en nuestra cultura. 

Pero, sobre todas las cosas, en esta ciudad todavía se respira un aire de la paz, lejos de la infernal congestión y hacinamiento de las grandes urbes. 

Son estas pequeñas pero perceptibles razones, las que se adhieren como almíbar en la conciencia del visitante haciéndolo vacilar en su regreso; o en su ausencia, añorar el retorno.

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decir las cosas de una manera hermosa y describir la vida sin límites ni medida.